Opinión
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La afrenta de la clase política en las últimas elecciones
H

ermann Bellinghausen parafrasea a la extraordinaria filósofa francesa Simone Weil en su artículo de La Jornada del 6 de junio: Si la institución misma de los partidos políticos aparece como el mal, nada sería más benéfico que abolirlos. Para Bellinghausen, los candidatos independientes pertenecen a la misma superestructura casi nube, alejada de esas masas que administra y rifa. A esto hay que agregar el costo que implica para el país, sumas millonarias que empobrecen a los ciudadanos porque, como escribe Simone Weil: Los partidos políticos son organizaciones públicas y oficialmente diseñadas para matar en las almas el sentido de la verdad y la justicia.

Los capitalinos se abstuvieron de votar el domingo 5 de junio por hartazgo. Visitar las casillas equivalió a recorrer un cementerio. Cada elección nos cuesta miles de millones que podrían convertirse en escuelas, en becas para alumnos de escasos recursos, en investigación científica y tecnológica, en hospitales. Las elecciones del 5 de junio son una verdadera cátedra para la clase política mexicana. El ausentismo también se dio en los estados en los que se elegía gobernador. A diferencia de otros años, los mexicanos decidieron abstenerse y cerrarle la puerta al civismo, porque el sistema político de México los afrenta.

Es una afrenta el número de senadores y diputados y su lista interminable de asesores, secretarias y asistentes.

Es una afrenta el sueldo desorbitado de jueces y otros servidores públicos.

Es una afrenta que todavía pululen aviadores y ahijados, compañeros de banca y plazas heredadas.

Es una afrenta que los funcionarios mantengan familiares en puestos del gobierno (llámese esposa, amante o amigo) con sueldos estratosféricos por ir a la oficina a abrir correos y otros menesteres que nada tienen que envidiarle a Mónica Lewinsky.

Es una afrenta que en cada elección se ignore el libre ejercicio de los ciudadanos.

Es una afrenta que en México las personas –como lo dice Simone Weil– no alcancen un estado de equilibrio entre la voluntad individual y la colectiva.

Es una afrenta que la educación y la formación de los niños esté pasando por el trauma que a todos nos indigna.

Es una afrenta la mala educación y el pésimo estado de las aulas en el país entero.

Es una afrenta que en México se olvide la palabra reparación (histórica y moral) como en el caso de los 43 normalistas de Ayotzinapa para nombrar sólo uno de los más recientes crímenes de estado.