Opinión
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Algo anda podrido por doquier
B

rasil. No deja de ser aleccionador que la coalición de pillos que se organizó para desaforar a la presidenta Dilma comienza a desmadejarse por donde tenía que hacerlo. El líder de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, quien articuló la variopinta coalición parlamentaria para el impeachment estaba siendo procesado por varios delitos. Anteayer, en un decisión unánime, el Supremo Tribunal Federal decidió que Cunha dejara su escaño y la presidencia de la cámara legislativa. Lo sorprendente es el tiempo que le tomó al Supremo decidir sobre un personaje mejor descrito como un corrupto en serie. Como sugiere Nepomuceno (6/5/16) en este diario ,De haber atendido antes al pedido del procurador general, otro sería el desarrollo del golpe institucional contra Rousseff.

Estados Unidos. El triunfo de Trump en las primarias republicanas de Indiana aparentemente hace inevitable su nominación como candidato presidencial republicano. Comienza también a asomarse la división de todos tan temida. Para empezar los dos ex presidentes republicanos de la casa Bush han decidido hacer público que no votarán por el magnate inmobiliario. Paul Ryan, el poderoso líder republicano en la Cámara de Representantes, aún no está preparado para apoyar a Trump. Y entre los donantes billonarios típicos del Partido Republicano hay desconcierto. Lo que no deja de llamar la atención es la sorpresa de los sorprendidos. Fue la propia élite republicana la que prohijó al Tea Party, la que promovió la campaña contra Obama –por presuntamente no haber nacido en Estados Unidos–, donde Trump alcanzó una inicial notoriedad política, y la que ante el regocijo de juez Scalia y del ala conservadora de la Corte Suprema promovió y ganó la vergonzosa iniciativa de Citizens United por medio de la cual se garantizó la injerencia definitiva de los billonarios en las campañas electorales estadunidenses.

España. No se pudo conformar una coalición de gobierno y en consecuencia se tendrán nuevas elecciones en junio. Visto el comportamiento errático de Podemos –que es en sí misma una coalición de fuerzas y tendencias– y en cambio la actitud más responsable de Izquierda Unida es altamente probable que aquello que Podemos había rechazado el año pasado ahora ocurra, es decir, aliarse con IU. Por su lado el PSOE viene consolidando un polo centrista con Ciudadanos y es posible que la ineptitud y corrupción desbocada de Rajoy haga que un sector del electorado del PP se jale a este nuevo polo centrista. Algo de esto se percibe en los primeros sondeos a partir de que fue imposible una coalición de gobierno e inevitable la nueva convocatoria electoral. Sin embargo, el tema central es la corrupción de un sector de la clase política y la disfuncionalidad institucional.

Diseño institucional. Los tres ejemplos que menciono me hicieron regresar a un texto indispensable de Juan Linz (Journal of democracy, invierno 1990) sobre los peligros del presidencialismo y las ventajas del parlamentarismo. Ahí advertía sobre los peligros plebliscitarios del presidencialismo que luego Guillermo O’Donnell llama democracia delegativa, y Fareed Zakaria democracia iliberal y más recientemente Steven Levitsky denomina autoritarismo competitivo. Aunque con matices diferentes en todos los casos resalta la importancia de las reglas y de los actores en un ejercicio de rectificación democrática que por permanente no puede ser desatendido sin graves consecuencias. No deja de llamar la atención hoy lo que Linz consideraba uno de los problemas del presidencialismo: lo que denominó la legitimidad dual entre los poderes Ejecutivo y Legislativo que hemos visto asomar a lo largo del régimen Obama en Estados Unidos, el modelo presidencial por excelencia.

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