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Las opiniones se dividieron cuando en 2014 aceptó la máxima condecoración de su país

Falleció Imre Kertész, primer autor húngaro en ganar el Nobel

En Sin destino, con perturbadora prosa y lejos de la consternación, visibilizó su paso de joven por los campos de exterminio nazis

Tras la transición a la democracia de 1989 siguió teniendo una relación complicada con su patria, pues le preocupaban el creciente nacionalismo y antisemitismo

 
Periódico La Jornada
Viernes 1º de abril de 2016, p. 3

Budapest.

Aun cuando hable de otra cosa, hablo de Auschwitz, soy un médium del espíritu de Auschwitz, Auschwitz habla a través de mí, escribió Imre Kertész en Diario de la galera.

El escritor húngaro, ganador en 2002 del Nobel de Literatura, quien sobrevivió siendo adolescente a ese campo de exterminio nazi, murió la madrugada de ayer a los 86 años, en su casa de Budapest.

Kertész nació el 9 de noviembre de 1929 en una familia judía de la capital húngara. En 1944 fue deportado a Auschwitz y de ahí a Buchenwald, de donde lo liberaron las tropas estadunidenses en mayo de 1945.

En las décadas siguientes fue periodista, autor de comedias teatrales y traductor de autores como Nietzsche y Wittgenstein. Sin embargo, no pudo liberarse de los recuerdos de los campos de concentración nazis y entre 1960 y 1973 trabajó sin descanso en su obra fundamental, Sin destino.

El libro describe el paso de un joven de 15 años por los campos de concentración. Es una prosa perturbadora que no busca la consternación, sino que –como en una vivisección– hace visible el trauma del protagonista, György Köves. Éste llega a interiorizar tanto el orden del campo que incluso consigue experimentar felicidad.

El Holocausto, leitmotiv narrativo

Cuando escribió Sin destino se fijó sobre todo en el lenguaje, explicó Kertész en 2015, en una entrevista con Dpa. “¿Cómo se puede exterminar a más de 6 millones de judíos sin más? ¿Con qué lenguaje se puede expresar eso? (...) ¿Para qué fin se utiliza –bajo las condiciones de las dictaduras totalitarias– el lenguaje, para qué se utiliza al ser humano?”

Por eso era lógico que el protagonista de la novela fuese un niño. No para emocionar al público, sino porque en las dictaduras totalitarias la articulación del lenguaje de los hombres cae al nivel de un niño. Por eso para el protagonista, György Köves, es natural todo lo que es antinatural.

Aunque su prosa narrativa volviese a Auschwitz, el resultado está muy alejado de una monótona literatura de la consternación.

En Diario de la galera, que recoge apuntes de 1961 a 1963, el escritor rastrea la libertad del individuo bajo el dominio comunista. Y como reconocía, sólo tras la experiencia totalitaria del comunismo que vivió de adulto pudo penetrar de forma analítica en el Holocausto y convertirlo en objeto de sus narraciones.

Foto
Después de ser distinguido con el máximo galardón de la letras, Imre Kertész (el 10 de diciembre de 2002, cuando recibió el Nobel en Estocolmo) expresaba en una entrevista con el semanario alemán Die Zeit : Me convertí en una sociedad anónima, en una marca. En la marca KertészFoto Afp

Ese tema estaba unido a demasiados tabúes en el gobierno comunista húngaro, como por ejemplo la cuestión del pacto Hitler-Stalin y el antisemitismo latente en la Unión Soviética.

La sociedad húngara se resistía a revisar el pasado, en el que se registró la deportación de 600 mil húngaros judíos a los campos de concentración. En la época comunista tampoco hubo una discusión abierta al respecto.

Tras la transición a la democracia de 1989, Kertész siguió teniendo una relación complicada con su país natal. Le preocupaban el creciente nacionalismo y antisemitismo. Siguió evitándose hacer un análisis crítico sobre el pasado relacionado con el Holocausto, y la represión devino razón de Estado en los gobiernos de derecha.

Cuando en 2002 Kertész se convirtió en el primer húngaro en recibir el Nobel de Literatura, los medios de comunicación públicos se mostraron despectivos. Mucha gente de derechas lo consideraba un traidor por sus críticas a la situación en Hungría.

El dinero recibido por el Nobel le permitió instalarse en Berlín.

Las etiquetas con las que se le clasificó tras la concesión del galardón lo afectaron. Me convertí en una sociedad anónima, en una marca. En la marca Kertész, lamentó en una entrevista con el semanario alemán Die Zeit.

Desde 2000 sufría la enfermedad de Parkinson y a finales de 2012 se mudó de Berlín a Budapest, ya que, según reconoció, no podía seguir pagándose los costosos tratamientos en Alemania. Al parecer, en privado firmó la paz con su Hungría natal, gobernada desde 2010 por el conservador de derecha Viktor Orban.

En 2014 recibió la Orden de San Esteban, condecoración que data de la época del dictador Miklós Horthy, responsable de que Kertész y otros judíos húngaros fueran deportados a Auschwitz.

A muchos admiradores del escritor les decepcionó que éste se prestase a legitimar esa decisión de Orban, a quien consideran antidemocrático y lo acusan de minimizar el Holocausto. Otros lo respaldaron, pues consideraron que Kertész, defensor de la autonomía personal, había actuado de forma independiente.