El papa en Chiapas
en nuestro lenguaje común


La comadre de la esquina, 2015, Campeche. Foto: Nadja Massün

Xun Betan

Li’ smantal kAjvaltike toj lek.La ley del Señor es perfecta del todo y reconforta el alma. Con estás palabras inició el papa Francisco su homilía en San Cristóbal de Las Casas, frente a miles de personas, en su mayoría indígenas de varios pueblos de Chiapas, de México y Centroamérica. Así, el sonido de la lengua tsotsil llegó a muchos países del mundo. Nuevamente unas palabras del tsotsil se escucharon por los medios de comunicación internacionales. En 1974, con el primer Congreso Indígena, se dio a conocer la situación social de los pueblos indios, y en 1994 con el levantamiento zapatista se dieron a conocer las principales demandas. La voz de los pueblos indios comenzó a romper fronteras y barreras para denunciar la situación de despojo y muerte que los gobiernos han impulsado para apoderarse de sus recursos naturales, de la Madre Tierra.

El evento papal en Chiapas fue un espacio en el que, a pesar de los obstáculos, participaron varios grupos lingüísticos de los Altos. Son los mismos pueblos que se fortalecieron con el proceso de una iglesia inculturada que impulsara jTatik Samuel Ruiz. Estos pueblos transcendieron su espiritualidad a pesar de todos los embates, hasta tener una avenencia: crearon una síntesis espiritual (como le llama Eugenio Maurer) donde la espiritualidad se trasmuta en la síntesis de una expresión maya-católica. En ella se entrelazan la búsqueda de la plenitud del corazón y la armonía, que sólo se puede alcanzar con el reconocimiento de la dignidad y de la justicia para los pueblos. De ahí que muchos años se proclamó una iglesia que anuncia y denuncia, remitiéndose a la palabra de Dios desde las culturas y hablando sobre las injusticias que viven los pueblos.

Esta expresión de síntesis se ve en el uso de elementos de la tradición indígena dentro del ritual litúrgico, como el incensario y el copal; el manejo de la lengua, los trajes, las oraciones y las danzas rituales que se siguen manifestando en muchos lugares. La primera lectura, en lengua ch’ol, fue de tal manera que sorprendió por su belleza. Ni las instituciones creadas por el Estado han logrado, con sus cursillos y talleres, un proceso tan vivo, que nace desde el corazón de los pueblos y ha tomado el espacio de la iglesia inculturada como un lugar de formación y desarrollo de sus expresiones, basadas en la espiritualidad como herramienta de defensa y resistencia frente a un proceso de despojo y homogenización cultural.

A pesar de las rígidas normas litúrgicas de la iglesia, pudimos ver con sorpresa cómo dos mujeres encabezaron la procesión de entrada con sus copales. La primera lectura fue realizada por una mujer ch’ol; la sonoridad del idioma tsotsil entonó el salmo responsorial dicho por dos mujeres a quienes muchos ignoraron a pesar de la singular belleza de su canto. La relevancia de estos hechos tiene mayor impacto que el mero discurso oficialista de celebrar un día de la lengua materna, donde la doble moral celebra o se sensibiliza por un día, unas horas; el resto del tiempo actúa indiferente y a la primera oportunidad expresa su racismo frente a lo indio.

Este evento dejó en claro la fortaleza de los pueblos para mantener sus expresiones culturales y espirituales, a pesar de haber soportado incontables insultos por seguir compartiendo su fe dentro de una religión que los ha despreciado y subordinado por años. Nos muestra cómo ésta fortaleza va más allá del odio y el rencor, porque el sentimiento espiritual de los pueblos camina buscando algo más profundo, más sagrado, que es la sensibilidad de las personas con su entorno natural y la armonía en la vida; un poco inconscientes, porque también nos han enseñando a olvidar que somos personas. Integrarse y esconder los conocimientos de nuestros abuelos ayudó a mantener viva la esencia de nuestra cosmogonía, y ahora tenemos que fortalecerlos y despertarlos en el espacio y tiempo que nos toca vivir. Ya no podemos seguir divididos mientras nuestra Madre Tierra padece los dolores del odio y la devastación.

Las palabras finales de agradecimiento al Papa por su visita que le dirigieron representantes de pueblos tseltales y tsotsiles expresaron vivamente el amor a sus orígenes. Martha, mujer tsotsil, se dirigió al Papa diciendo: “Los pueblos mayas vivimos unidos al corazón del cielo y el corazón de la tierra, como es nuestra costumbre; vivimos en estrecho vínculo con los árboles, los animales, los ríos y manantiales; así es nuestro pueblo y queremos seguir floreciendo nuestro corazón”. Tal sentimiento ha permanecido vivo por muchos años, aunque sólo se teja en los textiles y haya quedado como parte de una historia romántica trasnochada. Y se le sigue mutilando mediante el despojo de territorios y un modelo educativo que hace desaparecer nuestra historia e identidad.

En esa celebración, los nadies aparecieron en escena y no folclorizados como acostumbran los gobiernos, tal cual hicieron en Tuxtla Gutiérrez, disfrazando a unos de indios, y otros arrodillándolos frente al papa y al gobernador: la imagen no disimula la indignidad de los gobernantes al tratar de mantener este símbolo de opresión y obediencia. Durante la celebración en San Cristóbal de las Casas el 15 de febrero se escucharon melodías en tsotsil, tseltal, mixe y castilla, que provenían de los grupos de coro que se prepararon para el evento. El son de la marimba, que representa la aportación de los afrodescendientes a la cultura local, sonaba sin cesar en manos de mujeres, la mayoría de San Cristóbal; ellas representaron una parte de la ciudad, donde se convive con los “auténticos coletos”, quienes unas noches antes de la misa del papa pretendían desalojar de la plaza principal a unos indios que andaban denunciando la ingobernabilidad del Estado.

En el cierre de la homilía del Papa se volvió a escuchar la frase li’ smantal kAjvaltike toj lek. Entonar palabras en lengua indígena no es común entre las personas no indígenas locales, ni siquiera entre los que trabajan en las ONG que prestan servicios a los pueblos. El símbolo de perdón se hace presente al tomar con respeto lo diferente, a ellos; escuchar y convivir en su espacio y momento. El rostro, tanto del Papa como de los indígenas presentes, se transfiguró en un gesto de diálogo entre dos culturas que buscan y encuentran su espiritualidad en un espacio y lenguaje común: la Madre Tierra.