Opinión
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México SA

Cuarenta meses, ¿y?

¿Mover a México?

Crecimiento raquítico

¿A

lguien recuerda aquella insistente promesa de campaña electoral de que el nuevo PRI retornaría a Los Pinos para mover a México, y así lograr que el bienestar se esparciera equitativamente entre los habitantes de esta República de discursos? Pues bien, como chiste fue pésima, pero como realidad ha resultado en extremo tétrica, porque han transcurrido tres años de gobierno –con el resultado por todos padecido– y en ejercicio está el cuarto, y aquí nada se ha movido, a menos que sea para atrás.

Con el inicio de marzo de 2016 arranca el mes número 40 de la administración peñanietista. El inquilino de Los Pinos ha consumido ya el 55 por ciento de su mandato constitucional (72 meses en total), y para efectos prácticos está como al principio (puras promesas, nada de resultados), pero con un desgaste político digno del sexto y último año de gobierno, cuando todos esperan el 1 de diciembre para que se concrete el relevo en la residencia oficial.

Mal y de malas, el que sí sabe gobernar (otro pésima broma del mismo equipo) comenzó 2016 como lo hizo con el trienio previo, es decir, pésimo. Como bien lo ad- vierte el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico” (IDIC) “el primer bimestre del 2016 terminó y con ello las primeras cifras de la economía hacen evidente que el crecimiento económico no corresponderá con las necesidades de México. El PIB del 2015 aumentó 2.5 por ciento, una cifra positiva pero que no es suficiente para estimar que el país ha iniciado su proceso de recuperación. En realidad (esa proporción) corresponde al promedio de los últimos 35 años, al del periodo conocido como el del estancamiento estabilizador”.

Así, lejos del rosa discurso oficial, la realidad es contundente. En este sentido, el IDIC subraya que el Indicador Adelantado del Inegi permite aseverar que la economía se encuentra justamente en el proceso contrario, en el de una marcada desaceleración: en enero pasado la economía cayó por debajo de su tendencia de largo plazo, de acuerdo a la institución. El Indicador Adelantado, que busca señalar anticipadamente la trayectoria del Indicador Coincidente, se posicionó en enero de 2016 por debajo de su tendencia de largo plazo al observar un valor de 99.4 puntos y una disminución de (-)0.16 puntos con respecto al pasado mes de diciembre. En efecto, México se mueve pero para atrás, como no ha dejado de hacerlo en las últimas tres décadas.

El IDIC destaca lo siguiente: desde 1980, cada que el indicador adelantado se ubica por debajo de su tendencia de largo plazo, y después de retroceder de la forma en que lo hecho, solo en una ocasión la economía no entró en recesión. Por tanto, el desafío para la política económica es evitar que eso suceda. Lo anterior es posible, desde una perspectiva de la historia económica reciente: a mitad de su gestión, el promedio (anual) de crecimiento de la actual administración (1.9 por ciento) es superior al de las dos previas (Fox y Calderón, 0.3 y -0.1 por ciento, en cada caso; la de Miguel de la Madrid fue de -0.2 por ciento), pero inferior a lo alcanzado por Carlos Salinas y Ernesto Zedillo para el mismo periodo (4.5 y 2.4 por ciento, respectivamente). En realidad sólo una de las gestiones logró obtener un desempeño positivo y vigoroso, el resto se vio atrapado por profundas crisis o el estancamiento económico asociado a un modelo que dejó de lado los fundamentos que llevaron a los países industriales a conseguir un mayor grado de desarrollo. En efecto, la historia de Estados Unidos, Alemania, Gran Bretaña, Japón, China y Corea del Sur demuestra que sin una industria sólida no puede existir un desarrollo económico y social sostenible.

En el balance, el IDIC subraya que en México la apertura económica de los años ochenta rápidamente agotó los beneficios de exportar maquila, es decir de exportar importaciones. Para inicios del sexenio de Vicente Fox era evidente que China había colocado los cimientos de una manufactura competitiva, basada en bajos costos laborales pero con los ingredientes suficientes de valor agregado, innovación, contenido nacional y encadenamientos productivos para ganar mayor participación del mercado global de forma permanente. Hoy el propio presidente Barack Obama reconoce que el Acuerdo Transpacífico (TPP) se ha diseñado para limitar el posicionamiento de China en el comercio global, pero en México todavía hay quien piensa que únicamente es un instrumento de comercio exterior.

La apertura comercial mexicana soslayó el diseño de una estrategia de política económica integral, y esa realidad nos alcanzó: el comercio internacional solo produce beneficios cuando genera sólidos vínculos productivos hacia el interior de la economía, cuando permite el desarrollo de la base empresarial propia, apunta el instituto de referencia. Erróneamente se estimó que México podría comerciar con el mundo en función de las importaciones de bienes intermedios y de maquinaria y equipo, que eso sería suficiente para construir un mercado interno lo suficientemente sólido para alcanzar tasas de crecimiento económico superiores a 5 por ciento. Era lo que el país requería después de la década perdida, pero simplemente no se logró.

Sin empresas nacionales formales sólidas no se puede gestar el desarrollo de un sector servicios innovador y generador de valor agregado, justo lo que la desregulación económica precisa para elevar la productividad y competitividad nacional. En realidad el comercio al por menor y la informalidad terminaron por absorber a la mayor parte de las empresas y personas en edad de trabajar. La razón: sin valor agregado no hay crecimiento del PIB y para que ello se logre se requiere de sectores productivos que propicien sólidos encadenamientos entre las empresas nacionales y extranjeras, de otra manera la producción nacional es sustituida por importaciones y no hay crecimiento económico. Comprar al exterior puede ser más barato: en el corto plazo ayuda a combatir la inflación, pero en el largo plazo destruye los fundamentos del crecimiento, la inversión productiva y de la creación empleo formal.

Y el gobierno mexicano acumula más de tres décadas repitiendo el error, y como van las cosas seguirá por el mismo camino para continuar desmovilizando a México”.

Las rebanadas del pastel

Rosa Isela Guzmán Ortiz, hija de El Chapo, haría una gran contribución al país si además de denunciar el pecado (mi padre financió a políticos mexicanos) procediera en igual sentido con los pecadores (nombres de los beneficiados, que no deben ser pocos), sobre todo los que están en ejercicio de cargos públicos. ¿Aguantaría el bombazo la clase política?

Twitter: @cafevega