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Clinton: la búsqueda del voto judío podría ser la falla de su campaña
I

srael, a diferencia de la tierra del océano brillante de los medios estadunidenses, sí puede ser la tierra de los libres para sus periodistas. Gideon Levy, el profundamente inspirador y muy admirado, al igual que odiado. El columnista del diario israelí Haaretz ha escrito un furioso ataque contra 83 senadores estadunidenses, quienes apremiaron a Obama, en este glorioso año electoral, a incrementar la ayuda militar que Washington da a Israel, que hoy asciende a más de 3 mil millones de dólares al año. Levy los llama ignoramusas, y afirma que la carta que enviaron al mandatario es una vergüenza.

Cuando uno se entera de que Gideon Levy recibe más ataques verbales por parte del lobby pro israelí estadunidense que de los mismos israelíes, uno se da cuenta de que se trata de un hombre cuyas palabras serán tan despreciadas por la próxima administración de Clinton como ahora lo son por el actual gobierno de Obama.

La mayor parte de su dinero, senadores, está gastándose en mantener una brutal e ilegal ocupación, a la cual su país dice oponerse, le ha dicho Levy al foro más importante del planeta. “¿Qué es lo que hay ahí, en la más importante legislatura del mundo? ¿Una máquina que firma automáticamente cartas de apoyo a Israel? ¿Un cajero automático para que el lobby pro israelí lo use según sus caprichos?”

Casi se puede escuchar la exclamación de horror de Hillary Clinton. En poco más de una semana la directora de divulgación de asuntos judíos, Sarah Bard, quien también trabajó con la ex secretaria de Estado durante su intento fallido por la presidencia en 2008, llevará a cabo un acto de recaudación de fondos en Tel Aviv (los boletos cuestan entre 45 y 2 mil dólares). Bard realizará una discusión para explicar la importancia del apoyo de Hillary para Estados Unidos.

Se recordará que Clinton se opone a la campaña de boicot, que implica el retiro de inversión y sanciones para Israel. Eso no sorprende a nadie. Poco después de que le pidió al magnate de los medios israelí-estadunidense, Haim Saban, aconsejarla sobre cómo podemos trabajar juntos contra el boicot, Saban y su esposa Cheryl donaron 3 millones de dólares al súper comité de acción política de Hillary Clinton. Los Saban ya dieron más de 10 millones de dólares a la Fundación Clinton, institución puramente filantrópica”. Entenderán que nada tiene que ver con las ambiciones presidenciales de Clinton. Cheryl Saban también es miembro del patronato de la fundación.

La contribución de los Saban no pasó desapercibida por el Departamento de Estado. Sólo semanas después de que Hillary Clinton se convirtió en secretaria de Estado del gobierno de Obama, el asesor ético del departamento (tal vez el gobierno británico debería tener uno de esos) se opuso a un arreglo de consultoría que Haim Saban ofreció a Bill Clinton y aludió conflicto de interés. En un memorando dicho asesor fundamentó su objeción con base en el hecho de que Haim Saban, fundador de esa entidad, está activamente involucrado en temas de política exterior, particularmente en referencia a Medio Oriente (sic).

Lo que vale la pena hacer notar es que casi toda la información antes mencionada sobre la relación entre los Clinton y los que apoyan a Israel fue desenterrada y publicada por periodistas judío-estadunidenses. Jillian JayMelchior publicó esto en de The National Review y J. J. Goldberg en Forward, donde es editor en jefe. Dichas publicaciones son lecturas esenciales durante este año electoral en Estados Unidos, pues los votantes judíos no están tan unidos como Israel quisiera; puede verse cómo las críticas de Bernie Sanders a la ocupación israelí y a los desproporcionados ataques israelíes contra Gaza no necesariamente iban a arruinarlo en las elecciones primarias.

Sanders pagó el precio entre los judíos, pero éste no fue enorme, afirma un analista, quien opinó sobre el precandidato demócrata cuando señaló que la política de Estados Unidos en Medio Oriente debía ser más equitativa.

Nuevamente fue un académico judío, Norman Finkelstein, otra alma noble como Gideon Levy, quien señaló que Sanders, quien sería el primer candidato presidencial judío en la historia de Estados Unidos, ha arrasado con el voto árabe durante las primarias y forjado una alianza de principio con árabes y musulmanes. Sanders –a quien Finkelstein llama agudamente nuestro Corbyn– ahora será víctima de la candidatura republicana de Donald Trump, con el argumento de que Clinton es la única demócrata que con seguridad ganará la presidencia.

Pero esto significa que la precandidata se mostrará aún más servil con Israel. Cuando a Jake Sullivan, su mandadero-asesor, se le preguntó el mes pasado qué opinión tenía Clinton de la colonización judía de las tierras árabes, respondió: Lo que dijo de los asentamientos es que cree que todo mundo debe hacer su parte para evitar acciones dañinas (sic), y eso incluye respetar los asentamientos. La secretaria Clinton proviene de la tradición partidaria en ese tema respecto de su visión sobre los asentamientos. Lo único que falta en este falafel verbal fue la palabra Israel. Sullivan ni siquiera quiso asociar la política de Clinton con la gente que de hecho construye estos asentamientos.

Pero Trump ahora debe hacer su promesa de que será el mejor amigo de Israel para aventajar así la relación amorosa entre Clinton y los Saban, su apoyo incondicional a Israel y su odio por el boicot. Gideon Levy escribió que “sólo 17 de los 100 senadores fueron lo suficientemente valientes o se tomaron la molestia de pensar durante un momento antes de firmar otra escandalosa operación por parte del (mayor grupo del lobby israelí) AIPAC y de la embajada de Israel”.

La acción de los senadores significa que la fuerza destructiva y asesina de Israel caerá nuevamente sobre las devastadas casas de Gaza, y que Estados Unidos nuevamente lo financiará todo. Uno de los 17 valientes senadores fue, por supuesto, Sanders. Ahora Trump lo quemará... y tendremos a Clinton para seguir apoyando a los ignoramusas.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca