Opinión
Ver día anteriorMiércoles 13 de abril de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Panama papers: piratas eran los de antes
S

i usted anda interesado en entender algo del escándalo mundial del mes (Panama papers), sugiero ponderar tres premisas:

Abrir cuentas offshore en cuevas de piratas para no pagar impuestos es legal y no pagarlos en su país de origen es ilegal. No cabe preguntar por qué.

Cuevas como las del Centro Internacional Financiero de Panamá y el Caribe son historia pasada. Estados Unidos, Gran Bretaña, Holanda y Tel Aviv, están llamados a ser las únicas cuevas de la piratería capitalista mundial. Cabe imaginar por qué.

El caso Panama papers es el último capítulo de la piratería hegemónica contra las economías de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (Brics). Tampoco cabe preguntar por qué.

Habrá más capítulos. Por ahora, tal es la hoja de ruta del anarcocapitalismo global, estación final del capitalismo mundial. Que a modo de juicio final o sumario incluye la guerra nuclear. Hoja de ruta, en fin, que el inolvidable poeta panameño José de Jesús, Chuchú, Martínez (1929-90), avizoró hace medio siglo en su libro One way:

“Sigan la flecha, el signo / Todo en orden, en fila, trépense al día / No hay razón para el pánico… Estas son las rutas / Estas son las rutas de las rutas a las rutas / Estas son las rutas de las rutas a la mierda”.

Claro, no hay que perder la esperanza. Quizás se cumpla el proyecto de la nueva Jerusalén de la familia Rothschild en el gran país del norte. De lo contrario… ¡el socialismo, chico!

Por consiguiente, no es de extrañar que en las universidades patito (o da igual, de excelencia académica), héroes del capitalismo pionero, como Henry Morgan (1635-88) y William Paterson (1658-1719), empiecen a ser revalorados con objetividad científica y soterrada admiración.

Es posible que en su juventud el galés Morgan se haya entusiasmado leyendo al jesuita irlandés Tomás Gage (1597-1656), quien escribió: Es que Panamá corrompe mientras los galeones del oro de Perú zarpan en dirección a la metrópoli ( Viajes por la Nueva España, Londres, 1648).

Al servicio del rey Carlos II, con métodos similares a los del llamado Estado Islámico, Morgan arrasó con los puertos españoles del Caribe, transportando a Londres los fabulosos tesoros de las minas peruanas y bolivianas. Cosa que en 1674 le representó el título de caballero de la corona, y el de gobernador de Jamaica, cueva matriz de la piratería inglesa en el siglo XVII.

Más reposado, el comerciante y banquero escocés Paterson concibió desde las Bahamas el Plan Darién, cuyo propósito apuntaba a crear una colonia en Panamá para el comercio con el Lejano Oriente. Un antecedente de la llamada Alianza Transpacífico. No le fue bien. Entonces, Paterson se asoció con los bancos holandeses, que hicieron fortuna cazando seres humanos en África. Hazaña legal que lo llevó a promover la fundación del Banco de Inglaterra (1694).

En medio de recias luchas antimperialistas, los primeros pasos para hacer de Panamá un paraíso fiscal cobraron fuerza entre 1932 y 1940. En 1959 fue aprobada la legislación que permitió abrir cuentas cifradas en los bancos, condenando su revelación. Sin embargo, el despegue del Centro Financiero coincidió con la revolución encabezada en 1968 por Omar Torrijos (1929-81).

Al año siguiente, un oscuro asesor económico de Torrijos, tecnócrata del Banco Mundial y luego presidente, Nicolás Ardito Barletta (1984-85), redactó el plan para liberar a los bancos del control gubernamental. En ese contexto se fueron fortaleciendo los nuevos piratas legales de la firma Mossack Fonseca, hackeada por Estados Unidos en días pasados.

En su libro Mi general Torrijos (1987), Chuchú Martínez apuntó: “…Por razones geográficas e históricas, Panamá ha sido un país de servicios, que por eso mismo inculca en sus ciudadanos la mentalidad de sirvientes, de waiters… Economía transitista, basada en servir lo que transita por nosotros: venderle sandías a los que atravesaban el istmo camino del oro de California, venderle agua a los barcos que transitan por el Canal, venderle sexo a los marineros borrachos norteamericanos, alquilar la bandera a los barcos como una cosa de ‘conveniencia’… En fin, vender, alquilar, sonreír, soportar, y encima de todo esto agradecer”.

Ejemplo de mentalidad waiter acaba de ofrecerlo el presidente Juan Carlos Varela, a raíz del escándalo de los Panama papers. Poco menos que de rodillas, Varela solicitó clemencia a la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), entidad controlada por las grandes potencias del capitalismo occidental.

“El llamado que hago a los países de la OCDE –dijo– es el de regresar a la mesa de diálogo y buscar acuerdos, y que no se use esta coyuntura para afectar la imagen de Panamá, porque eso no lo vamos a aceptar”. Por lo visto, Varela no entiende bien cómo funciona el capitalismo de verdad.

¿Imagen de Panamá? La imagen de Panamá fue indeleblemente salpicada con sangre popular el 20 de diciembre de 1989. Día en que el señor presidente y su banda de piratas new age celebraron la invasión militar yanqui en la patria de Justo Arosemena, Victoriano Lorenzo y mi general Torrijos.