Editorial
Ver día anteriorMiércoles 9 de marzo de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Venezuela: colisión en curso
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a Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que agrupa a la mayor parte de los grupos opositores al gobierno venezolano, anunció ayer que lanzará una campaña para deponer al presidente Nicolás Maduro. Por un lado impulsará la realización de un referendo revocatorio de mandato e intentará conseguir la aprobación de una reforma constitucional para reducir el mandato presidencial y lograr elecciones este año; por el otro, según declaró Jesús Torrealba, secretario general de la MUD, la dirigencia opositora tomó la decisión unánime de convocar al pueblo a conformar el movimiento de presión popular más grande que haya existido para activar todos, todos los mecanismos de cambio.

Planteado en esos términos, el exhorto de los antichavistas constituye un virtual llamado a derrocar al mandatario y no únicamente a buscar su separación del cargo por la vía parlamentaria. Si bien es cierto que los resultados de los comicios del 6 de diciembre pasado permitieron a la oposición hacerse con la mayoría de la Asamblea Legislativa por primera vez en los 17 años de gobierno chavista, ello no significa que tenga el camino abierto para llevar a cabo una modificación constitucional orientada a acortar el mandato presidencial, ni que logre la realización del referendo revocatorio: el gobierno tiene la posibilidad de recurrir al Tribunal Supremo de Justicia, más afín al Ejecutivo que al Legislativo, para frenar los movimientos institucionales que pretenden llevar a cabo los opositores.

Por su parte, el chavismo hizo saber, por vía del jefe de la minoría oficialista en la Asamblea, Héctor Rodríguez, que resistirá los intentos por sacar a Maduro del Palacio de Miraflores y dará las batallas en los ámbitos que se requiera.

La moneda está en el aire y ninguno de los escenarios puede darse por descartado. Lamentablemente, el más probable es el de una agudización de la polarización política en el país sudamericano, ya sea en el terreno institucional o en el de las confrontaciones callejeras. Es claro que los opositores han calculado que en los momentos actuales un llamado a tomar las calles puede tener combustible suficiente debido al ahondamiento de la crisis económica, particularmente en lo que se refiere al desabasto y a la descontrolada inflación. El chavismo, en tanto, sabe que su última línea de defensa es el llamado a la movilización de sus bases duras.

La combinación de ambos cálculos podría desembocar en situaciones de violencia semejantes o peores a las que ocurrieron en los primeros meses de 2014 y dejaron saldo de 42 muertos, entre oficialistas, opositores e integrantes de la fuerza pública, casi medio millar de heridos y cerca de mil 800 detenidos.

Con estos antecedentes, lo peor que podrían hacer ambos bandos sería terminar de cortar los puentes del diálogo institucional. Se requiere, por el contrario, que las dos partes hagan acopio de voluntad política y empiecen a buscar una alternativa a la confrontación que, por ahora, parece ser el único horizonte de la crisis venezolana.