21 de mayo de 2016     Número 104

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

El museo de papel y
el papel de un museo


FOTOS: Tomadas del libro La Ceiba Gráfica. Una década de arte sustentable y comunita

El Museo Vivo del Papel es un proyecto en curso de La Ceiba Gráfica. Y al tiempo que avanza la construcción y acondicionamiento de esta estructura de dos pisos –“al principio esto eran sólo cuatro paredones”, dice Per Anderson–, se busca reproducir una planta japonesa llamado kozo, que Per obtuvo en una visita a la Universidad de Iowa, Estados Unidos, y que dará la celulosa necesaria para producir papel de muy buena calidad. Se piensa que con cinco papeleras de gran escala en el Museo, La Ceiba será autosostenible en papel y habrá excedentes para vender. Además de que el proceso productivo que se realizará en el nuevo recinto tendrá una función didáctica, orientada sobre todo hacia niños.


FOTOS: La Jornada del Campo

El proyecto del Museo ha recibido financiamiento público por medio del Programa de Apoyo a la Infraestructura Cultural de los Estados (PAICE), de lo que fuera el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes –hoy Secretaría de Cultura–, con la supervisión del proyecto por parte del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Con los dos millones 400 mil pesos del PAICE, comenta Per, se pudo dar el primer paso de la restauración gruesa, incluidos 200 mil pesos para paneles solares. Eso tomó seis meses de trabajo. “Ya de allí tuvimos que continuar poniendo pisos, puertas y ventanas. No alcanzó el presupuesto para eso. Forramos con azulejo la parte de abajo, implementamos todas las áreas donde van a ponerse las máquinas para hacer papel. La zona de arriba va a ser para funciones didácticas; necesitamos mesas, sillas, estantería, etcétera, vitrinas para contar la tradición occidental y la tradición oriental sobre la historia del papel, las funciones de museo. Pero todo esto lo estamos haciendo ya con nuestros recursos, como podemos”. El Museo tendrá intenciones didácticas –los niños que lo visiten podrán hacer sus propias hojitas de papel–, pero también servirá para que La Ceiba elabore todo el papel que consume y algo más para vender. “Así se costeará el proyecto”, dice Anderson.

“La idea del museo fue surgiendo poco a poco, conforme avanzaban nuestros estudios de cómo se hace el papel. Para mí, dedicar ocho años a esto fue como caminar sobre la historia de papel. Visité todos los museos que me quedaban de paso en Europa y Estados Unidos e hice experimentos, leí libros y miré videos en youtube. Todo este contacto me ha permitido tener acceso a la historia del papel”, señala Per y visualiza: “Hay una frase que viene de Oriente y que dice ‘Un papelero no debe de evitar las tareas tediosas, tiene que comprometerse con la totalidad de las tareas’. Pienso colocar esto escrito con caracteres japoneses en la fachada o en el interior, y que marque un espíritu. No vamos a poder hacer el papel mejor que como lo hacen en Guarro, en Archers o en Fabriano, que son fábricas papeleras antiguas y de renombre, pero aquí la intención cuenta. Podemos aprender y al paso del tiempo se va a enriquecer nuestro conocimiento, vamos a vernos favorecidos con opiniones que traen otros que saben más que nosotros. Con tener un espíritu así, con la idea de ‘quiero aprender, quiero mejorar’, lo vamos a lograr. Y esto va a ir en sintonía con el crecimiento del kozo mismo. Que se extiendan un poquito más las raíces, que formen nuevas hojas, que se engrose un poco el tronco. Este es el impulso que nos inspira.

“Thomas Strobel, mi compañero en el Museo del Papel, es muy buen carpintero, sabe más de carpintería que yo, juntos hacemos los muebles, las ventanas, buscamos la madera… Si comparamos este trabajo con las restauraciones de San Agustín Etla, en Oaxaca, que también son para el arte y de una asociación, yo creo que estamos al cinco por ciento de los gastos. Ni siquiera existen facturas de las ventanas o las puertas que hemos hecho. De manera sistemática durante diez años he estado apartando la mitad del sueldo que tengo como maestro en la Universidad Veracruzana para este proyecto. De otra manera no hubiéramos logrado que creciera. Lo hago con un increíble gusto. Entonces, cuando cae la quincena, compramos vidrios, pintura…”.

Per dice emocionado que, con el Museo y el kozo ya en toda su capacidad estarán produciendo papel suficiente para el abasto total de La Ceiba Gráfica y todavía más para la venta hacia afuera. “No tendremos un cien por ciento de abasto, sino un 110”, y agrega que eso aplica también para otros insumos de la litografía como la tinta.

En un principio Per Anderson tuvo la intención de utilizar las toallas viejas desechadas por hoteles para convertirlas en papel. “Ahora he dejado esta idea terca un poco porque utilizamos también otras muchas fibras, por ejemplo probamos reciclando cartones de leche –la capa interior es aluminio, la exterior es plástico, pero lo que hace rígido el cuerpo del cartón es la fibra de algodón o de coníferas que viene de Estados Unidos, y se puede reciclar–. Este ha sido un excelente punto de partida para hacer un papel. Y lo hemos hecho”.

Pero ahora la principal promesa la ofrece la planta llamada kozo que “conseguimos en Iowa, con un hombre fantástico, Timothy Barret, que es el que más conoce sobre papeles orientales y occidentales. Él está en la Universidad de Iowa, estuvimos con él todo un día y nos permitió meter la pala en la tierra, sacar las raíces de un kozo, árbol que se ha cultivado en Japón por mil 300 años. Este árbol provee la fibra más importante que puede haber para papel, y ya lo tenemos creciendo y lo hemos reproducido aquí. La fibra del kozo es larga y fuerte y tiene un agradable color que proviene de la propia planta.

Hace seis años, comenta, “aquí en la hacienda sembramos el kozo que trajimos de Iowa, y a la vuelta de cinco años creció grande, rebasó los seis metros, pero de allí lo cortamos en pedacitos e hicimos un vivero, con indicaciones de Martín Mata, del Jardín Botánico del Instituto Nacional de Ecología. Además, un español, Juan Barbé, especialista en papel, me mandó una semilla de esta misma planta. Pusimos un pequeño semillero”.

Thomas Strobel considera que en unos cinco años estarán haciendo un aprovechamiento intensivo del kozo. “Este árbol –explica– crece a un metro y allí se forma un muñón, porque cada año, en noviembre, se cortan dos ramas. En Japón los campesinos en noviembre sacan su kozo, tienen que trabajar todo el invierno. La producción de papel que tengamos dependerá de muchos factores El papel tiene siempre que secar. Y aquí en Coatepec es húmedo. Para reducir el tiempo de secado, a cada momento traemos otra fibra u otras cosas para ver qué es lo mejor: entre fieltros, fieltro papel, fieltro original, fieltro papelero… hay trapos de cocina que funcionan, pues tienen algo contra hongos. Estamos siempre intentando afinar mejor y hacer un papel de mejor calidad. Ya lo hemos logrado, aunque no a una escala amplia. La hechura de papel es conservada como un secreto por las empresas que lo elaboran, y nadie suelta ese secreto. Aquí no. En el Museo del Papel van a estar todos los molinos, va a estar la producción, porque aquí hacer papel tendrá una parte didáctica”.

Hoy en La Ceiba Gráfica, según Per, se fabrican en promedio diario 50 hojas de papel. Thomas comenta que gracias al kozo, por lo menos se triplicará esa capacidad productiva.

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