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Se estima que tocó ante 5 mil personas

Jubiloso recital de la Sinfónica Simón Bolívar en Iztapalapa
 
Periódico La Jornada
Lunes 27 de junio de 2016, p. 8

Con un festivo concierto multitudinario al aire libre en Iztapalapa, la Sinfónica Simón Bolívar (SSB) concluyó la tarde del sábado su breve gira de cuatro días por la capital mexicana.

Fue una verbena popular la que se vivió en la explanada principal de esa delegación política, la localidad más poblada de la República Mexicana, de acuerdo con el censo de 2010.

Cálculos extraoficiales estiman que entre 4 mil 500 y poco más 5 mil personas acudieron a esta presentación que la orquesta venezolana, una de las más importantes del orbe, ofreció de forma gratuita.

Día de plaza en esa zona capitalina, con los coloridos puestos y olores múltiples que de ellos emanaban, desde dulces frutas hasta sabrosas garnachas. Gritos por aquí y acullá pregonando diversas mercancías.

La expectación por lo que habría de ocurrir en el lugar era palpable, como inminente la amenaza de fuerte lluvia. Un público variopinto, personas de todas las edades y los estratos sociales, llegó desde una hora antes del comienzo de la que para muchos acaso fue una inolvidable experiencia.

Entre ellos un par de niños que pidieron a sus padres quedarse más tiempo porque el concierto estaba bien chingón, o el abuelo que comentó a su familia que sólo los músicos sabían qué tocaban, pero que lo hacían muy bonito.

Celular en mano, algunos fotografiaron o videograbaron cuanto pudieron del virtuoso accionar de la agrupación sudamericana, mientras otros chacoteaban o aprovechaban la complicidad del anonimato que da la muchedumbre para besarse y acariciarse sin pudor.

Empezado el concierto, en el firmamento estallaban fuertes cohetones de alguna fiesta patronal vecina y familias enteras, grupos de amigos y amas de casa, bolsas de mandado en mano, seguían llegando atraídos por el influjo de la música.

Como si se tratara de una fiesta infantil, uno que otro payaso callejero hizo las delicias de los más pequeños con ingeniosas figuras con globos, al tiempo que vendedores de antojitos y postres se paseaban entre el sillerío.

Ni el estripitoso aguacero que asoló a la ciudad logró mermar el ánimo festivo que allí prevalecía. Tal inconveniente meteorológico, de hecho, obligó a la SSB a cambiar de última hora el programa prestablecido e incluso recortarlo, debido a que la ferocidad del agua alcanzaba a colarse al escenario, protegido por una enorme carpa, lo mismo que el área donde se encontraba dispuesto el público.

Una alegre pieza fue la que abrió esta inusual presentación musical, la Grand fanfare, del venezolano-español Giancarlo Castro (1980), a la que siguió la suite Margariteña, de su compatriota Inocente Carreño (1914).

Fue en ésta donde la tormenta se descaró de plano y la orquesta tocó sólo parte de la suite del ballet La estancia, del argentino Alberto Ginastera (1916-1983), de quien este 2016 se conmemora el centenario de su natalicio.

Para otra ocasión quedaron Sensemayá, del mexicano Silvestre Revueltas (1899-1940), y la suite del ballet El pájaro de fuego, del ruso Igor Stravinsky (1882-1971).

En su lugar sonó Huapango, del también mexicano José Pablo Moncayo (1912-1958), considerado el segundo himno nacional, que en cuanto fue reconocido por la audiencia suscitó eufóricos gritos de entusiasmo y aplausos estridentes.

En medio de esa atmósfera propia de romería terminó este jubiloso concierto, en cuyos 50 minutos de duración ondearon entre los asistentes varias banderas venezolanas y ¡vivas! para aquella nación hermana.

La embajadora de aquel país, María Lourdes Urbaneja; la jefa delegacional en Iztapalapa, Dione Anguiano, y el secretario de Cultura de la Ciudad de México, Eduardo Vázquez Martín, entregaron un reconocimiento a los músicos de la agrupación, que en todo momento se mostraron sonrientes y emocionados por la experiencia.

Como muestra de agradecimiento y ante el júbilo masivo, los integrantes de la SSB obsequiaron como encore una versión orquestal de Alma llanera, emblemática pieza de aquella nación sudamericana, que también fue celebrada y recompensada con bravos, silbidos y aplausos prolongados y ensordecedores.