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El legado de Obama
A

unos cuantos meses de que el presidente Barack Obama concluya su mandato, estudiosos, observadores políticos y simples ciudadanos se han dado a la tarea de bosquejar sus principales logros y sus más sonados fracasos.

La mayoría coincide en que la historia hará el mejor juicio. El tiempo y la cordura sedimentarán los ánimos, que por ahora jugarían un rol distorsionante en el veredicto. De momento, vale repetir una pregunta: Desde que Obama ocupó la presidencia, ¿el país está mejor o peor?

Un elemento a considerar en la respuesta es la popularidad alcanzada por el presidente. Gallup indica que en abril de este año Obama tenía 53% de popularidad. En 2008, la de George W. Bush era de 28%, y el promedio de popularidad de los presidentes poco antes de concluir su mandato es 47%.

Hace algunas semanas, en su editorial en The New York Times, Paul Krugman expuso que Obama merece una alta calificación por la reforma al sistema de salud, que algunos consideran una vía que despeja el camino al seguro universal. La furia y las falsedades que los republicanos levantaron contra la reforma costaron a los demócratas perder la mayoría en la Cámara de Representantes. En lo económico, Krugman destaca que Obama recibió el país con un desempleo de 12%, y lo disminuyó al 5% actual.

No menos relevante fue su apoyo a las minorías en su lucha por el voto; a las mujeres por el derecho a elegir su reproducción; a los gay por legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo; su impulso a la protección del ambiente, y las órdenes para suspender los juicios de deportación de millones de indocumentados.

Por supuesto también cometió serios yerros, como prometer intervenir en Siria en caso de que su presidente usara armas biológicas para contener las protestas en su contra, o la contradictoria deportación de miles de indocumentados. Pero sería un error omitir el contexto en el que gobernó: los obstáculos que los republicanos interpusieron para evitar que concretara su agenda de reformas, incluida la del sistema fiscal para poner un alto a la desigual distribución del ingreso.

En este contexto, vale resaltar la actitud de Hillary Clinton en su campaña presidencial. Una y otra vez reconoce los aciertos de Obama, no sólo porque fue su responsable de la política exterior, sino porque aprendió la lección de Al Gore, quien en 2000 perdió por su innecesaria terquedad de marcar distancia con el entonces presidente Bill Clinton.