Opinión
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Puntos sobre las íes

Recuerdos XXV

D

urante esa primera semana de trabajo en Madrid, debo confesar que las horas de trabajo, de 9 de la mañana a 6 de la tarde, parecían volar, estaba tan embebido en conseguir una carta de intención para el ambicioso proyecto, que si no me lo decían ni de comer me acordaba. Maravillado por lo que de Madrid había visto, me levantaba muy temprano y una vez rasurado, bañado y vestido, a caminar por el Paseo de la Castellana y si comprendía que no lle- garía a tiempo a la estación, entonces abordaba un taxi.

Y ahí, a exponer, a dialogar, a referirnos a la fiesta en México y el deseo de internacionalizarla, dedicando mucha de la programación del acontecer en otras latitudes taurinas.

Los directivos de Televisión Española, tal y como lo he señalado, acogieron lo presentado no con entusiasmo, sino con manifiesto interés y, en cuanto al asunto de los dineros, comenté que lo mejor sería que cada quien para su santo, es decir, ellos se encargarían de lo suyo y nosotros de lo nuestro, pero aclarando, repetidamente, que esto no pasaba de una opinión meramente personal, pues no estaba yo autorizado para tratar los renglones de los pesos y las pesetas, máxime cuando en España se hablaba de la inminente aceptación del euro.

Y así fueron pasando los días, hasta que una tarde, de buenas a primeras, se presentó en una de las reuniones el periodista Fernando Fernández Román, quien poco –por no decir que nada– sabía del proyecto.

Así que durante tres días lo enteré de todo y cuando le pregunté que le parecía el proyecto, con lenguaje totalmente castizo, me dijo “j…. .r, esto sí que es un cañonazo y ojalá que me permitan asistir a varias de las juntas”.

Y se lo permitieron.

Una vez que lo hablado y planteado parecía caminar sin mayores peros, me ofrecieron –lo que de inmediato acepté– aprovechara dos días para darme una idea de cómo trabajaban las áreas de redacción, programación, grabación y emisiones directas al aire y, en ánimo de ver y callar en calidad de mudo, me percaté que ellos y nosotros estábamos realmente empatados, en todos sentidos.

Un martes, apenas llegado, me llamó el director de programación para decirme que jueves y viernes tendrían dos o tres juntas con el director del canal y que aprovechara esos cuatro días para gozar de Madrid, que el lunes volveríamos a encontrarnos.

No me lo dijo dos veces.

Al llegar al hotel –recuerdo bien que fue cerca de las 8 de la noche, hora en que el eufórico Madrid comienza a despertarse–, les dije a mis compañeros de viaje que disponía de cuatro días de fin de semana y entonces don Aurelio soltó: Vámonos a Sevilla, que el domingo torea Curro Romero.

Su gran ídolo.

* * *

Y lo que aprendí…

Para transportarnos me dijeron que el ferrocarril de alta velocidad (más de 300 kilómetros por hora), conocido como el Ave, sería lo mejor y, además, hacía una sola parada en Córdoba, maravillosa ciudad.

Y, en el Ave volamos.

Para apreciar esa velocidad, tuve que ponerme a observar los postes tendidos muy cerca de las vías del ferrocarril y fue esa la única forma en que pude estimar aquella rapidez.

Por otra parte, la atención fue maravillosa, como de hotel de lujo y la cena digna de los más exigentes paladares.

Llegamos a Córdoba y para nuestra sorpresa estaba programada una conferencia, a cargo de tres profundos conocedores, para rememorar al gran Manuel Rodríguez Manolete, pero lo grandioso de todo esto es que nadie sabía dónde y a qué hora.

Por fin, tras de mucho averiguar nos dijeron, más o menos lo siguiente: Seguí de frente, hasta llegá a casa sú y ahí preguntá otra vez.

Seguimos de frente y nada, ni para donde y menos en qué horario.

Así que don Aurelio comentó que lo mejor sería tomar un taxi y, por fortuna, el chofer nos llevó derechito y, al cruzar una avenida, supimos lo que era la casa sú: la sucursal de una famosa casa de ahorros, denominada La Casa Azul.

De milagro, llegamos cuando la conferencia iba a comenzar y cuando uno de los presentes nos identificó como mexicanos y pidió se nos aplaudiera, aquello fue una sentida comunión entre mexicanos y españoles.

Y qué bien hablaron los conferencistas y qué bien la pasamos.

Fue inolvidable.

Continuará...

(AAB)