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Economía Moral

Para unificar conceptos y mediciones de desarrollo, desigualdad y pobreza / V

Los principios que fundamentan el MMIP como sustento de la unificación

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uando (1989-1991) comencé el desarrollo en el Proyecto Regional para la Superación de la Pobreza en América Latina (RLA/86/004), del PNUD, el Método de Medición Integrada de la Pobreza (MMIP), mis guías fueron, por una parte, la experiencia de Coplamar, de la que derivé la importancia de evitar la fragmentación de indicadores (véase la entrega del 1/4/16); por eso el énfasis en la medición integrada. Por otra parte, mi conocimiento cercano de las aplicaciones, en América Latina (AL) de mediciones de pobreza de ingresos y de NBI por separado, y de los singulares experimentos, con fines comparativos, de Beccaria-Minujin y de Kaztman, que consistieron en cruzar ambas mediciones en cada hogar (identificar la condición de pobreza o no pobreza de cada hogar en ambos métodos), me permitieron percibir, lo que no hicieron los autores, que el cruce, en sí mismo, perfilaba un nuevo método al que sólo le faltaba definir un criterio de pobreza. Al identificar como tal criterio la unión de los conjuntos (es decir, es pobre el hogar clasificado como tal en uno de los métodos o en ambos), se conformó el método cruzado, o variante original (VO) del MMIP, que el RLA/86/004 adoptó como su método oficial y lo aplicó en 10 países de AL. Pero esta VO heredó defectos de los métodos que unificó; de NBI heredó su carácter dicotómico a ultranza. Por tanto, aunque ya era un método multidimensional e integrado de medición de la pobreza (P), no podía medir ni la estratificación social, ni la desigualdad (D) ni el desarrollo (DS). Mi propia autocrítica, fundada en ella concepción de las fuentes de bienestar (FdeB), me llevó a desarrollar la variante mejorada (VM) del MMIP, que supera las dicotomías de NBI al cardinalizar los indicadores (convertirlos a escalas métricas), identificar una detallada estratificación social y mide la desigualdad. Añadí también una tercera dimensión: la de tiempo libre, fundándome en la concepción de las FdeB. Pero mantuve el nombre MMIP que sólo hace referencia a P. Muchos años después (2007) me percaté que algunos de los elementos constitutivos del MMIP carecían de una fundamentación explícita, lo que me llevó a formular los Principios de Medición Multidimensional de la Pobreza para llenar ese hueco. Ahora que busco la unificación más explícita de los conceptos de P, D y DS, me pregunto si dichos principios son aplicables a D y a DS. Veamos. En el Cuadro he enumerado los primeros seis (de 12) principios y he añadido un comentario sobre su aplicabilidad para conceptualizar D y DS.

El Principio 1, multidimensionalidad de la pobreza, lo podemos extender a D y DS dadas las críticas demoledoras a la solución monetaria (entrega del 18/3/16) El Principio 2, de totalidad, se basa en la concepción holística del proceso de satisfacción de necesidades (N) que conlleva incluir todas las N, todos los satisfactores (S) y todas las fuentes de bienestar (FdeB) o recursos (R), sin recortar N, S, ni FdeB. Puesto que el bienestar objetivo (BEO) es elemento unificador de nuestros tres conceptos, el proceso de satisfacción de N, o proceso de producción de BEO, y elemento central del Principio de Totalidad, es aplicable a la triada DS-D-P. Aunque este esquema no explicita el otro elemento constitutivo del florecimiento humano, el desarrollo y aplicación de capacidades, se acerca un poco a tal visión al incluir entre las FdeB el tiempo libre y los conocimientos y habilidades, al incluir en los S las relaciones y las actividades del sujeto, y en las N, las emocionales, las de estima/autoestima y la de autorrealización. La aplicabilidad del Principio de Totalidad al estudio de la D significa que para medirla debe partirse de todas las N (partir del ser humano completo) y tomar en cuenta todos los S y todas las FdeB. El Principio 3, comparabilidad del BEO, que tiene ligas estrechas con el Principio 4, BEO marginal decreciente y con el 5, existencia de un BEO máximo, sostiene que el espacio en el que se pueden comparar (y agregar) satisfactores tan dispares como un juguete y el cariño de mamá, no son los ingresos, sino el de satisfacción de necesidades o bienestar objetivo (BEO). Los indicadores directos de BEO (alimentación, educación, salud, vivienda) no son comparables entre sí de manera directa. En cambio, los indicadores monetarios (ingreso, gastos de consumo) parecerían comparables por estar expresados en unidades monetarias que actuarían como ponderadores de los litros de leche y de las camisas. Pero no es así. Mientras el precio del juguete comprado es un número real positivo, el cariño de mamá no tiene precio. Por ello, en el Principio de Comparabilidad del Bienestar se sostiene que el espacio adecuado para lograr la comparabilidad entre el juguete y el cariño de mamá no son los espacios de S, ni de FdeB, sino el BEO. La aparente no comparabilidad entre los indicadores de BEO se explica porque su naturaleza común no se ha hecho explícita, porque no han sido rexpresados como indicadores de BEO. El BEO no tiene unidades de medida obvias. Tienen que ser construidas. Un punto de partida para ello es definir tres puntos conceptuales de referencia para cada indicador: el estándar normativo, que divide bien-estar de privación en cada dimensión, el mínimo absoluto o práctico, y el máximo conceptual. Este último implica rechazar el axioma de la no saciedad de la teoría económica neoclásica y aplicar el Principio 5, Existencia de un Bienestar Máximo. Nuestros tres conceptos, P D y DS, son conceptos embrollados (donde hechos y valores no se pueden separar) y, por tanto, los valores tienen que hacerse explícitos. Definidos estos tres puntos de referencia, la escala de BEO puede normalizarse para que el rango sea el mismo en todas las dimensiones y el estándar normativo esté en el mismo punto. Esta estandarización se complementa con los principios 4 y 5 sobre la asociación entre acceso a satisfactores y BEO, y con el 6, sobre el mínimo error. Dado el carácter común del BEO como elemento constitutivo (cuando no ampliamos la mirada al florecimiento humano) de la triada D-DS-P, es evidente la aplicabilidad de estos tres principios a la triada. El principio 6 del Mínimo Error postula que frente a las dificultades que enfrenta la medición multidimensional de P debe uno optar por la vía que lleve (con más probabilidad) al mínimo error. Si uno sabe que se minimiza el error al incluir dimensiones no monetarias y otorgar puntajes intermedios en vez de forzar las dicotomías 0 y 1, debe aplicar estos procedimientos. El sentido común sugiere que este principio es perfectamente aplicable al estudio de la D y a la faceta del DS asociada con el BEO.

Un elemento que debe destacarse es que al generalizar estos principios a la triada, la medición de la desigualdad y del DS requieren, como la medición de la pobreza, de la identificación del umbral que separa carencia de satisfacción, pues la conversión de satisfactores a BEO obedece a reglas diferentes debajo y arriba del umbral.

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