Opinión
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Ciudad Perdida

En el aire, la solución al problema de la contaminación

Mancera gana primera batalla a Ávila

E

l asunto de la contaminación del aire en el valle de México aún no termina. Si bien los vientos han logrado sacar una buena parte de los gases contaminantes que se asentaron en la ciudad y sus alrededores, las estrategias y los programas que deberán tomar lugar en los siguientes meses para evitar otro problema como el que se vivió, no han logrado amarrar los acuerdos entre las partes para que las medidas se puedan echar a andar lo más pronto posible.

Pero además, dentro del mismo episodio ecológico vivido en la ciudad, es necesario entender que muy a la vista de todos, se libró una primera batalla abierta entre el gobernador del estado de México, Eruviel Ávila, y el jefe de gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, que tiene una sola meta: la Presidencia de la República.

Pese a la foto de las sonrisas, las manos entrelazadas y los abrazos fraternos, estos dos personajes traen desenvainados los machetes. Esta primera batalla fue sorda, directa, casi sin calentamiento previo. Los datos, así a simple vista, nos harían pensar que Miguel Ángel Mancera habría decidido lanzar el primer golpe en contra de Eruviel, y la respuesta fue un demoledor golpe bajo que hizo que la población de la Ciudad de México calificara al gobernador mexiquense de enemigo.

La acusación de Mancera acerca del poco cuidado que hace Ávila del transporte, sobre todo el público, sobre todo en los protocolos que evitan la emisión de gases a la atmósfera, recibió una respuesta callejonera, algo así como un chantaje: el gobierno de la Ciudad de México ya no podría tirar el tanto de la basura que se produce en la capital en los terrenos de su vecino, porque argumentaron, produce contaminación.

Hasta donde hemos logrado saber, en el gabinete de Mancera se discutieron varias propuestas, algunas con sello de locura salieron de la Secretaría de Gobierno, pero otras tenían respaldo de los datos y las investigaciones. A la Ciudad de México llegan habitantes de 58 municipios del estado de México, lo que significa más de 4 millones de viajes a las distintas delegaciones de la capital, en un día.

Esto no sería un gran problema de polución si los vehículos que viajan a la Ciudad de México estuvieran en las condiciones mecánicas suficientes para no contaminar de más los aires del valle de México, pero como todo el mundo sabe y ve, esas unidades son altamente contaminantes, y no se trata de confiar en los datos de la autoridad, los humos que salen de los escapes de los vehículos desmienten cualquier dicho alegre.

De esa manera, y aunque ya se tenían vistas algunas medidas, se pensó en impedir la circulación de los camiones, por ejemplo, ostensiblemente contaminantes, que casi son todos. Esa respuesta hubiera causado graves estragos en el gobierno del estado de México, que han consentido que los vehículos no estén en buenas condiciones, y parecía que la batalla se prolongaría.

Y fue ahí que pese a lo que se diga, Mancera demostró ser más político que Eruviel. Su declaración, la de Mancera, no fue estruendosa, pero sí muy efectiva. Su idea clara fue advertir que desde su gobierno no se tomaría ninguna acción que perjudicara a millones de mexiquenses que viene a trabajar a la Ciudad de México. El golpe noqueó a Eruviel, que terminó con la máscara del golpeador de callejón, como el pandillero que no supo usar la política en lugar de la violencia. Ahora el público espera el segundo episodio de esta batalla.

De Pasadita

La señora Gálvez, delegada en Miguel Hidalgo, ya probó, por los airados reclamos de sus gobernados, el tamaño del error que significa hacerle caso al señor fascista Arne guaguagua. Si la gente de esa delegación supuso que el PAN y la señora Gálvez podrían ser el remedio a los estropicios de gobierno, ahora ya saben qué tan equivocado pudo estar ese voto. Cuidado.