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Nosotros ya no somos los mismos

El Día de la Mujer y la elaboración de protocolos para la protección de quienes están en prisión

A

hora sí que tendidos, sin escalas, sin proemios, prolegómenos, exordios, prefacios, introducciones, síntesis, bueno, ni siquiera sinónimos, continuemos el vergonzante relato de hechos que no contribuyen muy animosamente, a la celebración anual del Día de la Mujer. O nos damos prisa o nos volvemos a quedar a la mitad.

Mujeres en prisión. A principios de mes se presentó en la Casa Lamm un estudio elaborado por Inacipe y equis justicia, relativo a la situación de las mujeres actualmente en prisión. En este documento se informa que 53 por ciento de las mujeres privadas de su libertad están acusadas por un delito relacionado con las drogas, en el cual su participación fue secundaria y generalmente auspiciada por su pareja sentimental. La mayoría son madres de familia, situación que acarrea inmensos perjuicios a los hijos menores y otros familiares. Tanto las autoras del estudio, Corina Giacomello e Isabel Blas, como las comentaristas Elena Azaola, la diputada Mariana Benítez y la magistrada Lilia Mónica López, consideran que es urgente elaborar protocolos de detención en caso de mujeres embarazadas, lactantes y con niños a cargo. Y hablando de protocolos, hace unos días el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación dio a conocer el que pretende atender la violencia contra las mujeres que genera la actividad política. El presidente del tribunal puso como ejemplo lo acontecido en Sonora durante la pasada elección de gobernador, en la cual participó una mujer, misma que resultó ganadora de la contienda. Durante la campaña se desplegaron mantas plenas de misoginia. En una aparecía una mujer embarazada y la leyenda: las mujeres como las escopetas, cargadas y en un rincón. La otra es tan soez y estúpida que repetirla sería contribuir, torpemente, a la difusión que buscan los autores de los agravios. Por su parte, el fiscal especial para los delitos electorales informó que el año pasado se detectaron (sic) 38 casos de violencia política de género. Bien, no les vamos a regatear el aplauso por ser tan duchos en conjugar el verbo detectar. ¿Qué la violencia fue a escondidillas? ¿Las mujeres violentadas encubrían a sus agresores, eran acaso redomadas masoquistas? En fin, lo importante es ¿qué hicieron después de leer las mantas y detectar los 38 casos de violencia? Porque yo no recuerdo haber leído nada sobre consignaciones, sentencias o, en su caso, una decisión favorable por haber escrito las mantas con buena ortografía. De todas maneras, gracias por su contribución a la estadística.

Un día cualquiera, y por desgracia cada vez con mayor frecuencia, nos asombra una noticia que llena los diarios y los espacios radiotelevisivos. Indignación y justísima ira nos invaden por unos días y luego, paulatinamente, van desapareciendo igual que los comentarios en los medios informativos.

Permítanme exhumar rápidamente algunos casos. Yesenia Armenta Graciano fue acusada de convenir un contrato, así se dice en el argot policiaco cuando se encarga a un pistolero profesional eliminar (en definitiva) a una persona. En el caso particular, el esposo. Desde el primer momento Yesenia negó la acusación que, por otra parte, no era sustentada por ninguna prueba. Pero ya ven ustedes cómo son de volubles las féminas. Yo contra la resignada petición del inolvidable Ferrusquilla, me deslindo y no quiero que me echen a mí la culpa de esta opinión. Ésta es, de acuerdo con sus derechos autorales, de la responsabilidad única del amigo Giuseppe Verdi: La donna e móvile /qual piuma al vento /muta d’accento /e de pensiero”. Pues resulta que tras de haber sido golpeada, torturada y violada, Yesenia salió con la novedad de que había cambiado de opinión y reconoció su responsabilidad en el crimen. Los argumentos concientizadores y las prácticas terapéuticas que le fueron aplicadas por los agentes policiacos, ahora vestidos de civil, la sacaron de la etapa de negación y confesó. Amnistía Internacional y otras ONG no le creyeron y solicitaron su liberación después de tres años de prisión. Ante abrumadoras evidencias, la SCJN, tomó la decisión de atraer el caso y Yesenia goza del amparo de la justicia cuasi divina.

