Opinión
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Paul Kantner, odisea espacial
A

reserva de cuál sea el lugar que finalmente ocupen Paul Kantner y sus desiguales artefactos Jefferson en la historia y fama del rock, queda claro que varias de sus obras son joyas musicales y literarias de peculiar inteligencia y virtuosismo instrumental. Surfean sin pudor entre Lewis Carroll, James Joyce, Samuel Beckett y Robert A. Heinlein. Valga recordar su mejor trabajo, ahora que se piró el 28 de enero. A diferencia del rave mundial desatado por la muerte de David Bowie dos semanas antes, pocos comentaron la partida de Kantner. En el Fillmore West de San Francisco alguien puso un ramo de rosas abajo de su foto.

Soplan vientos contra el imperio (1970), primer disco de Jefferson Starship (JS), queda entre las grandes obras conceptuales del rock clásico, al lado de Tomasito (The Who), La banda de corazones solitarios del sargento Pimienta (The Beatles), El muro (Pink Floyd), Arturo o la decadencia del imperio británico (The Kinks), Ratas calientes (Frank Zappa) y En la corte del Rey Carmesí (King Crimsom). En la segunda versión de su aeronave, Kantner reunió uno de los combos más espectaculares de la edad de oro del rock. No sólo conservó buena parte de Jefferson Airplane (JA), sino que incluyó a David Crosby, Graham Nash, David Freiberg (motor de Quicksilver Messenger Service, y futuro JS), medio Greatful Dead (Jerry García, Bill Kreutzman, Mickey Hart) y Harvey Brooks (bajista de Electric Flag, Miles Davis, The Doors y Bob Dylan en Como una piedra que rueda). El piano de Grace Slick, pupila directa del sexto Rolling Stone Nicky Hopkins (il miglor fabbro de Banquete de méndigos y Déjalo sangrar) proporciona una sólida arquitectura melódica.

Con vocalizaciones extraordinarias lideradas por Slick, las voces que acabo de mencionar entonaron las letras impecables de Kantner. El conjunto de guitarras no era menos virtuoso que las voces, en tiempos de armonías perfectas a lo Beatles, Crosby Stills & Nash (& Young), Simon & Garfunkel, The Mamas & The Papas, The Beach Boys.

Blows Against The Empire fue finalista para mejor representación dramática del Premio Hugo, el más prestigiado de ciencia ficción. Kantner siempre admitió haberse inspirado en la novela Los hijos de Matusalén, de Robert A. Heinlein. Se trata de una utopía bien jipi: secuestrar al planeta y llevarlo a las estrellas para fundar una comuna con niños, amor y paz. Algunas de sus piezas, como ¿Has visto las estrellas esta noche?, Amanecer o Secuestro, se cuentan entre las más bellas del rock occidental. En línea anarco-existencialista, Kantner extiende aquí su carta definitiva.

Después de Sopla... Kantner y JS siguieron creando excelentes documentos de rebelión musicalizada: El barón de La Caseta y la monja del Cromo, El pozo, Tierra, Pulpo rojo, Orquesta de rocanrol del planeta Tierra (PERRO, por sus siglas en inglés). Fiel al blues, la banda-nave trajo a bordo al violinista legendario Papa John Creach (El Papayón, quien en los 80 tocaría en México con todo esplendor). El fiddler se unió a JA, Hot Tuna y JS por igual; este hombre mayor de edad sería el puente entre aquellas aguas enfrentadas de música voladora.

En 1980 Kantner sobrevive una embolia y aunque ya nade vuelve a ser igual, persevera con JS hasta que sus nuevos músicos ganan la partida con tecnología y ruido, y abandona la nave llevándose el nombre Jefferson (y queda en Starship). Entre 2008 y 2014, con David Freiberg recuperaría JS. En Aire fresco (2009) reúne airosamente su repertorio, junto con piezas de Bob Dylan, Phil Ochs y U2. Su guitarra siguió resonando hasta el final.

En 1983, éste, su seguro servilleta, escribía de los Jefferson en Crines: otras lecturas de rock (compilación de Carlos Chimal, Libros del Salmón, corregida y aumentada en Ediciones Era, 1994): “Su música fue épica, melódica, prendedora, combativa: ‘Podemos estar juntos, deberíamos estar juntos... somos obscenos, sin ley odiosos peligrosos sucios violentos y jóvenes, pero debemos estar juntos’. Tanta revolución imaginaria para que Amerika no cambiara de manos y siguiera exportando guerras a cambio de plusvalía con cada vez mejores balas para los inermes cuerpos de sus víctimas. La utopía de los 60 murió de inanición y puerilidad. Lo que el militante, saboteador y músico Tully Kuppferberg (The Fugs) afirmó entonces con júbilo sirve de epitafio a la revolución florida: ‘Creo que la revolución vencerá si logramos sobrevivir los próximos años. Entonces gozaremos de un florecimiento artístico, social y humano tan profundo y hermoso, que toda la pasada historia de la humanidad se nos aparecerá como una pesadilla tonta e insensata’. Y murió tocando el ukelele”.

Más piadosa, la publicación electrónica Plastic Love Monkey parafraseaba en 2008 a Hunter S. Thompson al describir Blows Against The Empire, la obra maestra de Paul Kantner: Es la marca de agua más alta, donde la cresta de un hermosa ola rompe y comienza a retroceder.