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Bosque con historia
U

no de los sitios más queridos y visitados de la Ciudad de México es el Bosque de Chapultepec. Guarda parte importante de nuestra historia; se desarrolló alrededor de un monte cuyo nombre significa en náhuatl cerro del chapulín.

En sus faldas emanaban ricos manantiales que surtieron de agua potable a Tenochtitlan y a la urbe que se levantó sobre sus ruinas: la Ciudad de México. Esta riqueza y la hermosura del entornó llevó a que muchos grupos lo ocuparan a lo largo de los siglos. Se han descubierto vestigios de asentamientos teotihuacanos y toltecas.

Una vez consolidados en Tenochtitlan, los mexicas establecieron un santuario y jardines, que eran sitio de descanso y meditación de los gobernantes. Se cuenta que un visitante asiduo fue el sabio monarca texcocano Nezahualcóyotl, a quien se atribuye haber sembrado los ahuehuetes.

Después de la conquista, durante la primera mitad del siglo XVI, el arquitecto Claudio de Arciniega edificó una capilla renacentista dedicada a San Miguel Arcángel para sustituir el templo prehispánico que coronaba el cerro.

En un principio Hernán Cortés se adjudicó Chapultepec, pero no tardó el rey de España en ordenar que pasara a ser posesión de la corona.

En 1874, el virrey Matías de Gálvez comenzó la construcción de una casa de campo; la concluyó otro gobernante que amplió el proyecto del que habría de convertirse en el Castillo de Chapultepec. A partir de su conclusión en 1787 padeció diversas modificaciones tanto arquitectónicas como de uso.

En algunas épocas estuvo abandonado y se pensó en demolerlo; fue hasta 1819, cuando sufrió severos daños por un temblor, que se decidió reconstruirlo. En 1843 lo ocupó el Colegio Militar.

Durante la invasión estadunidense en 1847, el castillo se transformó en fortaleza militar y en desigual batalla se dio el incidente que originó a la leyenda de los Niños Héroes.

El emperador Maximiliano se fascinó con el lugar y decidió convertirlo en su residencia oficial. Para tal fin el castillo tuvo una profunda remodelación. Mandó diseñar una calzada que lo trasladara directamente al Palacio Imperial. La vía se convirtió en el Paseo de la Reforma.

Posteriormente varios presidentes lo ocuparon como residencia. En el gobierno de Lázaro Cárdenas, el castillo fue convertido en Museo Nacional de Historia.

A partir de entonces es el centro del parque, que ofrece innumerables atractivos a la población: zoológico, lago, jardín botánico y museos. Con sus dos ampliaciones: la primera y segunda secciones, es uno de los pulmones más importantes de la ciudad.

Ahora está en riesgo por los miles de vehículos que lo cruzan a través del Paseo de la Reforma, que provienen de los desarrollos urbanos del poniente de la urbe, entre otros Santa Fe, que congestionan y contaminan la zona severamente.

Esto podría agravarse, ya que está por aprobarse la construcción de una monumental rueda de la fortuna, a un lado del Auditorio Nacional. Este sitio ya genera problemas cuando tiene funciones; es de horror imaginarse lo que va a ser cuando funcione el enorme juego mecánico, el cual, además va a afectar la imagen urbana. Es un negocio privado que se niega a ubicarse en un sitio menos conflictivo. Ojalá el gobierno capitalino escuche a la ciudadanía.

Para prepararse a dar un largo paseo por Chapultepec, hay que comenzar con un buen desayuno. El domingo nos llevamos una sorpresa en el restaurante Los Primos, ubicado en Luis G. Urbina 4, en el Parque Lincoln de Polanco. El día caluroso nos llevó a elegir una mesa al aire libre, con la vista de unos enormes y frondosos fresnos. Pedimos los huevos huastecos, una verdadera delicia: sobre una hoja de plátano se extiende un espejo de salsa de frijoles, encima aparecen dos huevos fritos cubiertos con tiritas de cecina. El conjunto va delicadamente bañado por una salsa verde y salpicado con trocitos de queso panela, jitomate, chile y cebolla. Inesperados en un restaurante que se especializa en pescados y mariscos. Felicidades al chef Salomón.