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Acusados o sospechosos de algún delito, la mitad de legisladores que votarán el impeachment

Hoy vence el plazo para que Rousseff presente su defensa

El gobierno de Brasil, a la caza de parlamentarios indecisos o partidos insignificantes

Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Lunes 4 de abril de 2016, p. 30

Río de Janeiro.

Hoy vence el plazo legal estatutario para que Dilma Rousseff presente su defensa formal a la Comisión Especial de la Cámara de Diputados que examina el pedido de juicio político en su contra. Y a partir de la presentación de la defensa de la mandataria empieza a correr el plazo final para que el encargado de preparar el informe termine su tarea y someta el resultado al escrutinio de los integrantes de la Comisión Especial.

Algunos detalles merecen atención en esa burda farsa golpista travestida de colores institucionales y, peor aún, constitucionales. De haber un mínimo de lisura y decencia de los diputados, otro sería el escenario.

Para empezar, de los 65 integrantes de la Comisión Especial, 31 son investigados, o están directamente imputados, por la justicia. Van a dictaminar sobre el futuro de una presidenta que llegó al poder gracias al voto soberano y popular de 54 millones de brasileños. Ella no está imputada, ni siquiera investigada. Dice la Constitución brasileña que cuando el presidente comete un crimen de responsabilidad, cabe su destitución por el Congreso. Rousseff no cometió ningún crimen. De los 65 legisladores que la juzgarán en esa primera etapa, hay indicios concretos (en algunos casos, pruebas) de que 31 de ellos sí cometieron delitos.

El conductor de todo el proceso del impeachment se llama Eduardo Cunha, y preside la Cámara de Diputados. Además de un sinfín de acusaciones que enfrenta en la justicia, ese señor es reo –nada menos que reo– en un juicio que lleva el Supremo Tribunal Federal. Delincuente contumaz y compulsivo, ya anuncia sus artimañas para liquidar a la presidenta: piensa reunir a la Comisión Especial (la de los 31 sospechosos o acusados) el domingo 17 de abril. Con eso contaría con manifestaciones multitudinarias para presionar a los parlamentarios, empujadas por los ardientes vientos del aparato mediático golpista. Todas las brechas del regimiento interno serán transformadas en artimañas y trampas por Eduardo Cunha, cuya obsesión febril, antes que salvar el propio pellejo, es liquidar al gobierno de Rousseff.

Con eso, su correligionario Michel Temer, vicepresidente, asumiría la plaza vacante, y quizá frene las investigaciones que sofocan a Cunha y sus muchos cómplices.

A partir de hoy, y en varios frentes de batalla, la guerra será durísima y los combates disputarán cada centímetro de terreno.

El PMDB, que hasta la semana pasada era, en teoría, el principal aliado del gobierno, promovió una ruptura ruidosa cuyos resultados, sin embargo, parecen menos espectaculares que los que estaban en los cálculos de Temer y su bando. Para empezar, la ruptura no se dio en la dimensión esperada: varios ministros del PMDB no movieron un alfiler para alejarse de sus puestos. Temer, que preside el PMDB, no es ningún cacique en ese partido de caciques. Apenas obtuvo 90 mil votos para elegirse diputado nacional por Sao Paulo, y lo elevaron a vicepresidente en los dos mandatos de Dilma mucho más por ser figura contemporizadora, casi decorativa, que poderosa e influyente. Los caciques más poderosos recriminan la manera en que se dio la ruptura con el gobierno. Algunos, como José Sarney y Jader Barbalho, siguen aliados a Rousseff. Y Renan Calheiros, presidente del Senado y del Congreso, dijo con todas las letras que la iniciativa capitaneada por Temer y su bando no ha sido ni oportuna ni inteligente.

Con el sello de traidor estampado en su imagen, Michel Temer no oculta sus movimientos tratando de armar lo que sería su gabinete de notables en caso de que, efectivamente, llegue a presidente. Por ahora, sin mucho éxito.

El gobierno, en tanto, sale aceleradamente a la caza de legisladores indecisos, de partidos insignificantes. La expresión sale a la caza podría muy bien ser sustituida por sale a la compra: se ofrecen puestos, presupuestos, cargos y recargos a cambio de supuesta fidelidad.

Movimientos sociales contrarios al golpe institucional se movilizan: esta semana habrá una serie de actos públicos con la presencia de trabajadores, artistas e intelectuales.

Ya los movimientos políticos favorables al golpe se movilizan con mucha más fuerza, pues cuentan con al menos tres impulsos importantes para seguir adelante. Primero, la totalidad de los grandes medios hegemónicos de comunicación, que alardean de sus anuncios y convocatorias como si fuesen la voluntad mayoritaria del pueblo.

Segundo: el pleno respaldo todas las grandes federaciones y confederaciones patronales, que gastan mares de dinero para comprar espacios publicitarios en la prensa, en los que aullan: fuera Dilma y ya basta. Y, tercero: cuentan con fuentes generosas de recursos, cuyos orígenes y volumen se niegan terminantemente a revelar.

Esta será, pues, una semana decisiva. La primera de las muchas, muchísimas semanas que parecen comprimirse en un abril de vértigo.