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¡Puro bola y mirasol!

C

on esta frase, que incluye el nombre de dos chiles regionales, los productores de ese fruto en Zacatecas dan a entender cómo les fue en la venta: mucha gente viendo y de venta nada. Así titulan su libro José Francisco Román Gutiérrez y Leticia Ivonne del Río Hernández. ¡Puro bola y mirasol!: andanzas del chile en Zacatecas. Se publica con el apoyo del Gobierno de ese estado y la Sagarpa.

Poco se sabe en el resto del país de la tradición chilera zacatecana. Se inicia en la etapa colonial o tal vez antes y se hace cada vez más presente a partir de mediados del siglo XX. Hoy Zacatecas, a pesar de padecer los efectos del cambio climático, es el segundo productor de algunas de las variedades de chile seco de más consumo. Esta tierra roja y fértil ha sido pródiga respondiendo bien al trabajo de sus hombres y mujeres. Técnicas de ahorro de agua como el riego por goteo, también han contribuido.

Haciendo uso casi exhaustivo de todo tipo de fuentes históricas, los autores ofrecen datos reveladores de la presencia del chile desde la antigüedad, enfatizando lo que ocurría más allá de la llamada Mesoamérica. Es interesante la reproducción en la página 35, de esta cita de la Historia general de las cosas de Nueva España, pues señala las poblaciones y regiones que producían el chile que vendían los comerciantes seguramente en Tlatelolco. Leamos:

“El mercader de chiles… vende chiles rojos cuyo sabor no es tan áspero, chiles anchos, chiles verdes que son muy picantes, chiles amarillos, cuitlachilli, tenpilchilli, chichioachilli. Vende asimismo chile de agua, conchilli; vende chile ahumado, chile pequeño, chile de árbol, chile delgado que semeja un escarabajo… Vende… aquellos que vienen de Atzitziuacán, Tochimilco, Huaxtepec, Michoacán, Anahuac, la Huaxteca y la Chichimica.”

Se aprecia que había un comercio variado; abarcaba un territorio extenso. Las relaciones geográficas son otra fuente que utilizan los autores. En la Relación de Nueva Galicia editada por René Acuña, encontramos que ya en la Colonia, se producía chile en el actual municipio de Nochistlán; además aprovechaban las condiciones favorables de clima, agua y suelo de los cañones de Tlaltenango y Juchipila. Estas poblaciones más Apozol, Tepechitlán y Jalpa, tributaban chile a los encomenderos.

El arraigo del consumo de chile en toda la población, incluidos los españoles, puede verse en los inventarios de los testamentos. Así, en el del mercader Beltrán de Rivera (1565) se registra que tenía en su tienda petacas, barriles y fardos de chile seco. Por la cantidad se deduce que había suficiente para consumo propio y para venderlo.