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Apuntes postsoviéticos

Problemas en Azerbaiyán

E

n los tiempos no tan distantes de bonanza del petróleo y el gas natural, la república ex soviética de Azerbaiyán –gobernada por una dinastía autoritaria que se mantiene en el poder a sangre y fuego ya durante 23 años, sin permitir la más mínima disidencia– aspiraba a convertirse en una suerte de segundo Dubai y, por eso, a nadie sorprendió que el nuevo símbolo arquitectónico de Bakú, las llamadas Torres Flama, parezca una calca, en versión triple, del hotel Burj Al Arab, icono de la opulencia de ese emirato del golfo Pérsico.

Pero al margen de esa y otras semejanzas forzadas –caprichos todos de Ilham Aliyev, quien heredó la presidencia tras la muerte de su padre, Heidar, en 2003–, Azerbaiyán comenzó a tener serios problemas al terminarse la lluvia de petrodólares y vive hoy una realidad muy diferente, como uno de los países más afectados por el drástico desplome de precios de esas materias primas.

Unos cuantos rasgos de la actual situación: el PIB cayó 3.3 por ciento en 2015 y se espera un retroceso similar de la economía el presente año; el manat, la moneda nacional, sufrió una importante devaluación; se deteriora el nivel de vida de la población, mientras la inflación se dispara; el gobierno tuvo que sofocar con violencia las primeras protestas.

A todo esto, el presupuesto para 2016 se elaboró tomando como base el precio del crudo (50 dólares por barril) y un tipo de cambio (1.05 manats por billete verde) que ya no se puede cumplir y que habrá que ajustar, solicitando créditos urgentes al Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otros organismos para evitar que el malestar de la población devenga un estallido contra el régimen.

La falta de liquidez del gobierno de Aliyev llegó al extremo de no poder pagar a su principal suministrador de armamento, Rusia, algo fundamental desde que en 1994 perdió el control de 16 por ciento de su territorio por la disputa que mantiene con Armenia en Nagorno-Karabaj, región reconocida por la ONU como azerí pero con habitantes mayoritariamente de origen armenio que se declaró independiente.

Es otra paradoja que caracteriza el espacio postsoviético: Rusia, en calidad de principal mediador entre Azerbaiyán y Armenia, promueve un arreglo político del conflicto, lo cual hace posible que éstos no se involucren en una guerra en toda regla en la región del Cáucaso, a la vez que le vende armas a ambos, y en mayor cantidad conforme se aleja la solución de la controversia.

Negocios son negocios, suelen afirmar por acá los encargados de la venta de armas, en respuesta a la nota de protesta que envió Azerbaiyán por la reciente decisión de Rusia de conceder a Armenia un crédito para comprar equipos bélicos por 200 millones de dólares.

Dicho de otra forma, indigna a Azerbaiyán un préstamo a su irreconciliable adversario, algo así como 20 veces menor que los contratos que él tiene firmados para adquirir armamento ruso por 4 mil millones de dólares y que, si no se recuperan los precios del petróleo y el gas, no sabe cómo pagar