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México SA

Democracia prófuga

Aceptación, en la lona

México, sin resultados

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Autoridades de la Ciudad de México reportaron baja participación en los comiciosFoto Jair Cabrera
L

o que para algunos inconscientes, por no llamarles cínicos, es una simple manifestación de mal humor social o escozor ciudadano por uno que otro resultado pasajero, en los hechos es una delicada advertencia y una señal de alarma que tiende a empeorar, y que no tiene cupo en el siempre triunfal registro gubernamental.

Lo cierto es que a la llamada democracia mexicana ese mal humor se ha traducido en un brutal desplome de aceptación de casi 45 puntos porcentuales en lo que va del presente siglo (de 63 por ciento en 2001 a 19 por ciento en 215); es decir, la ciudadanía cada vez cree menos en la clase gobernante (que hace su mejor esfuerzo para que tal credibilidad sea de cero) y confía menos en los resultados del sistema democrático.

Ayer hubo elecciones en 14 estados de la República. Desde aquellos donde se renovó el Poder Ejecutivo de la entidad y algunas otras posiciones, hasta la Ciudad de México, en la que se definió el grupo que participará en la elaboración de la constitución del otrora Distrito Federal. Y en todos ellos la constante fue la exclusión de los ciudadanos, cuya participación se limitó, en el mejor de los casos, al sufragio. Al caer la papeleta dentro de la urna respectiva se acabó la democracia.

Con el correr de los años en México, el por sí peligroso escozor ciudadano ha ido sostenida y vertiginosamente al alza, y en sentido inverso, con la misma velocidad, la satisfacción y confianza de los ciudadanos en la democracia, sus presuntos representantes y los resultados políticos, económicos y sociales.

Más allá de la terriblemente infructuosa democracia cotidiana, para nadie es secreto que cada vez son más sucios y denigrantes los procesos electorales en el país, al igual que las alianzas entre los partidos, la inexistente calidad moral de los candidatos seleccionados por la cúpula política y el contubernio de la supuesta autoridad electoral.

Que el país avanza pese al mal humor social (EPN dixit), dicen los cínicos en el gobierno, pero en realidad es tal el grado registrado que a estas alturas México es el país latinoamericano que registra el menor grado de confianza ciudadana en la democracia y sus resultados políticos, económicos y sociales. De hecho, 81 por ciento de mexicanos se dice insatisfecho o totalmente insatisfecho con ella, cuando el promedio en América Latina es de 63 por ciento. En el extremo contrario se encuentra Uruguay, con 30 por ciento de insatisfacción (las cifras son del Informe Latinobarómetro 2015).

Tan exitosos y resultones han sido los inquilinos de Los Pinos, que la aprobación presidencial en México se desplomó de 63 por ciento en 2002 (con Vicente Fox en la residencia oficial, cuando todavía no enseñaba a plenitud el cobre) a sólo 30 por ciento en 2016 (con EPN, el peor calificado en cuando menos dos décadas). En el otro lado latinoamericano sobresalen José Mujica y Evo Morales, los de mejor calificación no sólo en la historia de sus respectivos países, Uruguay y Bolivia, sino en el contexto regional.

En materia electoral, apenas 26 de cada 100 mexicanos en edad y condición de sufragar consideran que las elecciones son limpias; los 74 restantes las califican desde desaseadas hasta verdaderamente un asco. Y en este renglón México también sobresale en el contexto latinoamericano, pero por registrar procesos electorales sucios y autoridades eternamente cuestionadas.

Los encuestadores de Latinobarómetro salieron a las calles y a los mexicanos preguntaron: ¿para quién se gobierna?, es decir, para quién lo hacen los ganadores de las elecciones, futuros presidentes, gobernadores, legisladores, etcétera. Y la respuesta de los encuestados (ocho de cada 10) fue contundente: para unos cuantos. Y la misma respuesta, tal vez peor, se obtendrá al preguntar sobre los resultados del proceso electoral de ayer en las 14 entidades de la República.

En uno de sus recientes análisis, Latinobarómetro resumió la circunstancia mexicana: en 2000 el país tuvo alternancia en el poder después de 72 años de hegemonía del PRI, con el triunfo de Vicente Fox. En ese momento el apoyo a la democracia alcanzaba 44 por ciento. El respaldo a la democracia tardó dos años, pues no fue sino hasta 2002 cuando aumentó a 63 por ciento, manteniéndose alto durante todo el resto de la presidencia de Vicente Fox, terminando con 59 por ciento en 2005. Felipe Calderón lo sucede e inaugura su gobierno con 54 por ciento en 2006, para bajar rápidamente a 48 por ciento en 2007. La democracia no se recupera en el periodo de Felipe Calderón, llegando a un mínimo de 40 por ciento en 2011. En 2012 retorna el PRI al poder con Enrique Peña Nieto y México tiene en 2013 sólo 37 por ciento de su población que apoya a la democracia. El registro de 2015 es que tal indicador se redujo ya a 19 por ciento.

Latinobarómetro señala que el caso de México es uno en el que la alternancia en el poder no produce un impacto inmediato sobre el apoyo a la democracia y después de un repunte se produce una pérdida sostenida. No es objeto de este informe entrar en las profundas causas de este fenómeno que afecta a México, pero la violencia y el narcotráfico son parte importante de la explicación. La vuelta del PRI después de escasos dos gobiernos es sintomática de la búsqueda de una solución no a problemas políticos, sino más bien de la sociedad mexicana y la violencia. La alternancia en el poder no soluciona los problemas del país. Se trata, pues, de lo poco exitoso de la alternancia en el poder.

En materia económica, la democracia tampoco le ha ayudado al ciudadano. El 82 por ciento de los mexicanos encuestados por Latinobarómetro se dice no muy satisfecho y/o nada satisfecho con los resultados; 76 de cada 100 califican de injusta y muy injusta la distribución del ingreso en el país, y 78 de cada 100 consideran que el progreso se ha estancado o de plano está en retroceso.

En fin, si algo sobra en el país son problemas, y si algo falta son ganas de solucionarlos, porque la democracia a la mexicana no es otra cosa que un gran negocio de cúpula, que decide cómo se reparte el botín. ¿Y los ciudadanos? Que se jodan.

Las rebanadas del pastel

Si hacemos caso a los apresurados pronunciamientos de ayer, de todos los colores y poco después de las 18 horas, en Veracruz, Tamaulipas, Quintana Roo y varios estados más habrá, cuando menos, dos gobernadores electos por entidad, porque todos se adelantaron a la supuesta autoridad para declarase vencedores en los comicios dominicales. De cualquier forma, no hay a quién irle: todos son una vergüenza para el país.

Twitter: @cafevega