Los siguientes tres casos que recuerdo parecieran producidos por el grupo inglés Monty Python. Sólo la tragedia que en el fondo encierra cada uno impide que lo chusco, lo inimaginable, lo irracional de cada historia nos bote, como primera reacción, de la risa. Fue en el sexenio pasado (marco chusco/trágico e inmejorable) cuando aconteció el primer capítulo de este relato. Lo resumo: Alberta Alcántara y Teresa González, indígenas nañús fueron condenadas a prisión por casi un sexenio en razón de que, con todas las agravantes de ley, secuestraron a seis policías de la Agencia Federal de Investigaciones. O sea, que la cuota que le correspondió a cada una de las dos enclenques, anémicas, descalcificadas nañús fue de tres mastodontes ventrudos, prepotentes, armados y, a la peor, ¡quién lo creyera! ligeramente eufóricos. ¿David contra Goliat, Dalila contra Sansón? Nada de eso: simplemente dos mujeres indíge-nas con una historia, una tradición, una cultura y una religión ancestrales, y seis pobres diablos inconscientes, irracionales y, como algún día me permití decir de Fox, inimputables, pero eso sí teniendo que obedecer instrucciones de un antropopitecus –nada– erectus. Como arriba les platiqué, esas mujeres, ¡un verdadero peligro para México!, fueron encerradas por transgredir, La ley y el orden. La SCJN, ante las evidencias apabullantes que le exhibieron OGN nacionales y organismos de reconocimiento internacional se vio obligada a desfacer el estúpido entuerto y ordenó su libertad. Luego, el Tribunal Federal de Justicia Administrativa (al que le encanta el juego de lo que hace la mano hace la tras) consideró que las ñanuncitas eran acreedoras a una indemnización por los años que no habían podido trabajar y recibir ingresos y, además, por el evidente daño moral recibido. Pero la Procu es una institución seria que no permite que se ponga en duda ni su eficacia ni su integridad. ¿Cómo pueden estas naquencias compararse con los socios de Ficrea, Mexicana de Aviación u Oceanografía? En estos casos que escapan a mis pobres entendederas recurro a un viejo sabio que es el magistrado Enrique Rábago de la Hoz, quien en esta ocasión me aseguró que el fallo definitivo se espera de un momento a otro. Me lo hará saber de inmediato y yo haré lo mismo con la multitud. ¿Ganarán esas macilentas ñañús (extranjeras en su propia patria, diría don Alfonso Reyes), o se impondrá la razón y los seis sheriffes serán condecorados?

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En un documento se informa que 53 por ciento de las mujeres privadas de su libertad están acusadas por un delito relacionado con las drogas, en el cual su participación fue secundaria y generalmente auspiciada por su pareja sentimentalFoto Jesús Villaseca

Otro asuntito: ¿Recuerda el caso de un ama de casa que fue al tendajo de la esquina a comprar una libreta para la tarea de su hija y pagó con un billete de cien pesos (no tenía ni más ni menos), y resultó que éste era falso? Como las autoridades estaban seguras que esta mujer contaba con todos los elementos necesarios para dedicarse a la falsificación de moneda (impresoras, planchas, papel especializado, tintas, etcétera), la aprehendieron, la condenaron fast track y la enviaron a las islas Marías. La acusación era tan desmesurada que la Barra Mexicana de Abogados, el Colegio de Abogados y la Fundación Barra de Abogados interpusieron una solicitud de indulto presidencial. Había razón: esa ama de casa, sin prueba alguna ni menos resquicios de sentido común, fue separada de sus hijos y confinada en una cárcel con 8 mil reclusos. ¿Había la mínima razón para que fiscales y jueces pudieran, en conciencia, considerarla culpable? Esperanza Reyes Aguillón, no sé quién es, pero como falsificadora de moneda pienso que Alejandro González Iñárritu la consideraría un absoluto miscast.

Lo que sobre el tema resta en mi faltriquera está lejos de agotarse y seguramente con cualquier pretexto pronto regresaremos a él. Es inevitable: origen, infancia y luego un mínimo de conciencia condicionan hasta a los más retobados octogenarios. Auméntele su pizca de Alzheimer y todo tiene explicación.

El lunes pasado, día 14, una mujercita súper querida por mí, cumplió sus primeros ocho años. Durante todo el tiempo que me dediqué a escribir la columneta y a relatar las desventuras que en la actualidad aquejan a sus congéneres, estuve pensando en ella y en su futuro. Mi torpeza para manejar estos artefactos dejó fuera lo que le quería decirle en su día. Lo menos que se me ocurrió fue dedicarle mis renglones y desearle mejores tiempos, en su tiempo. Pero si éstos no hubieran llegado para cuando fuera ciudadana, hago votos porque, honrando la parte femenina de su progenie, milite siempre en la ribera de quienes entienden que nacer mujer es un privilegio. Ximena, ¡Gracias!

Twitter: @ortiztejeda