16 de abril de 2016     Número 103

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

La agricultura natural de Fukuoka

María Fernanda Campa-Uranga UACM-Geología médica  [email protected]


FOTO: Famille Jospin

Como geóloga dedicada a otros menesteres, no conocía sobre la toxicología, por lo que tomé cursos de pesticidas y otros químicos que me hicieron comprender que nadie se salva de ser envenenado. Entonces la cuestión es producir y comer alimentos NO tóxicos. Así que entré a un programa de agricultura denominado Permacultura en una chinampa de Xochimilco, y comprendí la existencia de soluciones sabias, tal es la propuesta de Fukuoka.

Masanobu Fukuoka (1913–2008) fue agricultor, biólogo y filósofo japonés, autor de las obras La revolución de una brizna de paja y La senda natural del cultivo, en que presenta su agricultura natural o el método Fukuoka.

El Método Fukuoka es un sistema de cultivo y aunque sus prácticas son para países productores de arroz, se ha aplicando con éxito en el mundo. La esencia es conservar las condiciones naturales tan fielmente como sea posible, de modo que el suelo se enriquece progresivamente y la calidad de los alimentos aumenta sin mayores inversiones ni esfuerzos.

La filosofía del método Fukuoka es trabajar junto con la naturaleza y no en su contra; observar prolongada y atentamente, en vez de trabajar mucho y con descuido, y considerar las plantas y los animales en todas sus funciones, en lugar de tratarlos de manera aislada. Su trabajo entonces entronca con la permacultura, pues busca cuidar la tierra y a las personas al mismo tiempo y encontrar modos en que los elementos se aprovechen en diferentes direcciones dentro de un mismo sistema. El método se desarrolló a partir de que gran parte de las labores humanas son por un lado innecesarias y penosas, y por otro destructivas. El interés de Fukuoka fue encontrar una fórmula para no agotar los recursos de la tierra al producir alimentos de calidad en abundancia y de ninguna manera para obtener ganancias.

El método desarrolla la filosofía del no-hacer (Wu-Wei), o intervenir sólo lo necesario, o lo mínimo posible en los procesos naturales para conseguir que la naturaleza potencie los resultados en condiciones óptimas de salud y vitalidad. Por eso, busca diseñar primero condiciones óptimas para el trabajo sin tecnologías, y con la mínima intervención. Existe un respeto profundo por las formas de la naturaleza y la confianza de que ésta puede proveer lo necesario si comprendemos sus ritmos.


FOTO: permaculturarioha.worrdpress

Para solventar problemas como las fitopatologías o plagas, es necesario alcanzar un conocimiento del equilibrio de las interacciones naturales del ecosistema donde queremos cultivar, de modo que sus particularidades no se nos presenten como un inconveniente, sino como factores beneficiosos. Por ese motivo, el método supone una visión más amplia de la relación entre procesos agrícolas y fenómenos naturales y de las ramificaciones de resultados que cada elemento produce.

Para Masanobu Fukuoka, la agricultura es un medio para el desarrollo del ser humano, su felicidad, potencial interno y su armonía con la Naturaleza. Esto se une con la concepción oriental de Dõ o vía de perfección de la filosofía taoísta y del budismo zen.

Los principios de trabajo del Método Fukuoka contrastan con la agricultura moderna por costosa y contaminante, y son los siguientes:

No al laboreo (arar): para mantener la estructura y composición del suelo con óptima humedad y micronutrientes;

No a las semillas mejoradas (transgénicas);

No usar abonos ni fertilizantes químicos: los elementos botánicos, animales y minerales del suelo, y la fertilidad del terreno de cultivo se regeneran como en cualquier ecosistema no domesticado;

No eliminar malas hierbas ni usar herbicidas: éstos destruyen los nutrientes y microorganismos del suelo; por el contrario, una interacción de plantas enriquece y controla la biodiversidad de un suelo;

No usar pesticidas (elixires de muerte): matan la riqueza natural del suelo;

No podar: dejar a las plantas seguir su curso natural;

No a la monoagricultura extensiva;

Sembrar con bolas de arcilla: ahí puede incluirse una parte de abono natural (estiércol). Las bolas pueden contener diversas combinaciones, según sea el tipo de cultivo.

La eficacia de su sistema se pone de manifiesto por la calidad de sus cultivos:

Su productividad de arroz, por ejemplo, sin el clásico y trabajoso sistema de inundaciones, tiene el doble de granos y de mayor tamaño que un cultivo tradicional. Su método sirve para reforestaciones, mejorar y reverdecer zonas desecadas para casi cualquier lugar de la Tierra. Su sistema ayuda a paliar la proliferación de hambrunas, empobrecimiento de pueblos y la comida basura o chatarra.

El señor Fukuoka no labra el suelo ni utiliza composta. No retiene el agua en sus campos de arroz a lo largo de la estación de crecimiento, lo cual es distinto a los cultivadores de arroz en general. El suelo de sus campos no ha sido labrado desde hace 25 años y sin embargo sus rendimientos se equiparan a las mejores zonas productivas de Japón. No causa contaminación y no necesita combustibles fósiles contaminantes.


