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El cineasta manchego habla con La Jornada sobre el dolor y la soledad que plasmó en Julieta

Almodóvar se mide en Cannes con los grandes; no soy vaca sagrada

Su filme en competencia cuenta el drama seco y contenido de una madre que busca a su hija desaparecida, historia basada en una obra de la Nobel Alice Munro

Quería que Meryl Streep protagonizara la cinta y que se desarrollara en NY, pero me invadió la inseguridad, reveló

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En la alfombra roja de Julieta, Michelle Jenner, Daniel Grao, Adriana Ugarte, Imma Cuesta, Almodóvar y Emma SuárezFoto Ap
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Viernes 20 de mayo de 2016, p. 8

Cannes.

Cannes acogió recientemente con un cálido abrazo a Pedro Almodóvar, el director más internacional del cine español, que retorna al melodrama y su desfile de mujeres, su amado territorio, para colmarnos de momentos brillantes y sentidos, muy vivos de celuloide en su obra.

Aplaudido por la crítica, su Julieta cuenta el drama seco y contenido de una madre que busca desesperadamente a su hija de 18 años, que desapareció del todo sin motivo aparente.

Trenes en la noche, mares en tempestad, el destino implacable, sentimientos de culpa y profundo dolor, y un par de actrices de primera (Emma Suárez, Julieta de madura, y Adriana Ugarte, Julieta de joven), que se mimetizan para crear admirablemente un solo personaje, son los ingredientes de esta nueva intensa aventura cinematográfica, la vigésima del veterano cineasta manchego.

Pedro, a sus 65 años, dos premios Óscar, chufo canoso, camisa amarilla, como el Sol, torna a la Croisette por sexta vez, en competición, porque quiero medirme con los grandes. No soy una vaca sagrada, dialoga con su usual elocuencia y muy complacido, como denota en esta entrevista, en la playa del lujoso hotel Martínez, en la Riviera Francesa.

–¿Ha leído las críticas sobre Julieta en estos días en Cannes?

–No he tenido mucho tiempo, y prefiero evitarlas. Los aplausos son siempre muy agradecidos. Una mala crítica de alguien que no tiene importancia acaba hiriéndote. Y, aunque no sea el caso, lo de abuchear en la sala me parece terrible. Aunque uno en un festival sea dueño de todos sus sentidos, no es el mejor sitio para apreciar a fondo una película. Pero vivimos en un mundo donde el exabrupto forma parte de nuestras vidas, y las redes sociales están llenas de gente que se regodea y se libera insultando. No estoy de acuerdo con ello.

–¿Por qué ha renunciado a su clásico humorismo en esta ocasión?

–Con la vejez me siento cada vez más austero. Es como si tuviera muchas ganas de contenerme. Por eso elegí sobriedad en la puesta en escena del filme. El paso del tiempo y hacerme mayor influencia mucho mi obra. No trabajo por encargo. Soy independiente y dependo de la inspiración. Como bien decía Philip Roth: La vejez no es una enfermedad, es una masacre. El proceso de envejecimiento ya ha empezado en mí, desde hace dos o tres años, con un problema muy severo de ciática. Me operé hace un año. Y toda esa presencia de un dolor tan profundo en la espalda y la soledad en la que he vivido estos años las impregné en Julieta. Si hubiese escrito esto en los años 60 o 70, Julieta no hubiese estado sola. Su nostalgia y maternidad atormentada habrían sido de otro modo. Pero es sólo en este momento de mi vida en que la he condenado a esta soledad. Mi vida se proyecta en lo que escribo, de modo inconsciente, por eso no quiero que nadie escriba mi biografía, ni ahora ni en el futuro. Mucho menos que me hagan un biopic. Queda prohibido para todos.

–¿La soledad es un estado que usted disfruta mucho ahora?

–Vivo muy aislado y no soy nostálgico. El proceso de escribir es corregir mucho. El silencio es importante y demanda tiempo. No quiero convertirme en un misántropo. Debo acudir más a mis amistades, sobre todo ahora que me encuentro mejor de salud. No sé si esta soledad es elegida. Pero aunque haya sido deliberada, prefiero volver a tener una vida más coral, para no tener que hablar sobre mi propia vida.

–Ha renunciado a su barroquismo y a sus excesos en Julieta, pero no así al color rojo, siempre predominante...

–Soy hijo del Technicolor, de los colores vivos que contrastan. La película arranca con el rojo, que es el color de la sangre, la intensidad en todos sus aspectos, pero sobre todo en el pasional y sexual. Es el fuego, el deseo. Es un color definitivo. Palpita y debajo hay una mujer.

–Una de las mayores virtudes de este filme es la mimetización que logran las dos actrices para dar vida a Julieta, un solo personaje con tanta credibilidad…

–Son dos actrices distintas físicamente. Yo dudaba si una debía imitar a la otra. Pero después, excepto en el modo de andar, hubo un momento en que nos olvidamos de ello. Lo importante era que cada una la representara según su edad. Su juventud es un momento vital muy distinto a su madurez. Es una opción que tuve muy clara desde el principio: tratar con dos actrices, pues no creo en el envejecimiento del personaje en el cine a través del maquillaje.

–Con su productora cinematográfica El Deseo, ¿siente que ha cumplido todos sus deseos?

–Cumplí uno muy importante, que es tener el control sobre mi obra. Es un privilegio cumplir esos deseos. Son buenos, te mantienen vivo. Profesionalmente, me queda pendiente seguir haciendo películas cada dos años y que no me identifique con ellas. Si reviso mis películas anteriores es sólo por un asunto técnico, o porque intento restaurarlas. Aunque me siento siempre orgulloso de haberlas hecho. Mejor no tener la presión ni la responsabilidad de lo que he hecho en el pasado. Ya tengo muchas presiones, que son las que yo mismo me impongo. Me siento muy inseguro cuando escribo.

–¿Cuándo planea rodar una película en inglés, desembarcar en Hollywood?

–Cuando merezca la ocasión. De hecho, Julieta nació en inglés. Está basada en los tres relatos de la canadiense Alice Munro (Premio Nobel de Literatura). Cuando los leí, adquirí enseguida los derechos, en 2009. Pensé inicialmente en ambientarla en Nueva York, ciudad que me es familiar, y hasta había ya hablado con una actriz, nada menos que Meryl Streep, para mi Julieta. Pero a último momento me invadió la inseguridad.

La cámara crea una belleza autónoma

–¿Cuáles son los requisitos para ser una chica Almodóvar?

–Es cuestión de suerte. Pero que no tenga prejuicios. Que sea libre y espontánea. Que haga funcionar tan bien las comedias como el drama. Carmen Maura y Penélope Cruz son un perfecto ejemplo de ello. Son muy guapas y la fotogenia es muy importante. La cámara no es como el ojo humano. Selecciona de modo misterioso. Mira como ha favorecido el físico de Rossy de Palma. Sus rasgos son peculiares y la cámara los adora y los favorece. Ésta crea una belleza autónoma, de la cual el director debe estar atento. Los directores que se enfocan más en papeles masculinos se pierden un gran tesoro. El modo de reaccionar de las mujeres es muy dinámico, mucho más cinematográfico. En los hombres latinos, en cambio, hay una especie de pudor.

–En vísperas del palmarés, ¿se siente como un director al borde de un ataque de nervios?

–(Risas) Al principio claro que sí. Da igual que haya venido otras veces. Pero esto forma parte del placer, pasear por la alfombra roja. Pero ahora mismo quiero que te vayas satisfecha de esta entrevista y yo volveré a mi vida de siempre, con más proyectos. Y siempre les deseo a todos la mejor de las suertes.