Opinión
Ver día anteriorMartes 31 de mayo de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Disculpe las molestias
A

bra su memoria y busque esa frase. ¿Cuánto tiempo hacia atrás recuerda haberla visto en las calles, plazas, puentes, pasos a desnivel: en todo lugar de la CDMX? Toda su vida, ¿no es cierto?

La ciudad podría tener, en todas sus entradas, en lugar de Bienvenido a la Ciudad de México, una más ajustada a la realidad, por ejemplo: “Allá usted: está llegando a un infierno de obras perpetuas; al mayor estacionamiento del mundo; a una gobernanza citadina arbitrariamente cambiante; a las mayores pérdidas de tiempo que haya tenido en su vida; a la imposibilidad de recurrir a alguien para arreglar algo ya personal, ya de su comunidad inmediata; a riadas que pueden cubrir medio automóvil (llamadas aquí con hipócrita rubor encharcamientos); al mal humor agudo en calles y medios de transporte; a una insuficiencia radical del mismo; a un espacio de miles de millones de toneladas de concreto con una infame vialidad y una peor señalización que lo oriente”. Son sólo unos pocos ejemplos. Esto sería algo verdadero. Lo de Bienvenido es la peor mentira y la peor hipocresía.

Usted puede tener una prisa terrible por llegar a un hospital (en el extremo ¡su enfermo se le muere!), o por atender una cita que nunca deseó en el Servicio de Administración Tributaria (SAT) y que perderá si no llega usted a tiempo; o a una reunión de trabajo sumamente importante para usted, o porque su trabajo consiste en ir de un lugar a otro, y debe usted llegar a horas precisas. No importa: está prohibido superar la velocidad con la que Mancera piensa: lento, lento, lento.

A usted le pueden vender un automóvil que puede rodar a una velocidad hasta de 240 kilómetros por hora. Cada motor, según sus características, alcanza su eficiencia óptima de funcionamiento a determinado número de revoluciones por segundo. Por encima o por debajo de esa velocidad, cuanto más se aleje del óptimo, el motor empeorará su eficiencia y contaminará más el ambiente. Así que aquí, todos contribuimos más de la cuenta a la contaminación, porque no podemos rodar arriba de la velocidad decretada por Mancera. En verdad una medida muy inteligente.

Cuando Mancera llegó al gobierno de la CDMX se le veía con una actitud de aspecto entre retraído, tímido y apocado. Pero el espacio de la política le cambió con cierta rapidez y fue adquiriendo un talante de displicencia, calmo, calmo, ligeramente de perdonavidas, de soy el jefe y me llevo de codazo con Peña. Todo un político mexicano paquidérmico. Lo que me digan me hace lo que el viento a Juárez. Lo que opine la ciudadanía me tiene sin cuidado. Tengo mis ideas y a ellas me atengo. Como quiero ser presidente de la República lo primero es meterle una zancadilla mortal al padrino que me empujó hasta aquí. ¡Hombre!, la línea dorada del Metro estaba como mandada hacer para asestarle un nocaut a su predecesor y padrino.

En CDMX gobernar es hacer muchas, muchísimas obras de construcción al mismo tiempo. Así se contribuye con la contaminación, pero en grande, porque paraliza el tránsito en mil puntos de la ciudad simultáneamente. Perfecto. Muy inteligente. Pero, ¿quién no lo sabe?: en las obras está la plata.

Yo, que vivo a seis kilómetros de distancia de donde está mi cu­bículo, ya he pagado tres multas por ir a la meteórica velocidad de 65 y 67 kilómetros por hora, en lugar de a la manceriana velocidad de 50, debido a que muchas veces he hecho una hora en el tramo de la avenida Santa Úrsula al cruce de Insurgentes con Periférico (3.5 kilómetros). Lo que quiere decir que muchas veces he viajado a esa velocidad: 3.5 kilómetros por hora. Y es que los cientos de colonias de San Miguel Totoltepec, San Miguel Ajusco, San Pedro Mártir, Santa Úrsula Xitla, por lo menos, no tienen más salida que bajar a Insurgentes e incorporarse por unos cuantos puntos a los dos carriles de Insurgentes. Todo ese espacio de las inmediaciones del Ajusco, debe generar una buena proporción de la contaminación porque los vehículos o están parados, o van muy, pero muy por debajo de la manceriana velocidad establecida. De modo que, cuando usted llega al cruce de Insurgentes con el Periférico, es como si le dieran una bocanada de aire fresco y usted la aspira de inmediato: es decir, puede usted dar una breve aceleradita para llegar a la UNAM, pero usted ya se jodió porque en ese tramo están las cámaras de Mancera cazando a los criminales.

¿Cuando fue que se jodió la CDMX? En los años sesenta, cuando inauguraron la Línea 1 del Metro y no se continuó, no a velocidad manceriana, sino a todo tren, construyendo docenas de líneas del Metro que hubiera sido lo prudente y necesario. ¿Qué fue lo que se hizo? Todo lo necesario para que continuara la compra y la incorporación de automóviles a la ciudad. Y llegamos así a este punto quizá sin retorno.

En el anverso de mis boletas de multa dice: Yo, Zeferino Policía, vi en tal parte al auto tal (adjunta fotografía) volar a 65 kms. por hora. Pague la multa. Sólo que Zeferino no firma la boleta. El papelucho es legalmente imperfecto. Me vale. Usté paga o se lo carga el corralón.

Si todos continuamos pensando a la velocidad de Mancera, un día nos quedaremos lelos en las calles, dormidos para siempre.