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Ver día anteriorMiércoles 8 de junio de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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os resultados electorales auguran la derrota del PRI en 2018. Por más que en la cúpula del dinosáurico partido quieran buscarle atenuantes y explicaciones rebuscadas, lo cierto es que la mayoría de la ciudadanía que ejerció su derecho a votar parece anunciar que no quiere en 2018 al Revolucionario Institucional en la Presidencia de la República.

Buena parte de la debacle priísta se debe a su obstinación de mantener gobernando a personajes autoritarios, con manejos probadamente corruptos del presupuesto, incapaces de hacer frente a los distintos tipos de delincuencia organizada porque mantienen vínculos de interés con ella. El personaje paradigmático de todo lo anterior, pero no el único, es el todavía gobernador de Veracruz, Javier Duarte. El PRI y Enrique Peña Nieto respaldaron a Duarte, cuando, ante las crecientes evidencias de sus corruptelas y desvaríos de poder, lo conducente era ejercer un control de daños y removerlo del gobierno veracruzano.

La pérdida de Veracruz es particularmente dolorosa para la alta clase política priísta, porque de esa entidad han salido muy importantes cuadros dirigentes; además, hay que tener en cuenta su peso electoral ya que es el tercer estado con mayor número de electores en el país. Lo duro del golpe al PRI en Veracruz lo revela que este partido, y sus antecesores (PNR y PRM), gobernaron la entidad por 86 años. En el PRI, evocando el título de una famosa novela de Michael Ende, creyeron que en Veracruz el suyo sería un gobierno sin fin.

Está por verse si quienes vencieron al PRI en Veracruz, el PAN y su candidato, Miguel Ángel Yunes (antiguo y connotado priísta), logran ya en el gobierno veracruzano salir bien librados de los abundantes señalamientos de corrupción que se hicieron durante la campaña electoral a Yunes Linares. Buena parte de los señalamientos provinieron de actores interesados en limpiar el ejercicio de gobierno y asuntos públicos, con el fin de hacerlos transparentes al escrutinio ciudadano. Miguel Ángel Yunes e integrantes de su entorno familiar no demostraron la falsedad de las acusaciones de tener propiedades inmobiliarias millonarias, así como haberse hecho de ellas en formas por lo menos irregulares. Esta es una asignatura pendiente, que debe ser dilucidada plenamente, sobre todo porque, como ha declarado Yunes Linares, quiere enjuiciar a Javier Duarte por corrupción.

Las intentonas por pretender explicar la estrepitosa caída priísta dan pena ajena. Al atardecer del domingo en el cuartel del presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones, han de haber comenzado a recibir con pavor los primeros resultados electorales por entidad. En un programa televisivo transmitido esa noche, Manlio Fabio demostró incapacidad y escasos recursos para rebatir el triunfalismo y las afirmaciones del presidente del PAN, Ricardo Anaya Cortés. No es que fuera cuestión difícil evadir los dardos de Anaya, lo sucedido es que Manlio evidenció que lo suyo, como buen priísta, es la oratoria y no la confrontación de ideas. Anaya Cortés, por otra parte, no es, como pretende, una opción fresca en el viciado sistema electoral del país.

Ricardo Anaya ha explotado bien, por el consejo de sus asesores de imagen, el perfil de pertenecer a una nueva generación de panistas, supuestamente identificados con la transparencia y contrarios a la corrupción. Mientras por un lado, por ejemplo, en declaraciones y públicamente solicitaba que las bien documentadas por la prensa operaciones de corrupción realizadas por el gobernador de Sonora, Guillermo Padrés, fueran investigadas por instancias judiciales, por el otro su campaña para ser presidente del PAN contó con apoyos financieros de nada menos que Padrés, lo cual quedó registrado en audio.

Anaya Cortés se apresuró a desmentir que existiera tal apoyo de Padrés a su candidatura; sin embargo, otras pistas apuntan hacia que los dichos del presidente panista sobre no defender la corrupción prohijada por quien mal gobernó Sonora de 2009 a 2015 se quedaron en declaraciones lucidoras y de ahí no pasaron. Anaya y Damián Zepeda Vidales (secretario general del PAN y sonorense) se reunieron con Guillermo Padrés hace menos de un mes en un lujoso hotel de la ciudad de México, Le Meridien, y, al parecer, quedó atrás el tan publicitado deslinde de la dirigencia panista con el ex gobernador de Sonora.

Pese a todo, los resultados de las urnas fueron buenos para el partido Morena, que lidera Andrés Manuel López Obrador. En la Ciudad de México ratificó que es la primera fuerza política. En Oaxaca, Salomón Jara Cruz obtuvo 23 por ciento de la votación; en Veracruz, Cuitláhuac García Jiménez alcanzó casi 27 por ciento de los sufragios, y en Zacatecas, David Monreal Ávila tuvo poco más de 27 por ciento de los votos. El reto para Morena es crecer electoralmente en otras partes del país, sobre todo en el norte y el Bajío, para representar una fuerza nacional que pueda disputarle las gubernaturas al binomio partidista (PRI-PAN) que se ha repartido mayormente las mismas.

Donde suenan las alarmas es en el PRD. No ganó gubernatura alguna por sí mismo. Donde triunfó lo hizo de la mano del PAN (Durango, Quintana Roo, Veracruz), pero los candidatos los puso el partido blanquiazul y el PRD solamente se sumó a la decisión tomada en otra parte. La debacle del PRI en estas elecciones atenuó mediáticamente la estrepitosa caída del PRD.