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Isocronías

La imaginación sensible

S

i nos fijamos bien, el adjetivo sobra, pero hace falta. ¿Para qué? Para que nos demos cuenta.

Toda imaginación es sensible, toda imaginación hace sentir. Y sentir, así suene muy cursi, vivir es.

El que imagina vive –lo que no vive.

“Vivo sin vivir en mí…”

Sólo el que no vive en sí, en sí vive. O eso creo.

Desvivirse en algo, por algo, es pues vivir.

Pero uno no puede desvivirse en algo, por algo, por alguien, si no lo imagina. Es el ser imaginario de ese algo, de ese alguien, lo que provoca el desvivirse. El vivirse, el ser (lo que uno es).

Imaginado, el otro, persona, cosa, fantasía (no: fantasía no) nos hace uno. Somos la unidad que somos porque el otro existe. Y existe para sí, pero también para nosotros. Nosotros todos. En unidad, y en dispersión.

La imaginación, por otra parte, obliga… a hacer realidad, de alguna manera real, lo imaginado.

Y es que lo imaginado, ya imaginado es real –o, si se quiere, y aquí bromeamos un poco, probablemente real.

La imaginación es una buena guía para ser uno lo que uno verdaderamente es: probablemente real. (Y aquí lo que sobra, estoy pensando, es el adverbio).

La fantasía es caprichosa, la imaginación es armoniosa. Lo fantasioso puede parecer arte. Parecerlo. Y ser pretencioso (con ese o con ce, eso no importa) o ridículo (pero todo lo pretencioso es ridículo). La imaginación se da –sabe muy bien hacerlo– su lugar.

Nada de que la loca de la casa: es la casa. La casa vuelta, qué más puede pedirse, el universo.

Una vez escribí, hace ya mucho tiempo, la siguiente frase: Una tristeza sin música, eso es tristeza. La traigo ahora a cuento porque la música hace, si pertinente, imaginar. Imaginar, en relación con la frase citada, que, por ejemplo: no todo es tristeza.

Todo lo que hace imaginar, defino, es imagen. No es del todo lo que es y es a la vez bastante más de lo que es, pues siempre lleva a otro lado. Es un puente, un paso a desnivel, un camino. No es un sitio. ¿Es una alfombra mágica? Puede que sí.

Los imaginativos, parece ser, a los no imaginativos les mueven el tapete: Buñuel, Visconti, Bergman, Kurosawa… Bueno, aquí me voy a desviar un poco, el cine es musical. Dicho mejor, según mis experiencias, y a ellas me atengo, no hay arte que no sea musical: armonía pura, lugar en que quedarse a que camine el tiempo como quiera.