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Galería en Milán dedica exposición al universo estético del belga Carsten Höller

Exitosa muestra tiene el poder de desorientar a los espectadores

Mi interés no es estudiar al público, sino crear una situación donde éste mire al otro, pues no es una conversación hecha con el lenguaje, afirma el creador de la instalación Y

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La propuesta de Höller, Y, es una pasarela cubierta por aros delgados revestidos con focos luminosos, un camino que al bifurcarse plantea cuál derrotero tomar, llevando cada uno a una puerta de color distinto y se accede por un túnel oscuro y a tientas se descubre la salidaFoto Alejandra Ortiz
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Viernes 15 de abril de 2016, p. 3

Milán.

La mejor forma de penetrar en el universo estético del belga Carsten Höller (Bruselas, 1961) es poner un pie en Y, instalación que cautiva al visitante en la exposición dedicada al artista en el Hangar Bicocca, donde concluirá el 31 de julio.

Esa propuesta de quien es reconocido en el ámbito internacional por el poder de desorientar, desinhibir y divertir al público, fue realizada en colaboración con la Galería Hayward de Londres, donde fue presentada el verano pasado.

Como indica el título, Y es una pasarela cubierta por aros delgados revestidos con focos luminosos. Un camino que al bifurcarse supone una duda respecto de cuál derrotero tomar, llevándonos cada uno a una puerta de color distinto, a través de las cuales se accede por un túnel completamente oscuro y accidentado, donde a tientas se descubre la salida.

Además del alivio, se abre ante nuestros ojos un mundo totalmente distinto al que dejamos antes de entrar: gigantescos hongos alucinógenos flotan al revés y se mueven si el visitante los acciona; sillas voladoras en un carrusel de feria inmóvil, un parapente que gira con lentitud para observar desde arriba las reacciones de los visitantes, gogles que reflejan el ambiente al revés, camastros para observar una pecera desde abajo, y en fin, un mundo alucinado que pretende cambiar la percepción personal y del entorno.

La prensa llama a Carsten Höller el Willy Wonka del arte, por su obra jocosa (su marca de fábrica son los toboganes gigantes, ausentes en la muestra). Sin embargo, se le podría nombrar el Pavlov del arte contemporáneo, donde su formación científica –incluido un doctorado antes de convertirse en artista en 1994– emerge en el mecanismo creativo de la obra y en su relación con el público.

Masificación de la cultura

Aunque Höller, en conferencia de prensa, afirmó que no pretende observar a su público ni estudiar sus reacciones, la sensación frecuente es la de ser ratas de laboratorio sometidas a un experimento ajeno a nuestro control. Sin embargo, se siente confianza en el artista; sabemos que no juega rudo y decidimos abandonarnos a su voluntad de manejar nuestras emociones, muchas veces de manera previsible.

La materialidad potente de la obra, las luces, los colores, recuerdan a las plantas carnívoras que cautivan a los insectos que al posarse son devorados. En el caso de Höller su obra atrae a cualquiera, navega en el flujo de masificación de la cultura, donde no hay cuestionamiento ni crítica y es fácilmente asimilable. Sin embargo, su naturaleza relacional y el cambio de paradigma es la fruición de una muestra donde el contacto del individuo con la obra se rompe y se abre a la colectividad: No estoy interesado en estudiar al público, sino en crear una situación donde éste mire al otro. No es una conversación hecha con el lenguaje, concluyó.

Höller pertenece a la llamada estética relacional definida por el crítico francés Nicolas Bourriaud, que la vincula con artistas como Maurizio Cattelan, Philippe Parreno y Rirkrit Tiravanija.

La obra de Höller, que ha sido expuesta en museos y bienales europeas, fue presentada al público estadunidense con muestra exhaustiva en el New Museum de Nueva York, en 2011.