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El caso Trump
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a candidatura de Donald Trump por el Partido Republicano a la presidencia estadunidense domina las noticias y los análisis del intenso proceso político que está en marcha en ese país. Lo que originalmente se vio como un asunto pasajero se ha convertido en tema crucial para el movimiento conservador radical, el que supuestamente tenía las riendas del partido.

Qué decir de los expertos y abundantes comentaristas que no aciertan a interpretar lo que ocurre. Cada día tienen que rehacer sus argumentos a modo para no salirse de la foto. Se han vuelto parte del espectáculo mediático, encabezado por el protagonista de todos los protagonistas, ensalzado luego de su papel estelar en la televisión con la serie El aprendiz. Trump lo puede todo. Esa es su consigna y, dice, desde fuera de la política.

El espacio para un candidato como Trump se ha abierto en un proceso largo, que ha ido definiendo al ala más extremista del movimiento conservador. Ahora, ese campo se ha vuelto fértil. Para ello ha contribuido en los últimos 15 años el efecto social adverso provocado por las guerras desatadas luego del 11 de septiembre de 2001 y luego reforzado por la crisis financiera de 2008.

El conservadurismo moderado –según se entiende en Estados Unidos–, que representó Reagan y luego la familia Bush, perdió su lugar en el terreno político.

Desde mediados de la década de 1950 la vertiente radical del conservadurismo político se empezó a definir con el senador Barry Goldwater por medio de su influyente libro titulado La conciencia de un conservador.

Ahí, Goldwater planteó que el gobierno es el enemigo de la libertad y demandaba la eliminación del seguro social, de la ayuda federal a las escuelas, a los programas públicos de bienestar social y a la agricultura, así como el fin de los acuerdos entre sindicatos y empresas. Además cuestionó la decisión de la Suprema Corte en el caso Brown vs Board, de 1954, que declaraba inconstitucionales las leyes estatales que establecían la separación de escuelas públicas para estudiantes negros y blancos. Proponía retirar los fondos a Naciones Unidas y preparar las armas nucleares para su uso frecuente.

De alguna manera ese movimiento se considera como el antecedente del actual Tea Party, creado en septiembre de 2004 por los influyentes magnates, los hermanos Koch, mediante su fundación de carácter expresamente político llamada Americanos por la Prosperidad y la Libertad.

El partido postula ser un movimiento popular que vigila toda amenaza a la seguridad, soberanía y tranquilidad de nuestra amada nación. El partido, se afirma, representa la voz de los verdaderos dueños de Estados Unidos: nosotros el pueblo.

El predominio del Tea Party se considera como la fuerza que ha acorralado a los conservadores moderados, sobre todo en la Cámara de Representantes y en el Senado, frente a los extremistas y que ha provocado la parálisis legislativa en la administración de Obama. El discurso predominante entre los candidatos republicanos en las elecciones primarias que están en curso expresa de modo directo los postulados esenciales de ese movimiento.

Trump arrebató el discurso más extremo de los políticos conservadores que supuestamente debían disputarse la candidatura: los senadores Cruz y Rubio, y también de los gobernadores Christie y Kasich. Hacer América grande de nuevo es su lema de campaña y expresa viejos y nuevos temas del populismo en este país tanto de demócratas como de republicanos.

Entre las muchas interpretaciones de lo que está ocurriendo con Trump, están el malestar provocado por la crisis económica, la incertidumbre de las condiciones sociales, el efecto del cambio demográfico, la forma en que esto repercute en los distintos grupos de la población y las confrontaciones de diverso tipo que dominan la escena política.

Se concluye, entonces, que Trump pone en evidencia la fractura social del país. Pero que sea un magnate y precisamente de su estilo personal y con las posturas ha expresado abiertamente desde un principio el que pueda convocar a los votantes conservadores y ponerse a la cabeza del proceso político es una cuestión sobresaliente.

El caso Trump no es trivial para esa sociedad ni para el resto del mundo. Él se adjudica como virtud primordial ser un multimillonario hombre de negocios, capaz de arreglar cualquier cosa a su favor. Es así, como aglutina la preferencia y admiración de sus seguidores.

Hoy se advierten en distintas partes del mundo muchas manifestaciones del repudio social hacia los políticos y partidos. A este fenómeno contribuyen diversos factores, como las nuevas formas de comunicación; el desgaste de la representatividad popular; el problemático acomodo frente a las cambiantes condiciones de trabajo y la generación de ingresos para las familias; las exigencias y las necesidades sociales que cambian de orientación y sentido, como ocurre con la educación.

El ambiente general se caracteriza por la desazón enraizada en muchas sociedades. La forma en que esto se expone en Estados Unidos es cuestión relevante en términos políticos y culturales. La democracia misma es el centro de la disputa.