Maíz y milpa en la agricultura
y la alimentación

Cecilio Mota Cruz Fundación Semillas de Vida, AC [email protected]


FOTO: Campaña Nacional Sin Maíz no hay País

La diversidad o variabilidad genética de las plantas cultivadas constituye la base de la producción agrícola y es, de manera directa o indirecta, resultado de la propia actividad, principalmente en los sistemas “tradicionales” o campesinos, donde las familias productoras seleccionan, conservan y reproducen sus semillas año con año. Contrario a los sistemas agrícolas industrializados, en los que se maneja un solo cultivo y se elimina cualquier otra especie, en los sistemas campesinos se mantiene diversidad entre y dentro de las especies cultivadas, lo cual es fundamental para la alimentación de la humanidad.

La diversidad de plantas cultivadas generada sobre todo en las regiones conocidas como centro de origen y diversidad ha sido ampliamente utilizada por el modelo de producción de la “revolución verde” que ha predominado desde el siglo pasado. Ello, por medio de su recolección, estudio, caracterización y evaluación, y también mediante la aplicación de métodos de selección y mejoramiento de las mejores poblaciones de plantas adaptadas a un modelo de producción industrial. Junto con el empleo de fertilizantes, mecanización y pesticidas, se ha logrado aumentar la producción de diversas especies. Pero ello ha implicado un alto costo energético y ambiental, con impacto en la salud humana y erosión de la diversidad de cultivos en varias regiones, y ha tendido a la apropiación cada vez mayor, por parte de empresas privadas, de las semillas, base de la reproducción de la agricultura, tendencia que se agudiza con los cultivos transgénicos.


FOTO: Campaña Nacional Sin Maíz no hay País

En las diferentes modalidades de agricultura –agroecología, permacultura y agricultura orgánica– que surgen como alternativas al modelo de “revolución verde”, la diversidad de semillas de plantas cultivadas resulta valiosa no sólo para su aprovechamiento sino también para aportar acciones y experiencias en su rescate, conservación y mejoramiento, como un bien común.

En México, la diversidad de maíces nativos es impresionante –cientos de variantes agrupadas en alrededor de 65 razas –. Las familias campesinas las cultivan en diferentes condiciones de temperatura, suelos, precipitación y altitud; en cada región se puede presentar el patrón de maíces blancos-amarillos-azules- rojos, de ciclo de producción tempranero-intermedio-tardío y con diferente textura de grano. Por ejemplo, en la Península de Yucatán, las razas nal-tel, dzit-bacal, tuxpeño, y combinaciones de éstas presentan ciclo de maduración corto, intermedio y tardío, predominando aparentemente las variantes amarillas, seguidas de las blancas y azules; todas para múltiples usos (tortillas, tamales, elote, atole nuevo, píibs, relleno negro, etcétera). En la Sierra Tarahumara, la raza de maíz apachito –de grano rosa– se “apura” más que maíces de la raza cristalino de Chihuahua o la raza azul; todas se emplean para tortilla, tamales, pinole, esquite, esquiate y tesgüino.


Maíces nativos en la Sierra Tarahumara. Razas azul, apachito y cristalino de Chihuahua
FOTO: Cecilio Mota Cruz

Cuando esta diversidad de maíz se acompaña de otros cultivos en espacio y tiempo, forma uno de los sistemas agrícolas más integrales y completos: la milpa. Aparentemente, hasta antes de la “revolución verde”, impulsada en la década de 1940, la milpa era un sistema con presencia amplia en diferentes regiones de México. Aún la podemos encontrar en áreas de producción marginal, zonas montañosas, en diferentes regiones indígenas y mestizas, pero en áreas de riego y buen temporal ha sido desplazada y prácticamente desaparecido. Con ello desaparecen también la diversidad de cultivos, arvenses e insectos; la riqueza que representa la interacción y el manejo ecológico del agroecosistema, y la base de una dieta rica y balanceada a partir de la energía que aportan el maíz, las proteínas y los aminoácidos esenciales de los frijoles, los ácidos grasos de las calabazas y las vitaminas y minerales que proveen los chiles, tomates y quelites.

La milpa implica complejidad como sistema ecológico, de manejo y producción, pues involucra cultivos con distinto requerimiento nutricio y de luz, un manejo diferenciado por la temporalidad en que producen y una mayor atención y labor en la cosecha. Diferentes factores económicos, sociales y políticos han influido en su disminución; sin embargo, en otras latitudes los sistemas diversificados de maíz se exploran como alternativas económicas y productivas reales ante la crisis ecológica y energética en los sistemas de producción (http://blogs.plos.org/ ecology/2015/10/17/china-leadsthe- way-intercropping-for-ecological- and-economic-efficiencyin- agriculture/). En México es importante estudiar y fortalecer, en colaboración y diálogo con las familias campesinas, los sistemas productivos como la milpa y la diversidad enorme de cultivos, conocimiento, cultura y prácticas que conlleva.

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