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El narrador charla con La Jornada sobre Rambler, su obra más atrevida

Calera-Grobet evita la lona y llega al final de la contienda

Si uno logra eso, puede considerar que ganó el cotejo; ya después veremos si al lector le gustó el libro o lo consideró bueno, expresa el también promotor cultural y chef

 
Periódico La Jornada
Sábado 25 de junio de 2016, p. 2

¿Estilista o fajador? Si la literatura fuese boxeo, resultaría muy complicado definir el estilo de Antonio Calera-Grobet (Ciudad de México, 1974).

Por un lado tiene mucho del primero, pues cuida en extremo la técnica y los detalles. Por otro, se le da también la osadía y lo aguerrido del segundo, de esos que no rehúyen ningún combate y van con todo, tratando de aniquilar.

A final de cuentas, la escritura exige lo mejor de ambos mundos, asume el autor, quien no esconde que, en términos de creación literaria, es alguien que gusta de los madrazos y disfruta provocar y confrontarse de manera noble y abierta con los lectores.

En entrevista con motivo de la publicación de su más reciente novela, Rambler (colección Imaginaria), el también poeta, promotor cultural y chef sostiene que uno de los grandes retos del escritor contemporáneo es lograr que el lector no lo tire a la lona a las primeras de cambio y llegue con él hasta el final de la contienda, del texto.

Si uno logra eso, puede considerar que ganó el cotejo, ya después veremos si (al lector) le gustó el libro o lo consideró bueno. Es como llegar a los 12 rounds, con intercambio de golpes por ambos bandos y decisiones divididas, comenta.

Desolación y ansias de un porvenir

Calera-Grobet aclara que siempre ha apostado por entrarle a los chingadazos en términos literarios y que por la misma razón gusta de arriesgar y experimentar, como demuestra en su nuevo libro en el cual, a la manera de un taller literario, plantea los elementos esenciales para escribir una novela, al tiempo que invita al lector a involucrarse de manera directa en el proceso creativo de la historia.

Rambler es un libro a caballo entre una novela entendida de manera clásica y otro resultado un tanto más experimental. Tenía la tentativa de escribir una novela sobre cómo escribir ese género y que tuviera como pretexto un cataclismo, como el terremoto de 1985 en México, explica.

Ese terremoto es un pretexto para iniciar la historia, pero no necesariamente se agota en él. Es el punto de partida para que sea otro cataclismo más caro a la novela, más importante, que serían la debacle de un individuo en la sociedad y de ésta en el concierto de la historia.

Hay, añade, un juego de varias historias concatenadas, expandidas, a manera de una matrioshka o de una especie de sistema planetario donde a través de cierto eje o astro central se van creando otras lecturas.

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Rambler es un libro a caballo entre una novela entendida de manera clásica y otro resultado un tanto más experimental. Tenía la tentativa de escribir una novela sobre cómo escribir ese género y que tuviera como pretexto un cataclismo, como el terremoto de 1985 en México, explica Antonio Calera-GrobetFoto Jesús Villaseca

Lo único real de este relato es la historia del personaje principal, un hombre que, tras el terremoto del 85, se desquicia, toma su automóvil, se dirige al sur de la Ciudad de México, lo estaciona y vive en él durante varios años.

De acuerdo con el también autor de una docena de títulos, de entre los que destacan Carajo y Gula: de sesos y lengua, su más reciente novela cuenta con una capacidad anfíbica, pues es un texto de ficción y, al mismo tiempo, sobre México y la sociedad contemporánea, que habla de una especie de melancolía por el pasado, por el país que se nos fue.

Es, subraya, una obra en la que hay desesperanza, desolación, desasosiego, pero también la búsqueda de un porvenir.

“Un reto que me implicó la novela fue cómo poder verter estos temas de alto voltaje, que son incandescentes, de manera que no fuera vertedero o asidero de algo panfletario. Me queda claro que intento hacer una novela moderna y no tanto enquistada desde el grito de lo social.

Tiene un alto nivel de hospitalidad hacia el lector, que está apenas insinuando una casa, donde éste se siente muy bien cobijado porque está invitado a ser también cocreador. A la manera de los juegos para niños, pongo los puntos en el plano, pero el lector es quien los junta para figurar ese retrato. Es, en ese sentido, mi libro más atrevido.

Pesos y medidas en la escritura

De vuelta con la metáfora pugilística, se pregunta a Antonio Calera-Grobet cuál es su récord dentro del ring literario, si es un escritor invicto; responde que siempre ha pensado que hay pesos y medidas en la vida de la escritura.

En las peleas que he sostenido he llegado al final y me someto a la crítica. Si al final las tarjetas de los jueces me determinan perdedor, eso lo dirá la historia de la literatura y asumiré las consecuencias, dice.

Para concluir, comenta que como todo gran boxeador espera saber retirarse a tiempo. No quiero ser de esos escritores que de pronto a los 80 años siguen escribiendo con la inercia de su oficio. Es decir, si no llego a convocar esos espejeos de la realidad, a hacer vibrar a un lector contemporáneo, sabré que podré seguir escribiendo pero que de alguna manera mi literatura ya no tiene ese fuelle y que más valdría la pena retirarse con buen récord que tener la vergüenza de ser noqueado en el primer round.