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La puerta del infierno incluye unas 100 obras

Rodin y su sed de belleza, en el Museo Soumaya

Se exhiben yesos inéditos restaurados ex profeso

 
Periódico La Jornada
Lunes 6 de junio de 2016, p. 7

El escultor Auguste Rodin (1840-1917) rompió desde muy temprano con los cánones de belleza. Ésta representaba para él una virtud interior, ajena a todo tipo de amaneramiento. La belleza, sostenía, es carácter, es verdad, es fuerza.

Tal es la concepción en la que profundiza la exposición La puerta del infierno, que desde el pasado viernes 3 de junio se presenta en el Museo Soumaya Plaza Carso para celebrar la adquisición y la llegada definitiva a México de la imponente escultura epónima del artista francés.

Integrada por más de un centenar de obras, entre ellas 14 yesos inéditos que fueron restaurados para la ocasión por especialistas nacionales y franceses, se trata de la muestra con mayor cantidad de creaciones de Rodin exhibidas fuera de Francia, según el director del recinto, Alfonso Miranda.

También es la única en América Latina que exhibe uno de los ocho ejemplares que existen en el mundo de la escultura La puerta del infierno, la más ambiciosa y monumental realizada por Rodin, con más de seis metros y medio de altura y casi cuatro metros de ancho, así como 6 mil 700 kilogramos de peso.

La exhibición marca el comienzo de un convenio de colaboración entre los museos Soumaya y Rodin, de París, instancia que prestó de manera temporal 50 piezas, además de participar en el proceso de investigación, curaduría y montaje.

Durante el acto inaugural, en el que el público visitante del Museo Soumaya develó la escultura que da nombre a la exposición, el empresario Carlos Slim, presidente de la fundación homónima, externó su entusiasmo por esta magna muestra del genio francés, así como por la adquisición de la mencionada escultura, cuyo costo no reveló, por ser política del museo no dar precios de sus adquisiciones.

Según el coleccionista y filántropo mexicano, la importancia de La puerta del infierno trasciende su valor per se como gran obra maestra, pues de su diseño se derivaron varias creaciones de Rodin, entre ellas algunas de las más importantes y conocidas, como El pensador y El beso.

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El beso, unas de las obras más importantes del artista francés, se aloja en el Museo SoumayaFoto Roberto García Ortiz

Nos da mucho gusto tener en México para siempre esta obra, que es la última de ocho. Ha habido siete piezas antes, las dos primeras fueron (hechas) en 1925 y se encuentran en Filadelfia, Estados Unidos, y en el Museo Rodin, en Francia. Y sólo hay seis países que cuenta con esta puerta (Japón, Suiza, Corea, Estados Unidos, Francia y ahora México).

Con más de 200 imágenes –aunque especialistas, como el curador francés François Blanchetière aventuran que podrían ser unas 300, si se consideran extremidades humanas sueltas y objetos–, la escultura La puerta del infierno llegó a México después de un proceso de tres años, que abarca las negociaciones y su fundición, vaciado y la pátina, la cual es más clara que la de los siete ejemplares que la preceden.

Esto último respondió a una petición expresa de Carlos Slim, quien consideró que una pátina más natural permite destacar el bronce y las figuras, además de distinguir mejor el juego entre las sombras y los volúmenes.

La creación de esta escultura se remonta a 1880, cuando el Ministerio de Cultura francés encomendó a Rodin una puerta decorada para el museo de Artes Decorativas de París, donde se establece actualmente el Museo d’ Orsay.

El autor tomó como punto de partida La divina comedia, de Dante Alighieri, aunque también se inspiró en Las flores del mal, de Charles Baudelaire, y La puerta del paraíso, realizada por el italiano Roberto Ghiberti para el Baptisterio de Florencia.

La exposición, que permanecerá abierta al público hasta el 11 de septiembre, incluye diversos, bocetos, estudios y pruebas que el escultor hizo para su monumental obra, entre ellos un yeso hasta hoy inédito de Dante vestido, que más tarde daría vida a El pensador, además de algunas de las esculturas que se derivaron de ese magno proyecto.

Según Alfonso Miranda, es una oportunidad para conocer las obsesiones de Auguste Rodin por la naturaleza, los desnudos, las mujeres y la naturaleza humana, así como entender su incansable vocación de trabajo y su incesante sed de belleza.