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¿La Fiesta en Paz?

El Pana, rica herencia a valorar

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Rodolfo Rodríguez El Pana pagó muy caro su atrevimiento de ser un torero diferente y con imán de taquilla, por lo que la tauromafia prefirió vetarlo. Arriba, familiares y amigos llevaron sus restos a la plaza Nuevo Progreso, en Guadalajara, para dar su última vuelta al ruedo antes de trasladarlos hacia su natal Apizaco, Tlaxcala, el pasado 3 de junioFoto Afp
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lgunos han pedido guardar silencio, otros recomiendan darle vuelta a la página y los más sugieren recordar su personalidad torera, tan rica e intensa como desaprovechada por la tauromafia internacional, ese nefasto sistema taurino de complicidades, atracadores, figurines y toros artistas, es decir, desbravados pero repetidores, empeñado en acabar con la fiesta más culta que hubo en el mundo.

Pero el recuerdo y el legado del Pana, como los de todo hombre tan rico de aventura –otra vez Lorca– exige más, bastante más que la necrofilia empanicada, las esquelas al uso y el tan bueno que era hipocritón y oportunista de los plañideros del sistema, dispuestos siempre a interpretaciones sesgadas que salvaguarden el pudridero, desde la estúpida versión de que por boquiflojo, Rodolfo Rodríguez no se hizo figura, hasta los minutos de silencio en plazas donde no hubo intención de anunciarlo.

Al Pana nunca lo dejó ser el mencionado sistema taurino, ni como torero imaginativo ni como figura en cierne ni como ídolo en potencia ni mucho menos como alternante incomodísimo, de esos que con una pincelada opacan un mural pretensioso. Y desde luego tampoco lo dejaron ser ni siquiera a la hora de su muerte, pues está visto que la ciencia médica convencional y confesional o comprometida con creencias religiosas antes que con convicciones humanas, entiende la muerte como la enemiga a vencer, al costo que sea y a costa de la dignidad de la persona, 32 días o 32 años, pues la vida humana es dizque sagrada para los vitalistas falsos y la voraz industria de la salud.

¿Qué fue primero, el veto o los adjetivos? Cuando con cinismo o ingenuidad dudosa se afirma que El Pana no fue figura debido a su filosa lengua, que con sarcástico ingenio rebautizaba públicamente a las figuras del momento que se repartían el pastel –Martínez y compañía–, Manolo llevaba ya una década en el candelero y como mandón de la fiesta. Rodolfo tomó la alternativa en la Plaza México el 18 de marzo de 1979 de manos del maestro Mariano Ramos, único que osó apadrinar a los marginados valiosos, y gracias a los sonoros triunfos del año anterior en ese escenario.

Fue tal la expectación creada por El Pana que luego de su triunfal debut el empresario Alfonso Gaona lo repitió ¡diez tardes!, al comprobar que el de Apizaco daba espectáculo, dividía opiniones, gustaba, encendía racismos, escandalizaba y llenaba los tendidos. Un negociazo, pues. Sin embargo, Martínez y compañía tomaron nota y, junto con sus incondicionales de la prensa y el empresariado en turno, acordaron boicotear al tlaxcalteca, yendo las empresas contra sus propios intereses y la salud de la fiesta en México, desde entonces con una creciente comodidad de reses y alternantes.

Se cuenta que a oídos de José Gómez Ortega Gallito o Joselito El Gallo –1895-1920–, el mandón más implacable que ha habido en España, llegó algún comentario presuntuoso de su compañero José Gárate Limeño. Lejos de vetarlo le llamó por teléfono para que al siguiente domingo mataran una señora corrida de toros con un efecto inmediato: Limeño prácticamente se fue a su casa. Pero eran tiempos menos cómodos y de más bravura.

Ya lo saben entonces, aspirantes a figurar: nada de hablar de más ni de denunciar abusos, olvídense de ser diferentes, de rescatar o de inventar suertes con telas y palos, de llegar en calesa a la plaza o de fumar puro durante el paseíllo, y desde luego de ponerse a beber si les gana la frustración o la impotencia. Esto es muy serio y hay que ser bien portaditos para que los tomen en cuenta.