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Restrenan en Buenos Aires La historia oficial, sobre robo de bebés por militares

La dictadura no toleraba que el cine contara lo que pasó: Puenzo

Saca a la nena del filme, te vamos a matar, amenazaron a una madre durante el rodaje

El ciclo nefasto está latente en el mundo con políticas económicas como la de esa época, afirma

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Tuvimos que fingir que el rodaje se terminaba y lo seguimos en forma clandestinaFoto Afp
 
Periódico La Jornada
Domingo 20 de marzo de 2016, p. 5

Buenos Aires.

El terror real se metió en la ficción de La historia oficial, película que se restrena esta semana, con la trama de robo de bebés en la dictadura argentina (1976-83).

Fue como si un enmascarado entrara a un set de filmación y apuntara con un arma a protagonistas de un policial.

Amenazaron de muerte a la madre de la niña robada (en el filme). Le dijeron que la sacara de la película. Tuvimos que fingir que el rodaje terminaba y lo seguimos en forma clandestina, cuenta Luis Puenzo, de 70 años.

La cinta reaparece restaurada con motivo de los 40 años del golpe de Estado.

Los dictadores no toleraban que en 1983, meses antes de su retirada, gente de cine contara una historia sobre apropiación de hijos de prisioneros políticos desaparecidos. Hay más de 500 casos. La organización humanitaria Abuelas de Plaza de Mayo ha logrado restituir la identidad de 119. Cuando se filmó La historia oficial, sólo habían recuperado tres.

Contra la pared

“A la mamá de Analía Castro (la niña de cuatro años en el filme), le pusieron una mano en el cuello, contra una pared, y le dijeron: ‘Sacá a la nena, es la última vez. Te vamos a matar’”, recuerda Puenzo, cuya película ganó el Óscar a mejor filme en habla no inglesa en 1986.

El truco fue llamar a rueda de prensa y decir que el rodaje había terminado. Hicimos una fiestita para periodistas, precisa este hombre cuyos cuatro hijos están vinculados al cine. Uno de ellos es Lucía Puenzo, realizadora de Wakolda, historia sobre el ocultamiento del criminal de guerra nazi Joseph Mengele en Bariloche .

Tuvo coraje la madre. No era una militante, era inteligente, dice el también director de Gringo viejo, protagonizada por Gregory Peck y Jane Fonda, basada en la novela de Carlos Fuentes.

La historia oficial narra la sospecha de Alicia (la laureada actriz Norma Aleandro), una profesora de historia cuya hija adoptiva es en realidad un bebé robado. La siniestra operación fue obra de su marido, Roberto (el reconocido Héctor Alterio), empresario ligado a los militares.

Aleandro ganó en Cannes el premio a mejor actriz.

Fue una suerte que lo haya compartido con la estadunidense Cher; promocionó la película, dice Puenzo. El Globo de Oro al filme en Estados Unidos fue otro trampolín.

La película narra la complicidad civil con el golpe y la dictadura. El apropiador trabaja en una empresa con estadunidenses y un general del ejército en el directorio. Muchos han querido tapar esta complicidad, rememora Puenzo. Aleandro se resistía primero a aceptar el papel. Había tenido que exiliarse por una bomba que le pusieron en su casa.

La postura del director es que “este ciclo nefasto sigue latente, y lo seguirá por dos o tres décadas más en todo el mundo. Lo sufren los sirios. Hay políticas económicas como la de la dictadura, muy parecidas en Grecia y España.

Nada ilustra mejor esta continuidad que la visita de Barack Obama, justo cuando recordamos el golpe el jueves 24. No es coincidencia, afirma Puenzo, también director de La peste, basada en la novela de Albert Camus, con William Hurt y Sandrine Bonnaire.

El cineasta afirma que Camus da la clave de que los ciclos siguen. Hay microbios que permanecen dormidos, pero inevitablemente vuelven a salir en la epidemia. Eso ocurre en política, afirma Puenzo.

El objetivo

La intención es reflexionar sobre que esto nos pasó a todos. Ningún país ha hecho tanto, como 200 películas de ficción y documentales, para entender qué pasó. Francia no reflexionó ni la mitad sobre la guerra de Argelia, pese a que hombres como Camus lo intentaron. En Alemania tardaron 40 años en contar la historia del nazismo, subraya.

En Argentina, 80 por ciento prefería no tener nada que ver con esta tragedia, según Puenzo. Pero decenas de miles de personas desaparecieron o se exiliaron.

Y la realidad volvió a colarse en la ficción. A Alicia, las Abuelas le muestran fotos y fichas de niños desaparecidos. No era utilería, era una carpeta real.

Era terrible. Hojeaba y mi personaje no podía exteriorizar emociones. Tenía ganas de llorar y salir corriendo, recuerda Norma Aleandro.