Opinión
Ver día anteriorMartes 14 de junio de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Orlando: efectos perversos
L

os sucesos del club gay Pulse, de Orlando, Florida, en el que un individuo asesinó a 49 personas e hirió a otras 53, y entre cuyas motivaciones destacan la homofobia y el fundamentalismo islámico, no sólo resultan espeluznantes por sí mismos –la pérdida de vidas, la onda expansiva de dolor y destrucción que se extiende a familias y entornos sociales– sino también por la desesperanza que inducen en una sociedad que, a pesar de todo, se niega a habituarse a las frecuentes matanzas de esta clase, por el terror duradero que provocan en sobrevivientes y testigos, así como por el uso político y electoral de la tragedia que ya ha empezado a hacer el aspirante presidencial republicano, Donald Trump.

En efecto, el magnate, quien prácticamente tiene en el bolsillo la candidatura, afirmó ayer, en reacción al crimen de Orlando, que como mandatario estaría dispuesto a suspender la inmigración de zonas del mundo donde existe una historia comprobada de terrorismo contra Estados Unidos, Europa o nuestros aliados.

Dejando de lado que la peculiar promesa es disparatada porque las zonas aludidas por Trump son nada menos que la propia Europa, además de buena parte del continente africano, Asia central, Medio Oriente y Oceanía, y porque la concreción de la idea significaría cerrar la puerta del territorio estadunidense a casi medio planeta, las palabras del político multimillonario podrían detonar una disputa por el voto del miedo entre los partidos tradicionales estadunidenses y llevar, por consiguiente, a una nueva escalada de políticas paranoicas, autoritarias, policiales y, a la postre, lesivas para las libertades y los derechos consagrados en la Constitución del país vecino.

Un fenómeno semejante tuvo lugar tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, cuando la mayor parte de la clase política de Washington se plegó a la llamada Acta Patriótica, redactada por el entonces presidente George W. Bush, la cual se tradujo en un ataque frontal a las garantías ciudadanas, cuyo ejemplo, para colmo, cundió en buena parte del mundo en forma de una multiplicación de dispositivos de seguridad, vigilancia y sobreactuación policial.

Cabe esperar que en la circunstancia presente la principal rival de Trump, Hillary Clinton, virtual aspirante presidencial del Partido Demócrata, sea capaz de contener su conocido pragmatismo electoral y se abstenga de competir con el republicano en materia de estrategias paranoicas de seguridad nacional, que en nada mejoran la real de la población y que, por el contrario, terminan traduciéndose en el avasallamiento de la privacidad, la libertad de tránsito y hasta del derecho a la organización y la libre expresión.

Cabe lamentar, finalmente, que en la lista de fallecidos figuren cuatro connacionales, y uno más entre los heridos. Es de esperar que las autoridades nacionales brinden toda la asistencia posible al sobreviviente y a las familias de todos ellos.