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Las cifras oficiales y la percepción sobre la influenza
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arece increíble cómo en unas cuantas semanas se modificó drásticamente la imagen epidemiológica de la influenza en nuestro país. La visión optimista que se tenía hasta hace pocos días (al 11 de febrero), en la que de acuerdo con los informes oficiales estábamos 42 por ciento abajo en el número de casos respecto del mismo periodo del año pasado, cambió de forma espectacular, y en menos de un mes (al 3 de marzo), estamos ante un incremento de 60 por ciento en el número de enfermos de influenza en comparación con la temporada invernal de 2015. Las cifras dieron una voltereta. ¿Qué fue lo que pasó?

Han pasado muchas cosas, pero la más significativa es que desde la primera semana de enero el aumento en el número de enfermos (confirmados mediante pruebas de laboratorio) no ha cesado. Estamos inmersos en una epidemia. Y no lo digo yo, lo dicen los datos del informe más reciente de la dirección general de epidemiología de la Secretaría de Salud (Ssa), en el que se muestra que las infecciones respiratorias agudas han rebasado la zona de éxito (conocida como Q1) en la que nos encontrábamos hasta el 11 de febrero, y la de alarma (Q3), para ingresar claramente desde el 25 de febrero a la zona de epidemia. Dado que los casos de otras infecciones respiratorias agudas, como las neumonías y bronconeumonías, permanecen a la baja, estamos claramente ante una epidemia de influenza.

El cambio abrupto en la tendencia de la enfermedad en las semanas recientes se ha prestado a suspicacias e incluso a acusaciones sobre la manipulación de los datos. Los 4 mil 121 casos de la enfermedad que aparecen en el más reciente reporte de la Ssa son aquellos que han sido confirmados por el análisis de las muestras obtenidas en todo el país por el Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica, integrado por 20 mil unidades de atención a la salud (Sinave).

Este sistema se nutre con la información proveniente de tres niveles: jurisdiccional, estatal y federal y está integrado por representantes de todas las instituciones del Sistema Nacional de Salud, por lo que difícilmente los datos pueden ser alterados. A lo anterior debe agregarse la vigilancia que realizan las Unidades de Salud Monitoras de Influenza (de acuerdo con el modelo centinela recomendado en 2006 por la Organización Mundial de la Salud). Así pues, hablar de la manipulación de datos es una acusación sin fundamento. Además, los métodos de recolección de la información y los procedimientos de vigilancia, son homogéneos en todas las instituciones, lo que permite la comparación confiable de los datos recabados en diferentes periodos.

Pero, por otra parte, puede decirse que hay un subregistro del número de casos, pues la única manera para asegurar que se trata de influenza es mediante las pruebas de laboratorio. No hay otra forma. Para la subtipificación (que permite diferenciar en el grupo A entre el A/H3N2 y el A/H1N1, por ejemplo) se necesitan las técnicas de biología molecular. Pero no a todas las personas enfermas se les realizan esas pruebas.

Los enfermos que vemos a nuestro alrededor por estos días (que podemos ser nosotros mismos), los que en su mayor parte son diagnosticados clínicamente (por fiebre mayor a 38 grados centígrados, tos, dolor de cabeza, congestión o escurrimiento nasal, dolor muscular o articular, etcétera), constituyen casos sospechosos de influenza o lo que se conoce como Enfermedad Tipo Influenza (ETI) y deben ser motivo de preocupación y atención médica inmediata. Pero debemos aceptar que son muy difíciles de cuantificar. Por su parte, los datos sobre casos confirmados mediante pruebas de laboratorio que se presentan en los informes semanales de la dirección general de epidemiología de la Ssa son de gran importancia y utilidad, pues permiten evaluar el desarrollo de una enfermedad y decidir las intervenciones de salud ante ella.

En conclusión en la actual epidemia de influenza no existe ningún ocultamiento de la información y las acusaciones sobre manipulación de datos carecen de sustento y resultan incluso irresponsables. Pero al mismo tiempo se debe reconocer que en los primeros meses de 2016 estamos ante un fenómeno nuevo que debe ser analizado con seriedad en el que hay una discrepancia entre las cifras oficiales y la percepción pública sobre la enfermedad.