Opinión
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Homenaje a Consuelo Velázquez en Bellas Artes
De lo difícil de hacer la letra de un bolero
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Víctor Flores Olea, el primer presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) le pareció excelente la idea de organizar un gran festival del bolero. Una forma de reconocer su importancia cultural y rendir homenaje a sus grandes creadores e intérpretes. En un desayuno que tuvimos con él, Carlos Monsiváis se explayó en que, además de la Ciudad de México, se extendiera a Guadalajara, Tijuana, Veracruz y otras urbes, por medio de las universidades y centros culturales.

Flores Olea nos pidió ayuda para organizar una comida en la sede del Conaculta con las personalidades que darían realce al festival. En esa comida estuvieron, si mal no recuerdo, Emma Elena Valdelamar (autora de tres obras maestras: Mucho corazón, consagrada por Beny Moré; Mil besos, por María Victoria, y Cheque en blanco, por Lucha Villa); Lola Beltrán, quien interpretó muy pocos boleros, pero era infaltable; Óscar Chávez, Eugenia León y Guadalupe Pineda. Y por supuesto, doña Consuelo Velázquez y alguien que sabía mucho de la música popular y del bolero en particular: Gabriel García Márquez. Por estar fuera de la ciudad no estuvieron María Victoria, Lucha Villa y María Luisa Landín.

El festival no se realizó, por la abrupta salida de Flores Olea del Conaculta. Exigencia de Octavio Paz al presidente Carlos Salinas a raíz del Coloquio de Invierno organizado por nuestra máxima casa de estudios, la revista Nexos y el apoyo del Conaculta.

Luego de la comida, de la que Monsiváis salió disparado porque tenía 80 compromisos más, me ofrecí llevarla a su casa junto con Gabo.

Pero doña Consuelo quiso continuar la plática iniciada en el viaje y nos invitó a un café, que dio origen a un diálogo de conocimientos y gustos musicales. Por principio, el Nobel le contó la admiración que sentía por quienes escribían las letras de los boleros, tarea a la que él no se atrevía por lo difícil y luego de las obras maestras de Rafael Hernández, Pedro Flores, Isolina Carrillo, Osvaldo Farrés, María Grever, Ernesto Lecuona, Armando Manzanero, Agustín Lara, Gabriel Ruiz, Gonzalo Curiel, Rubén Fuentes, Mario Ruiz Armengol y muchos más.

Por eso, y por otras virtudes, le reiteró su admiración, además de referirse al perfecto ritmo de la letra y la música de sus creaciones. Regresó en el recuerdo a sus años juveniles, cuando los boleros de doña Consuelo se escuchaban en la radio colombiana. Y cuando hizo una gira por dicho país, donde irradió su imponente belleza, excelente voz y técnica pianística.

Esa tarde, la mención más citada de su repertorio fue Bésame mucho, el más grabado en la historia (hasta por los Beatles) y que identifica a México en el mundo. Pero también se recordaron otros boleros muy populares y los cantantes que los consagraron. Como Amar y vivir (en las voces de Leo Marini y Fernando Fernández); Verdad amarga, en la de María Luisa Landín, que también puso su sello personal a Corazón, con el respaldo de la orquesta de Pérez Prado; Franqueza, por Los Tres Ases, cuando la primera voz era Marco Antonio Muñiz; Que seas feliz, especialmente en la versión de Lucho Gatica; Cachito (dedicada a su pequeño hijo Sergio), famoso también en Europa y del cual hizo toda una creación el maestro Juan García Esquivel, y el bolero mambo Yo no fui, con dos intérpretes inigualables: Beny Moré y Pedro Infante.

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En su paso por la Cámara de Diputados (1979-82), Consuelo Velázquez desarrolló una activa labor en la Sociedad de Autores y CompositoresFoto cortesía del INBA

Doña Consuelo aprovechó para contarnos su experiencia en el campo de la política y la defensa de los intereses de los compositores, que no estuvo exenta de uno que otro sinsabor. Recordó al respecto su paso por la Cámara de Diputados (1979-82) y su activa labor en la Sociedad de Autores y Compositores. Aunque eran tiempos en que la piratería de las obras musicales no llegaba a los extremos de hoy, refirió los problemas que existían para que se pagara debidamente a los creadores por parte de quienes usaban sus temas en el cine, la televisión, la radio y las grabadoras. No faltó la referencia a su hijo Mariano, arquitecto y pintor que, agrego ahora, el año pasado, en el Teatro Degollado de Guadalajara, inició los homenajes a la gran figura de la canción.

Fueron tres horas en las que recordamos también la labor de su esposo, Mariano Rivera Conde (el más importante y visionario director musical que ha tenido nuestro país y al que le seguimos debiendo el homenaje que merece), quien desde la RCA Víctor lanzó a la fama a los compositores e intérpretes de México y América.

Recuerdo de épocas idas, pero disfrutadas al máximo, que Consuelito Velázquez define muy bien en la letra de uno de sus boleros más conocidos, Amar y vivir. Y que Diego El Cigala revitalizó espléndidamente para las nuevas generaciones:

Se vive solamente una vez Hay que aprender a querer y a vivir

Hay que saber que la vida
Se aleja y nos deja llorando
quimeras

No quiero arrepentirme
después

De lo que pudo haber sido
y no fue

Quiero gozar esta vida
Teniéndote cerca de mí hasta
que muera