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No llevar ropa tiene que ver con la libertad del cuerpo y la libertad de expresión

Actrices desnudas montan La tempestad, de Shakespeare, en el Central Park

Ante decenas de espectadores y entre sirenas de ambulancias, ¿quién haría tal cosa?

Participan integrantes de la Sociedad de Alumnas sin Brasier que Aprecian la Literatura Barata al Aire Libre

The Independent
Periódico La Jornada
Martes 24 de mayo de 2016, p. 7

Nueva York.

Para un actor, desembuchar líneas interminables de Shakespeare es una tarea ingente. Gritarlas por encima del escándalo de aviones, helicópteros y sirenas de ambulancias en el Central Park de Nueva York es aún más arduo. Pero hacer todo eso estando desnudo, enfrente de decenas de espectadores… ¿quién haría tal cosa?

La respuesta es: un elenco formado por mujeres. Con la participación de actrices individuales y por integrantes de la Outdoor Co-ed Topless Pulp Fiction Appreciation Society (algo así como Sociedad de Alumnas sin Brasier que Aprecian la Literatura Barata al Aire Libre), en estos días presenta su versión totalmente moderna de La tempestad en el parque.

Rodeada de exuberante césped y árboles, mientras el público se sienta en el suelo o en bancas en la icónica Summit Rock, una Miranda desnuda (Marisa Roper) vaga en una supuesta isla tropical, recogiendo varas y dejándolas caer de nuevo.

Se le acerca un turista extraviado que lleva un mapa. Ella lo ignora de un modo admirable y sigue adelante con su actuación.

Se le une su padre, Próspero (Gina Marie Russell), quien en verdad ejerce su desnudez con autoridad, caminando a zancadas y blandiendo su vara para conjurar toda manipulación e ilusión y asegurarse de que Miranda sea restaurada en el lugar que le corresponde en la sociedad.

Al avanzar la trama aparece el resto del elenco, algunas con pintura corporal, otras vestidas, pero al final las 11 mujeres están desnudas por completo y hacen una reverencia.

Más valientes que la mayoría

¿Por qué desnudas? La compañía explicó que no llevar ropa tiene que ver con la libertad del cuerpo y la libertad de expresión, libertades que no deben darse por sentadas, incluso en un estado tan liberal que tiene dos senadores demócratas.

La representación abunda en novedades. A la mitad de la puesta, que dura 90 minutos, Ariel, pintada de colores (Reanna Rone) y sus compañeras corren hacia los espectadores y los guían a un punto más alto de la roca para sentarse en otro prado.

A diferencia del festival anual Free Shakespeare in the Park, cuyos boletos son muy disputados, para esta producción de La tempestad se anima a los transeúntes a echar una ojeada. En una ciudad tan ajetreada y excéntrica como Nueva York, estas mujeres son más valientes que la mayoría.

Un anciano estaba parado cerca de la última fila con sus binoculares, en tanto otro bufaba con fuerza, golpeándose la palma de una mano con el otro puño de la otra y describiendo pequeños círculos.

En las escenas finales, el público observa, desde su incómoda posición en el suelo, cómo Miranda se une con Ferdinando (Kara Lynn), príncipe de Nápoles. Las mujeres se sientan una al lado de la otra en la rama de un árbol, sonriéndose. Parecen gemelas y el conjunto es un tanto extraño.

Dirigidas por Alice Mottola y Pitr Strait, las actrices hacen buen uso del espacio, y es increíble su esfuerzo al no olvidar sus parlamentos entre la locura del parque.

Pero montar una obra de Shakespeare tan cerca del paso de vehículos significa que todo sirve de distracción, incluyendo los autos de la policía, el águila que sobrevolaba –¿o era una gaviota?– y los extraños miembros del público, que en algunos momentos valían más una mirada de cerca que la producción en sí.

Se sentía como si uno hubiera tropezado de nuevo con un grupo de estudiantes de una sociedad universitaria que se han puesto atuendos medievales y juegan a las guerritas en el bosque.

Hay una importante moraleja en ello, pero a veces es fácil olvidar cuál era.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya