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Ver día anteriorMiércoles 20 de abril de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El nuncio Christophe Pierre
E

n la amplia sala redonda retumbaba la voz del nuncio Christophe Pierre. Su tono era suave, pero riguroso; la madera pulida facilitaba la acústica perfecta, de tal suerte que los obispos ahí reunidos no podían perder detalle de su mensaje. Uno de los prelados arqueó las cejas y murmuró a su compañero más cercano: ¿Y a éste qué le ha picado? Estamos en el auditorio de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) en Cuautitlán, la mañana fría del 11 de noviembre de 2013. El nuncio está desarrollando su alocución dirigida a la asamblea de los obispos mexicanos, que consistía en un discernimiento sobre la persona del obispo a la luz del nuevo pontificado de Francisco. Ante el azoro de los altos prelados mexicanos, Pierre cuestiona el estilo gerencial de muchos obispos y los invita a “ser pastores con el olor de las ovejas… No seamos hombres con la ‘sicología de príncipes’. Hombres ambiciosos, ¡esto es un escándalo! ¿Existe un ‘adulterio espiritual’? No sé, piénsenlo ustedes…”

Christophe Pierre parafrasea al recién electo papa Francisco, quien también en Río de Janeiro, unos meses antes, habló fuerte sobre el papel de los obispos, ante el Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam). Estos reproches fueron pronunciados dos años antes del duro mensaje que Francisco pronunció en la Catedral en su visita a México, el 13 de febrero de 2016. Ante el pleno de la jerarquía mexicana, Christophe Pierre exigía: “Ser los pastores que acogen con magnanimidad para caminar con su rebaño, con los propios fieles y con todos, compartiendo alegrías y esperanzas, dificultades y sufrimientos… El estilo de servicio del obispo al rebaño debería caracterizarse por la humildad y también por la austeridad y la esencialidad”. Con toda lógica, el mensaje del nuncio mexicano irritó al cardenal Norberto Rivera, quien justo –mientras el papa visitaba Brasil– departía con hombres poderosos como Carlos Slim, Olegario Vázquez Raña, Miguel Alemán y Amancio Ortega, el hombre más rico de España, jornadas de asueto a todo lujo en la pequeña población gallega de Avión, en España. Pero volvamos a aquel noviembre de 2013, cuando el nuncio remataba su reflexión exhortando: Estamos llamados a ser pobres, a despojarnos de nosotros mismos, y por esto debemos aprender a estar con los pobres, compartir con quien carece de lo necesario. Les pide presencia física: “¡Eviten el escándalo de ser ‘obispos de aeropuerto’! ¡Permanezcan con su rebaño!”

Hay un enorme parecido y paralelismo entre el mensaje del nuncio en 2013 y la dura exhortación que el papa Francisco pronunció en la Catedral Metropolitana de México. Dicha similitud provocó que el semanario Desde la Fe señalara indirectamente al nuncio como el que mal informó al Papa para que éste pronunciara semejante reconvención. En todo caso, pese a sus malquerientes, Christophe Pierre es un actor de toda la confianza de Francisco, quien le encomienda una misión clave y delicada en la geopolítica pastoral del Papa. Esto es, dar seguimiento ante el puente abierto por Bergoglio entre Cuba y Estados Unidos, así como abrir otro más eclesial entre este último y México en materia de migración, además de atemperar los ánimos de obispos ultraconservadores en aquel país, que miran con desconfianza las reformas del papa Francisco. De tal suerte que, pese a sus detractores mexicanos, Christophe Pierre seguirá en la órbita eclesial mexicana.

Su retiro de México es oportuno. La confrontación con el cardenal Rivera se convierte en un factor delicado, máxime cuando éste está a las puertas del retiro y las aguas se agitan por la codiciada arquidiócesis metropolitana. Después de nueve años en el país, el nuncio se había convertido en un actor gravitante y en un factor de poder. Un contrapeso natural entre las disputas de los obispos mexicanos. Su mayor mérito es haber guardado un bajo perfil mediático y evitar opacar o competir con los liderazgos tradicionales ni con las representaciones institucionales de la CEM. Fue parco y cauto ante las confrontaciones, por ejemplo entre Carlos Aguiar Retes, entonces presidente de los obispos, y el cardenal Rivera, respaldado por un amplio sector de la ultraderecha laica. No conformó abiertamente grupos facciosos ni se alió con el gobierno, como hizo Girolamo Prigione (1978-1997); fue discreto y evitó protagonismos, como hizo Justo Mullor (1997-2000), quien enfrentó al cártel religioso de Prigione, el llamado Club de Roma, encabezado también por Marcial Maciel y sus Legionarios de Cristo. Fue un nuncio que viajó constantemente por el país recorriendo parroquias, seminarios, obras sociales e iniciativas diocesanas; contrastó con la superficialidad de Leonardo Sandri (2000), quien estaba más atento a las intrigas palaciegas en la curia romana que a las exigencias de su cargo en México.

Quizá se acerque más al perfil pastoral de Giuseppe Bertello (2000-2007), actual cardenal presidente de la gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano y presidente de la comisión pontificia para la Ciudad del Vaticano, actor cercanísimo al papa Francisco. Con Bertello se operó un cambio en el perfil de los obispos; al menos evitó los carreristas, oportunistas y politizados que había impuesto Prigione. Aunque Pierre tuvo preferidos y fue mentor de algunos obispos, como Eugenio Lira Rugarcía, quien cayó en desgracia después de la visita de Francisco a México.

Es muy difícil valorar el legado de un nuncio, porque es un operador de la diplomacia y orientaciones doctrinales y disciplinarias del pontífice en turno. Un nuncio es un representante diplomático de la Santa Sede con investidura de embajador, pero, en realidad, todos sabemos que los nuncios son los ojos, los oídos y los brazos del papa. Es representante del papa y abandera su sello ante las diócesis e iglesias particulares. Tiene la responsabilidad de proponer a Roma los nombres de los candidatos, así como los reacomodos internos entre los obispos. Por la proximidad geográfica entre Washington y México, Christophe Pierre seguramente aconsejará al próximo nuncio, en especial en el nuevo perfil de renovación episcopal que implica el nombramiento de nuevos obispos. Por ello creo que por el momento su adiós no es absoluto.