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Se reúnen para impulsar la unidad, pero el líder de la cámara baja no respalda al magnate

Trump y Ryan ponen un curita a la grave herida del Partido Republicano

La cúpula demócrata, alarmada porque Sanders insiste en continuar su campaña frente a Clinton

Corresponsal
Periódico La Jornada
Viernes 13 de mayo de 2016, p. 23

Washington.

Donald Trump, el virtual candidato presidencial republicano, llegó al Capitolio para verse con el representante más poderoso de la cúpula del partido, el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, en un intento por unificar al partido, pero sólo lograron ponerle un curita a la enorme herida potencialmente mortal que ha provocado el triunfo del multimillonario.

Mientras tanto, del lado demócrata, continúa la alarma entre algunos sectores de la cúpula sobre la insolencia del precandidato insurgente Bernie Sanders de continuar su campaña, con el argumento de que eso debilita a la favorita Hillary Clinton. Para alimentar la preocupación entre la directiva del partido, una nueva encuesta de Reuters/Ipsos registra un virtual empate entre Clinton (41 por ciento) y Trump (40 por ciento) a escala nacional. Hace poco más de una semana, la precandidata gozaba de una ventaja de 13 puntos, en el anterior sondeo de Reuters.

Pero hoy toda la atención se enfocó sobre la cumbre entre Trump y Ryan, días después de que el republicano electo más poderoso del país afirmó: aún no estoy listo para apoyar al candidato casi seguro de su partido, y Trump respondió que, igual, él no estaba preparado para apoyar la agenda de Ryan. Todo acabó con un comunicado conjunto de que buscarán la forma de trabajar juntos.

Si bien fuimos sinceros sobre nuestras pocas diferencias, reconocemos que hay muchas áreas importantes de terreno común, afirmaron en su comunicado. Agregaron que sostendrán más intercambios; estamos confiados en que hay una gran oportunidad de unificar nuestro partido y ganar este otoño, y estamos totalmente comprometidos a trabajar juntos para lograr esa meta.

Pero a pesar del tono conciliador faltó una cosa, la más importante: Ryan no respaldó a Trump. Más bien indicó que esto es un proceso que tomará algún tiempo.

Esta fue la reunión más importante de varias que Trump sostuvo aquí con el liderazgo legislativo republicano de ambas cámaras, en las que supuestamente hubo un tono cordial al discutir varias posiciones. Con algunos abordó el tema de cómo atraer el voto latino –gran preocupación entre los líderes– después de las famosas acusaciones contra mexicanos con las que se inició la campaña de Trump, así como sus planes para la deportación masiva de indocumentados.

El partido está lejos de superar las tensiones entre la cúpula y la campaña insurgente de Trump y sigue al borde de una ruptura interna. Vale recordar que en los últimos días toda la familia Bush (los dos ex presidentes George y el ex precandidato presidencial Jeb), entre otros, ha rechazado explícitamente respaldar a Trump, mientras el ex candidato presidencial Mitt Romney no sólo ha hecho eso, si no que ayer denunció a Trump por negarse a revelar sus documentos tributarios.

Más aún, varios políticos y estrategas del partido siguen preocupados de que la retórica antimigrantes y ofensiva contra mujeres, entre otros, podrían dañar no sólo las posibilidades de retomar la Casa Blanca, sino las perspectivas electorales de legisladores republicanos en las elecciones generales. Algunos han expresado alarma de que las consecuencias podrían ser tan severas que el partido pudiera perder el control de la cámara baja y hasta el Senado.

Por eso, la danza de Ryan y el ala conservadora tradicional en sus relaciones con Trump es muy complicada al buscar cómo defender sus posiciones sin subordinarse demasiado a las posturas siempre cambiantes del magnate, incluidas algunas que son herejías dentro de ese establishment, como la crítica y oposición que manifiesta a los acuerdos de libre comercio.

La división entre la ola insurgente que representa Trump y la vieja guardia no se resolverá pronto, y tal vez nunca, lo cual podría implicar una implosión del partido. Por ahora hay tres facciones: los que apoyan a Trump, los que con gran renuencia creen que están obligados a apoyarlo, y los que tajantemente se oponen a su candidatura.

Mientras tanto, los demócratas también continúan con una pugna interna entre la cúpula y la nueva corriente insurgente convocada y encabezada por Sanders. Después de sus triunfos en las recientes primarias en Virginia Occidental e Indiana, varios de los últimos 11 concursos de calendario electoral favorecen al socialista democráta, incluyendo el premio mayor de California, y Sanders ha prometido mantenerse en la contienda hasta el final. Más aún, argumenta que en las encuestas se demuestra que él ganaría contra Trump con un margen mucho mayor que Clinton.

De hecho, los sondeos recientes que indican que se está cerrando el margen entre Trump y Clinton, incluso en algunos de los estados claves del mapa electoral, nutren la percepción de Clinton como una candidata más débil y vulnerable de lo que se suponía hace solo unas semanas.

No por nada es cada vez más usual escuchar, medio en broma y medio no, que gente diga que huirá de Estados Unidos si gana Trump. Según una encuesta, un 28 por ciento de los estadunidenses están por lo menos considerando abandonar el país, y un 14 por ciento dicen que esa opción es muy probable.