Opinión
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Ciudad Perdida

Sobre la norma 26

Freno, ¿a quién beneficia?

Hay pérdidas y expulsiones

T

arde o temprano la Asamblea Legislativa del Distrito Federal tendrá que enfrentar un problema que ha rehuido por años: la muy famosa norma 26, que tiene atorados un millón de créditos del Infonavit para la gente de esta ciudad.

La pregunta es: ¿quién o por qué se ha frenado la sustitución de esta norma, que ha sido calificada por muchas a instancias, pero enfáticamente por el diputado Raúl Flores, de clasista? Y la respuesta cae siempre sobre los hombros de la derecha panista.

Los azules aseguran que no habrá ninguna ley que permita que se utilice ese millón de créditos mientras la corrupción en el uso del suelo continúe como hasta ahora, aunque ese magnífico pretexto ha servido para evitar que se den los cambios que permitan ofertar créditos para vivienda a los capitalinos.

El asunto trata, como se ve, de vivienda de tipo popular, y eso no gusta mucho a la derecha que, por ejemplo, no quiere en ciertas colonias de la ciudad vecinos que no correspondan a su clase, y el gran problema es que los terrenos que podrían habilitarse para construir las viviendas para personas de ingresos bajos en muchas ocasiones están dentro de los lugares donde viven quienes apoyan a los azules, y que no están dispuestos a compartir espacios con alguien que no conozcan, por decirlo de algún modo.

Por lo pronto, a la Ciudad de México se le están yendo algunos millones de pesos en inversión, y lo peor, se le está yendo la gente, que huye hacia las periferias. Basta con salir por cualquiera de las carreteras que llegan a la ciudad para presenciar el caserío que se ha levantado en los cinco años recientes.

Los números dicen que precisamente en esos cinco años, de 2010 a 2015, más de 300 mil personas salieron de la ciudad para habitar viviendas de interés social que les ofrecieron en los estados de México e Hidalgo, principalmente, y a los constructores les ha ido tan bien que siguen levantando casas donde los dejen.

A la Ciudad de México llegan diariamente un millón 720 mil 145 personas; la inmensa mayoría de los municipios mexiquenses de Ecatepec, Nezahualcóyotl, Tlalnepantla y Naucalpan, y un porcentaje muy alto de esa cifra son personas que alguna vez vivieron en la Ciudad de México. Habría que decir que datos oficiales nos advierten que ocho personas de cada 10 que abandonan la capital del país deciden vivir en el estado de México.

Vamos, la situación es de este tamaño: en 2000, 70 por ciento de los nuevos habitantes en Ecatepec provenían de la Ciudad de México. Tal vez con esas cifras en la Asamblea Legislativa se pueda tomar el pulso para solucionar el problema, que no avanza y que cada vez se complica más.

De pasadita

Buena se armó en la Cámara de Diputados ayer cuando Jesús Sesma, del Partido Verde Ecologista de México, irrumpió en una reunión de la Comisión de la Niñez para regañar a la legisladora Claudia Villanueva, de su mismo signo, al parecer porque no le metió ganas a un punto que a él le interesaba. Allí, delante de todos y todas, la llenó de insultos hasta que el perredista Jesús Valencia, que preside dicha comisión, frenó al iracundo verde y le solicitó que abandonara el lugar. El diputado Sesma se indignó y acusó a Valencia en el pleno. Al final la cosa no pasó a mayores; la diputada terminó en llanto, el diputado verde se ganó una estrellita de machín y Valencia se quedó con el coraje.