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Pánico en Bruselas
Todo estaba en pedazos; fue indescriptible
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Una hora después del ataque a la terminal aérea, en la estación del metro Maelbeek estalló un tercer artefacto, que dejó saldo de 20 muertos y un centenar de personas heridasFoto Afp
The Independent
Periódico La Jornada
Miércoles 23 de marzo de 2016, p. 3

Bruselas.

Fue cuando el metro comenzaba a salir de la estación de Maelbeek, en el corazón de Bruselas, en la hora pico de ayer, cuando el segundo de sus tres vagones voló en pedazos.

Arriba en la superficie, trabajadores y pobladores apenas empezaban a poner atención a los primeros reportes de los bombazos en el aeropuerto de Zaventem, una hora antes. Pero a las 9:11 de la mañana los pasajeros que pasaban por la estación, cerca de la sede de varias instituciones de la Unión Europea, tenían escasa o ninguna idea de que su ciudad estaba bajo ataque, hasta que el destino los puso en un tren elegido como blanco de los ataques.

Pierre Meys, quien ha sido bombero durante cuatro décadas, fue uno de los primeros en presenciar la secuela. Es la guerra, expresó. Fue indescriptible. Todo estaba en pedazos. En 40 años de hacer este trabajo, es lo peor que he visto.

A la hora del ataque los pasajeros estaban apiñados; el ajetreo estaba en lo máximo. Cuando ocurrió la explosión, los carros salían de Maaelbeek hacia la siguiente parada, Schuman, que es la estación principal de los edificios de la UE en la capital belga.

Una mujer que iba a bordo del tren declaró a la televisión estatal: Íbamos hacia el centro y el tren empezaba a moverse cuando hubo la más enorme explosión. Todas las luces se apagaron. Al principio no hubo mucho movimiento de gente, todo estaba muy calmado. Luego varias personas lograron abrir la puerta de nuestro vagón y la crucé corriendo. El andén estaba lleno de humo y corrí hacia la salida. Sólo seguí sin mirar atrás; no vi a ninguna de las víctimas.

Fuera de la estación, Alexandre Brans, de 32 años, quien también estaba a bordo, rumbo a Arts-Loi, se limpió la sangre del rostro mientras otros heridos caminaban sin rumbo con la ropa quemada; a un sobreviviente el forro del saco le colgaba hecho jirones. Fue una explosión en verdad atronadora. Había pánico por todas partes, relató Brans.

En la sala de salidas del aeropuerto, poco más de una hora antes, Alphonse Youla cumplía sus funciones de supervisor de equipaje en el área de registro para vuelos con destino a África cuando escuchó un estallido que de inmediato reconoció como el disparo de un arma. Hubo un tiro y un hombre habló en árabe, refiere. Después oí un bombazo, una explosión enorme. La gente comenzó a correr hacia las escaleras eléctricas o los elevadores. Dos ancianos se me acercaron y los puse en el elevador, pero no querían dejarme ir. Había muchas personas; me dije que otros necesitaban mi ayuda.

El empleado continuó guiando pasajeros hacia un lugar seguro mientras asimilaba la horrible escena de devastación en el área de registro. “Había cuerpos quemados. Las ventanas y las tejas del techo habían caído. Vi un cuerpo… el vidrio de las ventanas se desplomó y le cortó las dos piernas”.

Aún portaba su uniforme verde, manchado de sangre. Se le preguntó si había resultado herido. “Esta sangre no es mía –respondió–, es de las personas que ayudé.”

Ralph Usbeck, de 55 años, técnico en electrónica residente en Berlín, registraba su equipaje para un vuelo de American Airlines a Florida cuando ocurrió el primer estallido.

“Supuse que era un entrenamiento, pero había residuos en el aire, así que no estaba seguro de si era un acto terrorista. Segundos después ocurrió una detonación muchísimo más fuerte…

Fue el momento en que me di cuenta de que era un acto terrorista, declaró Usbeck a Associated Press.

Marc Noel, de 63 años, empresario de Carolina del Norte, había decidido ir a una tienda en la terminal para comprar algunas revistas de automovilismo mientras esperaba su vuelo de Delta Airlines hacia su lugar de origen. Tal vez la decisión le salvó la vida, porque cuando miraba las revistas se produjo la primera explosión, a unos 50 metros de donde estaba.

La gente gritaba, lloraban los niños. Fue una experiencia horrible. No quiero ni pensar en ello, pero probablemente yo habría estado en el lugar cuando detonó la bomba. Supongo que no era mi hora.

Julien, de 24 años, contador belga, en camino a Suecia, relató haber visto cuerpos entre la bruma y el pánico. Hubo una explosión enorme y todo el mundo estaba paralizado, algunos desmayados en el suelo. Cuando volví a mirar, a través del desorden y el polvo, pude ver personas en el suelo. No sé si estaban muertas, pero no se movían. No tuve tiempo de verificar; sólo salimos corriendo.

En la estación de Maelbeek, una sobreviviente describió cómo un olvido le salvó la vida. La mujer, no identificada, relató a la televisión estatal: Estaba al teléfono cuando noté que olvidé mis llaves. Bajé del tren y oí una explosión. La gente corría por todos lados. Había una mujer en el piso, herida. Mis llaves me salvaron.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya