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De la mala calidad del aire al México tóxico
P

or más declaraciones en los medios, por más dinero gastado en publicidad para que los más de 20 millones de habitantes de la megalópolis más importante de América Latina supieran el contenido del nuevo y generalizado Hoy no circula. Por más explicaciones y rectificaciones de la Comisión Ambiental Metropolitana sobre los alcances y omisiones de dicha medida, la realidad prueba que no mejoran la contaminación atmosférica y la movilidad del transporte urbano. Además, la invitación de funcionarios de alto nivel y de algunos legisladores para trasladar a los ciudadanos en los vehículos que disfrutan con cargo a nuestros impuestos, lo único que hizo fue despertar las burlas en las redes sociales. Y para colmo, mostraron nuevamente su prepotencia al no sacar de la circulación las camionetas que ocupan sus guaruras.

Ni una explicación convincente para justificar que sigan intocables las concesiones de un transporte público obsoleto e inseguro (el ejemplo insuperable, el del estado de México) y las unidades extremadamente contaminantes que ostentan placas federales gracias a las cuales circulan libremente por toda la cuenca de México.

Ni una palabra de por qué no se cumplió con el programa establecido en 2011 en materia ambiental. Tarde se informa la clausura por corrupción de verificentros en la ciudad de México. Silencio cómplice de las autoridades de las entidades vecinas sobre dichos negocios. Y baja la popularidad del doctor Miguel Ángel Mancera, al que dejaron en solitario los mandatarios de los cinco estados cuyo parque vehicular (cerca de 2.5 millones de unidades) y sus zonas industriales contribuyen más que la capital a la mala calidad del aire. Fue el único mandatario que dio la cara ante la ciudadanía para lamentar lo que pasaba y pedir, por enésima vez, un frente común para establecer medidas integrales y de largo alcance que resuelvan la crisis ambiental y de salud. Nuevamente el titular del Medio Ambiente federal regresó a su sepulcro burocrático, mientras otra vez tarde Peña Nieto lamenta lo que pasa. Y se va de viaje.

El secretario de Hacienda, por su parte, niega apoyo presupuestal para mejorar el transporte público en la capital del país. Sugiere obtenerlo de fuentes externas, lo que significa endeudar más la hacienda pública de la ciudad. Cero propuestas para continuar el Metro hacia las áreas conurbadas: o iniciar la construcción de la red de trenes regionales que eviten la llegada de autobuses contaminantes a las terminales del Metro en Indios Verdes, Tlalpan, Pantitlán, Tacubaya, Toreo-Cuatro Caminos, Observatorio y otras estaciones.

Silencio de la responsable del ordenamiento territorial del país, la señora Rosario Robles, en torno a las medidas para que la mancha de asfalto no acabe con las áreas de recarga del acuífero y los pulmones verdes y agrícolas amenazados por la urbanización sin control. Y como cereza del pastel, precontingencia y continencia ambientales. En fin, las instancias oficiales mostraron estos días la falta de coordinación institucional, más preocupación por su futuro político que por la ciudadanía. Algunos centros de investigación piden más estudios y dinero para resolver un problema añejo, cuando ya existen y elaborados por especialistas reconocidos. Lo que falta es la decisión política y legislativa para acabar con el caos de la megalópolis.

Pero no solamente la cuenca de México está en emergencia por la mala calidad del aire. También el país por las sustancias tóxicas provenientes de la actividad industrial. Precisamente este jueves se presenta en la biblioteca Elena Garro, en Coyoacán, el libro México tóxico que sobre dicho problema escribieron la doctora Lilia América Albert (cuyo prestigio rebasa fronteras) y la socióloga y activista ambiental Marisa Jacott. La edición es de Siglo XXI y constituye una aportación muy oportuna en momentos en que el gobierno se empeña en proseguir un crecimiento industrial a cualquier costo y sin tener las normas legales y mucho menos una política integral para enfrentar las posibles emergencias por sustancias tóxicas.

Eso y mucho más prueban en su libro las autoras al criticar la negligencia oficial.