Opinión
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Orfandad política de los mexicanos
S

e especula que Agustín Basave dejará la presidencia del Partido de la Revolución Democrática (PRD) después de las elecciones locales del 5 de junio. Todo parece indicar que no pudo aplacar a las tribus internas de este partido y que le disgustan los extravíos políticos y económicos de sus principales dirigentes. Él sabía que si no lograba que los cabecillas de las diversas corrientes se asumieran como integrantes de un partido para enriquecerlo y no para buscar provechos personales y de grupo, sus intenciones de unidad y de fortalecimiento de la organización no valdrían la silla en que está sentado.

Si renuncia, como dice el rumor, el PRD continuará en crisis, todavía más pronunciada de lo que ha estado desde por lo menos 2009. Sus alianzas con el Partido Acción Nacional (PAN), pragmáticas y alejadas de cualquier principio histórico del sol azteca, fueron, me imagino, un esfuerzo desesperado de Basave por salvar el instituto que todavía dirige de la bancarrota total en el pedregoso camino a 2018. No lo logró y más bien creo que tales alianzas lo perjudicaron. Los dirigentes de las corrientes (tribus) de su partido no quieren ganar elecciones sino continuar repartiéndose las prerrogativas que les corresponden. Si a esto se agrega la denuncia oportuna de las desviaciones sexuales (pederastia) de su candidato (con el PAN) al gobierno de Veracruz, peor para el PRD. Las campañas negativas, aunque son groseras y de mal gusto, suelen dar resultados positivos para quienes las usan, y más cuando contienen algo de cierto aunque sea por testimonios que, no por auténticos dejan de ser, como dije, oportunos. Esto es sabido universalmente y en política no suelen haber casualidades sin intenciones precisas, buenas o malas.

Es lamentable, como ya ocurrió entre 2006 y 2012, que el PRD no trate de aprovechar inteligentemente la crisis del gobierno de Peña Nieto, el gobernante con menos simpatías en América Latina. En el pasado pudo aprovechar el desprestigio de Calderón y en lugar de hacerlo le dejó la cancha libre al Partido Revolucionario Institucional (PRI) que estaba prácticamente en la lona desde el año 2000. Si no hubiera sido por la candidatura de López Obrador, cuyo liderazgo superó al que había tenido Cuauhtémoc Cárdenas, el partido amarillo se habría desmoronado desde entonces. No ocurrió porque AMLO, en lugar de quedarse cruzado de brazos después del evidente fraude de 2006, logró aumentar el número de votos a su favor en 2012, a pesar de tener tantos obstáculos en su contra. Pero, deberá recordarse, los jefes de las tribus poco o nada hicieron por salvar su situación, ni siquiera después del tremendo descalabro de 2009.

Ahora tienen otra vez la oportunidad de rebasar al PRI y, lejos de intentarlo, siguen haciendo lo que tan bien hacen: mantener sus divisiones internas y transmitir una mala imagen. No puede extrañar que muchos perredistas se vayan a engrosar las filas de otros partidos, unos por decepción y otros porque no les dieron hueso o probabilidades de tenerlo.

Los grupos empresariales, por su lado, deben estar muy contentos con la situación de los partidos. No les importa la pérdida de legitimidad del gobernante priísta, pues a los miembros de este partido tampoco les importa. A Peña Nieto no le inquieta este tema: él gobierna, o dice que lo hace, y la opinión pública, por más adversa que le sea, es asunto de la sociedad no de su gobierno. Lo que les importa a los empresarios es que continúen las políticas que les favorecen y si la oposición está en desventaja, en buena medida por sus propios errores, mejor. Vaya, ni siquiera tienen que preocuparse por la inestabilidad existente en Brasil o Venezuela, ni mucho menos por tener que repetir un golpe de Estado ex ante como el que intentaron, con la complicidad de Fox, en 2005-2006. No todavía.

Tan mal están las cosas para los partidos que personajes sin ninguna posibilidad de triunfo están pensando en aceptar (por petición pública) ser candidatos dizque independientes para 2018. Peor todavía, algunos están pensando en declinar en favor de un independiente de unidad, aberración político-conceptual que sólo es posible en periodos de crisis política, de grave crisis. ¿Unidad de qué y ante quién? ¿No será más bien que quieren ver qué partido los hace candidatos?

¿Soltamos la carcajada o nos desgarramos las vestiduras por la muerte de la política? Ni una cosa ni la otra. Todavía hay solución: apoyar a quien o quienes tomen la política en serio y con responsabilidad republicana (¿Morena tal vez?). No permitamos que continúe el país a la deriva. Todavía hay mucho que salvar… y recuperar.

rodriguezaraujo.unam.mx