Cultura
Ver día anteriorViernes 25 de marzo de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

Esa nueva vertiente narrativa cosecha éxito en Estados Unidos

Surge la gatoratura para ayudar a resolver tramas policiacas

La escritora Sofie Kelly convierte a los felinos Owen y Hércules en detectives en su novela Juego de patas

Me encanta la idea de que los mininos pueden hablar y de que son inteligentes, afirma usuaria del portal literario Goodreads sobre la decimonovena entrega de la saga de Joe Grey

 
Periódico La Jornada
Viernes 25 de marzo de 2016, p. 3

Nueva York.

¿Gatos que hablan y ayudan a resolver una trama policiaca ambientada en una ciudad pequeña? En Estados Unidos se está convirtiendo en un género literario, los cozy mysteries (misterios cómodos), en que estos animales domésticos ayudan a resolver casos de asesinato. Pero los lectores están un tanto divididos sobre si los animales pueden hablar o no.

La escritora Sofie Kelly ha cosechado el éxito convirtiendo a una bibliotecaria, Kathleen Paulson, en la heroína de sus novelas.

Paulson nunca quiso ser una loca con gatos, pero tras encontrar un cadáver cerca de su café favorito y darse cuenta de que sus felinos tienen poderes mágicos, los animales se convierten en detectives con cuatro patas.

Su gato Owen puede hacerse invisible, mientras Hércules logra atravesar paredes, así que es tan sólo una cuestión de tiempo que esta bibliotecaria de una ciudad pequeña pueda atrapar al asesino.

Sleight of Paw (Juego de patas) es el título de la novela, que se enmarca en esa nueva literatura, centrada en la resolución de un caso sin mucha sangre ni violencia, que siempre se desarrolla en ese mundo que parece inmaculado de las pequeñas ciudades estadunidenses y que está protagonizado por investigadores amateur (a menudo mujeres) que acaban atrapando al malo. Muy en la onda de Miss Marple.

Misterios cómodos

Los cozies mysteries gozan de tanto predicamento en Estados Unidos que incluso se están formando subgéneros. Algunas series giran en torno al mundo del ganchillo, otras se mueven en la cultura de los restaurantes, en otras los protagonistas son un profesor, un jardinero o una bibliotecaria. Pero lo que nunca falta es un gato o un perro.

Tan sólo hay una cosa en la que autores y lectores no consiguen ponerse de acuerdo: ¿deberían o no deberían poder hablar los animales? Para Shirley Rousseau Murphy el tema está claro. A mí me gusta un toque de magia en mis libros, dijo esta escritora, quien reside en California, al hablar del gato negro Joe Grey, que en sus libros habla y piensa como una persona.

Me encanta la idea de que los gatos pueden hablar y de que son inteligentes, asegura una usuaria del portal literario Goodreads sobre la decimonovena novela en la saga de Joe Grey.

Sin embargo, hay algunos a los que la palabrería de los gatos les disgusta y ni qué decir del pensamiento de que incluso puedan leer y escribir. Cuando se publicó el primer libro de la serie de Murphy, en el que un gato incluso se transformó en una mujer, un usuario escribió en el portal Amazon (que vende los libros online): ¿Deberíamos creer también que pueden casarse sin partida de nacimiento, sin número de seguridad social y demás documentación, que pueden conducir y encontrar un trabajo? Entonces se convertirían en personas con problemas humanos.

Foto
Chabelita, felina perspicazFoto Pablo Espinosa

El debate ha llegado hasta la Cat’s Writers Association (CWA), la asociación de autores que escriben sobre gatos y que cuenta con más de 300 integrantes en Estados Unidos. A muchos les horroriza pensar en gatos que hablan, señaló la presidenta de CWA, Amy Shojai, y opina que todo el que trate a su gato como si fuese una persona se equivoca. Shojai ha publicado más de 30 ensayos sobre el trato de los animales domésticos.

Un gato, explica, no está enojado u ofendido cuando por la larga ausencia de su propietario cambia su manta favorita o el lugar donde hace sus necesidades. Al animal le tranquiliza el olor de su propia orina. A los gatos les encanta la rutina y cuando salen de su casa, aquélla se rompe, argumenta Shojai. Eso es lo que les causa estrés. Pero en la literatura sobre gatos hay una única norma: no hay reglas.

Y así es con las novelas del turco-alemán Akif Pirinçci, quien tras la polémica con su novela Felidae se ha convertido en autor de novelas policiacas con gatos. Su minino Francis, tan amoroso como irritante, es un reflejo de las personas.

La escritora Rousseau Murphy se escuda en la libertad literaria para defenderse de todas las críticas. El hecho de que los gatos hablen entre ellos, pero no con las personas, es igual de irreal, insiste, y asegura además que no tiene tiempo para entrar en polémicas. Para mí esto es como cualquier obra del mundo fantástico, concluye.

Un fan casi nonagenario de este tipo de novelas califica de extremadamente creíble esta característica en una reseña en Internet.

Si los gatos realmente pudieran leer, hablar, discar números de teléfono y solucionar misterios, lo harían tal como lo hacen los gatos de Rousseau Murphy, señaló.

En opinión de Shojai, no hay sentimientos tan fuertes como la relación entre las personas y sus animales domésticos. Todos quisiéramos gatos y perros que hablasen y que salvasen nuestro día a día. Nos ayudaría a evadirnos de lo cotidiano.

Sofie Kelly acaba su novela Sleight of Paw, que protagonizan Kathleen y sus gatos mágicos Owen y Hércules, concluyendo: “Éramos los tres mosqueteros. Fuimos Batman y Robin y una bibliotecaria y probablemente estábamos locos”.