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El Museo Franz Mayer aloja la exposición Dechados de virtud: bordados y deshilados

Imaginarios y anhelos se plasman con punto de cruz, hilván y festín

La muestra reúne 70 lienzos confeccionados entre los siglos XVIII y XX, que relatan cómo las mujeres hacían gala de destreza con el hilo y la aguja

Dominar esa labor de mano era determinante en la educación femenina, indica Mayela Flores, responsable de la curaduría

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Cómo llegó el bordado a las comunidades indígenas, no lo sabemos, expresó la antropóloga Marta Turok, titular del Centro de Estudios de Arte Popular Ruth D. Lechuga. Arriba, Dechado magistral y muestrario, seda sobre lino, de mediados del siglo XIX, de autoría desconocida, de la Colección Ruth Lechuga/Franz Mayer, incluido en la muestraFoto cortesía del museo
 
Periódico La Jornada
Martes 31 de mayo de 2016, p. 4

El dominio de las labores mujeriles eran fundamentales en la educación de niñas y jóvenes en el México virreinal e incluso décadas después de la Revolución.

Dechados de virtud: bordados y deshilados es el título de la exposición montada en el Museo Franz Mayer, que fue inaugurada el viernes pasado.

Reúne 70 lienzos elaborados entre los siglos XVIII y XX y muestran cómo las mujercitas en aprendizaje hacían gala de destreza con el hilo y la aguja, pues sólo tenían como elección de vida: el matrimonio o el convento.

Muchas de esas piezas cuentan historias de sus hacedoras, pues eran una especie de presentación: Soy María de Jesús Martínez. Justamente esta pieza, de la colección que reunió Ruth D. Lechuga (1920-2004), detonó el proyecto de esa exposición, pues con hilos bordados declara que lo hizo antes de cumplir seis años de edad, en el convento de San Juan de Dios, el cual fue sede del colegio de la enseñanza nueva que era especial para niñas inditas, edificio que ahora ocupa el museo –frente a la Alameda– dedicado a explorar el diseño.

Es un dechado de virtudes, se habrá escuchado alguna vez decir a la abuela. Estos tan nombrados modelos pueden entenderse como muestras o lienzos de prácticas de bordado, deshilado o aplicación de chaquira que dan cuenta del estudio y dominio de estas técnicas por niñas o mujeres muy jóvenes, en colegios, escuelas dentro de sus hogares, describió Mayela Flores, responsable de la curaduría de la exposición.

Obras personales de casaderas

El punto de cruz, el hilván, festín o punto plano expresaban valores, ideas, imaginarios y anhelos. Este corazón ha sufrido del amor la cadena dura y la flecha del olvido, por ejemplo, citó Mayela Flores, es una frase que aparece en un grupo de dechados que destacan un aspecto más romántico de la vida de sus autoras, en su mayoría mujeres casaderas que hicieron obras muy personales.

Las obras relatan las muchas horas que las niñas dedicaron a la creación de estas piezas que daban cuenta del dominio de las labores mujeriles o labores de mano, que era la base de la educación de la mujer.

La mayoría de obras pertenecen a un ámbito social acotado, realizadas por mujeres y niñas que pertenecían a un grupo social de clase media alta y alta, o que te-nían acceso a la educación. Sobre todo por los materiales tan finos que usaban, como sedas y linos.

La antropóloga Marta Turok, quien encabeza el Centro de Estudios de Arte Popular Ruth D. Lechuga, comentó que fue sorprendente encontrar dechados en esta colección, todavía más porque ahí fue hallado el ejemplar quizá más antiguo fechado en México, de 1800.

La especialista en arte textil lamentó que se ha perdido todo nexo con las artes manuales en el sistema educativo nacional, no tenemos consumidores jóvenes de arte popular, porque tampoco lo están viviendo. Uno aprendía puntadas no para convertirse en bordadora, pero entendías la relación de la técnica, la perfección y podías ser alguien que lo apreciara.

De acuerdo con Mayela Flores las piezas dan cuenta de una evolución de esa práctica, diseños, técnicas y materiales. Los dechados más antiguos se encuentran en su mayoría trabajados en lienzos de lino, bordados en seda teñidos con pigmentos aparentemente naturales.

Hay otro grupo notoriamente relacionado con comunidades indígenas en los que se observa teñidos de hilos en azul añil y grana cochinilla.

Hacia finales del siglo XIX ya hay presencia de lienzos de algodón, con bordado en el mismo material. Y los dechados más recientes, de la pasada centuria, tienen soporte de caña mazo, es decir, una base con una trama muy evidente que permitían un trabajo más rápido en lugar de puntadas muy finas. Las piezas antiguas se exponen acompañadas de algunos libros con patrones de costura.

El muestrario de puntadas en exhibición proviene de diversas colecciones, como la de los museos Textil de Oaxaca, de Historia Mexicana y de San Ignacio de Loyola Vizcaínas.

La muestra se montó en Oaxaca, Monterrey y Puebla, con discursos curatoriales acordes con esas sedes.

No sabemos cómo llegó el bordado a las comunidades indígenas, destacó Turok. Los dechados con mayor mano indígena pueden dar luz a tiempo, espacio, lo que estaban aprendiendo y la forma en que se hizo la selección de técnicas que llegaron hasta la indumentaria. No hay respuestas, afirmó. La historia la han escrito los varones. Y los textiles no siempre han sido una de sus fortalezas en su descripción.

Héctor Rivero Borrell, director del museo ubicado en avenida Hidalgo 45, Centro, apuntó que la exposición de dechados cierra las celebraciones por el 30 aniversario del Franz Mayer, en el que han trabajado como en botica, pues durante el año han ofrecido al público la joyería de la artista griega Lisa Sotelis, la casa irracional de Pedro Friedeberg y talavera poblana.