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Diaconado femenino: probable, pero imposible
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l 12 de mayo pasado, el papa Francisco anunció la instalación de una comisión de estudio sobre el diaconado femenino, de los cuales se hace mención en la tradición de la iglesia primitiva, en la creencia de que las mujeres diáconos son una oportunidad para mañana. La noticia ha dado la vuelta al mundo y medios importantes han aplaudido la iniciativa; incluso otros se aventuran reivindicar no sólo la apertura del Papa al diaconado femenino, sino a la probable ordenación de mujeres. La revelación de Bergoglio ha encendido los focos rojos de los sectores curiales y conservadores de Roma: en seguida han salido a matizar la nota, diciendo que Francisco sólo ha mencionado la creación de una comisión y nunca habló de crear diaconisas. El Papa no ha dicho que tenga la intención de introducir una ordenación diaconal de las mujeres y mucho menos ha hablado de ordenación sacerdotal para las mujeres, recalcó al día siguiente Federico Lombardi, jefe de la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

Sin embargo, el solo hecho de que Francisco considere crear una comisión para analizar el diaconado femenino ha causado gran revuelo mediático y ha generado expectativas en el progresismo católico, que desde hace décadas ha pedido a Roma repensar a fondo el papel de la mujer en la Iglesia. En efecto, el pasado jueves ante la Unión Internacional de Superioras Generales reunidas en Roma, ante 900 delegadas, líderes de congregaciones femeninas de todo el mundo, el papa Francisco respondió de manera directa a las inquietudes expuestas. Una de las asistentes planteó: ¿Por qué la Iglesia excluye a las mujeres como diáconos? Y otra insistió: ¿Por qué no constituye una comisión oficial que estudie esa posibilidad? El Papa se preguntó sobre el papel de las diaconisas en los primeros siglos de cristianismo y respondió: ¿Constituir una comisión oficial para estudiar la cuestión? Creo que sí. Sería un bien para la Iglesia aclarar este punto. Estoy de acuerdo. Hablaré para hacer algo por el estilo. Acepto la propuesta. Será útil para mí tener una comisión que lo aclare bien. El tema no es nuevo: a inicios de su pontificado, en el vuelo de regreso de Río de Janeiro, el 29 de julio de 2013, dijo: “Sobre la participación de las mujeres en la Iglesia no nos podemos limitar a las mujeres monaguillo, a la presidenta de Cáritas, a la catequista… Tiene que haber algo más, hay que hacer una profunda teología de la mujer”. En su gira por Estados Unidos recibió los mismos señalamientos, pero no hizo ninguna referencia. A pesar de que Francisco ha reiterado que la ordenación de mujeres es un asunto por ahora cerrado, a principios de marzo el suplemento fe­menino de L’Osservatore Romano dedicó casi todo el número a demandar que las mujeres puedan predicar la homilía en la misa; el título del suplemento es revelador: Donne, Chiesa, Mondo (Mujeres, Iglesia, Mundo).

Las intenciones de Bergoglio, expresadas ante las religiosas de todo el orbe, causaron inmediata alarma en la curia, que salió de inmediato a matizar al Papa. Rápido tuiteó Giovanni Angelo Becciu, de la Secretaría de Estado de la Santa Sede, para expresar lo siguiente “El Papa me llamó por teléfono sorprendido por el clamor suscitado… Piensa en una comisión… No apresuremos las conclusiones”, afirmó Becciu, invitando, por tanto, a la cautela. El vocero del Vaticano, Federico Lombardi, habló de una bellísima conversación entre el Papa y las religiosas, pero matizó: Hay que ser honestos: el Papa no dijo que tiene intenciones de introducir el diaconado a las mujeres y mucho menos habló de ordenación sacerdotal de las mujeres. Es más, subrayó el portavoz, hablando de la predicación durante la celebración eucarística dio a entender que en esto no piensa absolutamente. Los conservadores portales de Aciprensa de Sodalitium y Cenit de los legionarios no ahorraron argumentos para acotar y suavizar lo declarado por Francisco, así como arremeter contra la prensa internacional por manipular y malinterpretar la iniciativa del Papa. Sandro Magister, vaticanista crítico del Papa argentino, lo califica de magisterio líquido, en el que le reprocha al Papa argentino que nunca dice todo lo que tiene en mente, sólo deja adivinarlo. Permite que todo sea puesto en discusión. Así todo se vuelve opinable, en una Iglesia en que cada uno hace lo que quiere. En un artículo de Ecclesia digital, coloca como uno de los graves riesgos de la iniciativa a la tentación del feminismo: el papel de la mujer en la Iglesia no es feminismo, ¡es derecho! Es un derecho de bautizada con los carismas y los dones que el Espíritu ha dado.

La discusión de la mujer en la Iglesia tiene larga data. Lo más próximo, en los años 60, teólogas feministas efectivamente reivindicaron un rol más protagónico para las mujeres en la Iglesia. En el último sínodo sobre familia, en 2015, un obispo canadiense formuló en concreto la propuesta del diaconado femenino. El cardenal Carlo María Martini reprochaba a Benedicto XVI mayor audacia a la Iglesia para situarse bajo una nueva era global en que la mujer había ganado a pulso mayores espacios en la vida social, mientras dentro de la Iglesia seguía predominando la misoginia y el desprecio por el aporte femenino. Martini sentenciaba lo siguiente en el libro Coloquios nocturnos en Jerusalén: “La Iglesia católica lleva más de 200 años de retraso… La Iglesia debe tener el valor de reformarse”. En México un conocido asesor laico del episcopado mexicano aborda el tema en su blog con temor y temblor. Más allá de la tradición de las diaconisas en la antigüedad de la Iglesia, la iniciativa puede ser muy oportuna para la crisis estructural de la Iglesia. En otros espacios hemos hablado no sólo del envejecimiento de los sacerdotes, especialmente en Europa, sino de la falta de vocaciones y de una peligrosa tendencia mundial de que la Iglesia no tenga sacerdotes que cubran mínimamente las necesidades de la feligresía. El diaconado femenino tiene muchos adversarios; hay demasiadas inercias, temores y misoginias en la Iglesia.