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Desde el otro lado

La excusa

E

n la semana que terminó el mundo se enteró de la peor masacre con armas de fuego en la historia de Estados Unidos. Un solitario tirador en un bar de Orlando, Florida, asesinó a 49 personas e hirió al menos 50 más. Incrédulo ante tal atrocidad, un amigo me preguntó, ¿cómo es posible que una sola persona pueda asesinar a mansalva a tantas personas en unos cuantos minutos? La respuesta vino de la policía: el asesino usó una poderosa arma automática que debiera ser para uso exclusivo de las fuerzas armadas, pero que en Estados Unidos cualquiera puede adquirir sin mayor trámite.

Para poner en perspectiva lo anterior, vale citar algunas cifras que dan relieve a la dimensión del arsenal del que se ufana en poseer buena parte de la sociedad estadunidense, y las muertes del que ese arsenal ha sido causante. En 2014 fueron cometidos 11 mil 961 asesinatos con armas de fuego. En países como Inglaterra, Alemania, Holanda y Austria, por cada millón de habitantes perecen en promedio dos, por armas de fuego. En Estados Unidos mueren 31 por cada millón, el equivalente a 27 habitantes diariamente. (NY Times, junio 14).

Tras los ataques terroristas del 11 de septiembre, es lugar común responsabilizar al terrorismo internacional cuando una masacre es perpetrada en contra de la población civil. Las estadísticas demuestran que no es así. Las matanzas han sido perpetradas por estadunidenses sin ninguna relación con miembros de grupos foráneos. En 1991, 23 fueron masacradas en Killen, Texas; en 1999 en una secundaria de Columbine, Colorado, 12 estudiantes y un maestro; en 2007 en una universidad de Virginia, 32 alumnos y docentes; en 2012 en una secundaria de New Town, Connecticut, seis profesores y 20 niños, de seis y siete años. Son algunas de las más terribles masacres ocurridas tan sólo en 15 años en esa nación, ajenas al terrorismo internacional. A ellas se suman las recientes en un centro social de San Bernardino, California, donde murieron 14 personas y 22 fueron seriamente heridas, y la semana pasada en Orlando, Florida, en un club nocturno donde hubo 49 víctimas y más de 50 lesionadas. La primera fue perpetrada por individuos inspirados por el terrorismo característico del Estado Islámico; en la de Orlando, también pareciera ser un motivo homofóbico en el que el asesino usó como coartada el terrorismo islámico.

Vale reflexionar sobre el verdadero fondo en esas matanzas: la salud mental de un sinnúmero de individuos a cuyo alcance están armas que en cualquier nación civilizada sólo poseen el ejército o la policía. Los estadunidenses deben revisar su legislación en torno a la posesión indiscriminada de armas y la salud mental de muchos de quienes las adquieren. Usar como excusa al terrorismo internacional en las masacres del ámbito doméstico, no ha sido ni será la respuesta para evitarlas.