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¿La fiesta en Paz?

El corazón del Pana se debilita; el de los falsos vitalistas, ¿se endurece?

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Rodolfo Rodríguez El Pana sigue luchando por su vida: con la ciencia confesional y el legalismo hipócritaFoto Notimex
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or un momento imagine el lector que despierta, perfectamente consciente, en la cama de un hospital, con un respirador y una sonda nasogástrica en la boca, entre otros aditamentos, rodeado de médicos y enfermeras en afanoso cuanto infructuoso despliegue de actividades tratando no de mejorar su cuadriplejia o parálisis de brazos y piernas declarada irreversible o sin posibilidad de recuperación y sí de agravamiento, sino de suministrar medicamentos sumamente agresivos con tal de mantener sus signos vitales y de que en las pantallas de los aparatos conectados a su cuerpo aparezcan unas gráficas consideradas normales.

Ni la Biblia ni Dante ni Kafka ni nadie, excepto quizá algunas cumplidas autoridades, podemos imaginar este infierno en vida, esta pesadilla por tiempo indefinido mientras usted permanece estabilizado o con sus constantes vitales bajo el control absoluto de sus fallidos salvadores.

De la desacertada autorización para que Rodolfo Rodríguez saliera a enfrentar a su segundo toro luego de ser cogido por su primero y fuera infiltrado con un anestésico que a la postre le impidió medir terrenos y embestida, al parte más reciente, 20 días después: “el corazón del Pana se debilita”, tras haberlo reanimado de un paro respiratorio y otro cardiaco y de combatir infecciones diversas, surgen preguntas obligadas:

Hacer todo lo humanamente posible por salvar una vida, ¿es mantener los signos vitales al precio que sea o respetar los derechos naturales de la muerte en todo ser vivo? ¿Qué se quiere decir cuando se insiste en que la vida humana es sagrada y la del resto de los seres sintientes no, si se trata del mismo creador?

¿El concepto calidad de vida es objetivo o hay quienes en ausencia de esa calidad encuentran un postrer sacrificio que ofrecer a Dios? ¿Es compasivo sacrificar un animal de compañía que sufre pero es asesinato interrumpir los padecimientos de una persona que no desea continuar en esas condiciones?

La dramática petición del Pana ya me quiero ir, ¿es a su casa de Apizaco, como suponen los piadosos médicos, a un escenario menos infame en otra vida o de plano al carajo? ¿Sólo los hampones poderosos se las ingenian para violar impunemente las leyes o también lo pueden hacer quienes respetan la voluntad de un ser humano desahuciado?

¿Cuánto más se va a prolongar la discusión bizantina entre dejar morir y matar si la petición del enfermo ha sido clara? Si El Pana hubiese contado con un documento de voluntad anticipada, ¿los médicos seguirían obstinados en mantener esas condiciones de vida no deseadas por el torero? ¿Prolongar la terrible agonía de alguien es el costo para que otros nutran su objeción de conciencia y duerman tranquilos no obstante su falta de solidaridad? Las utilidades de la industria de la salud y la buena imagen de la ciencia médica, ¿no pueden reparar en casos individuales?

Vivir, ¿equivale a sobrevivir o incluso a durar independientemente del estado y voluntad de la persona? Solicitar la muerte en esas condiciones, ¿es amor a la vida o falta de temor de Dios? ¿El que ejerce su libertad de decidir se condena y el que aguanta hasta que el Todopoderoso supuestamente quiera se salva? Parafraseando al ilustre Manco habría que decirle al secuestrado Pana, convertido ahora en el mejor torero de México por obra y gracia de los compasivos emergentes y que oficialmente sigue luchando por su vida: con la ciencia confesional y el legalismo hipócrita hemos topado. ¿O usted y yo estamos exentos?