Opinión
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Ahora, contra Turquía
E

l aeropuerto Atatürk de Estambul fue blanco ayer de un ataque terrorista que dejó decenas de muertos, más de un centenar de heridos y una creciente zozobra por la evidencia de que las políticas internas y externas del presidente Recep Tayyip Erdogan han colocado a la población turca en una situación de grave inseguridad y peligro. Por añadidura, el atentado en la terminal aérea –una de las 12 más concurridas del mundo, por ser un centro de enlace de vuelos– tendrá un impacto demoledor en el de por sí afectado sector turístico del país.

Aunque hasta el cierre de esta edición no se había corroborado la autoría de la masacre, los elementos disponibles apuntan al Estado Islámico (EI) como impulsor de los atacantes que abrieron fuego contra la multitud y que hicieron detonar los explosivos que llevaban adheridos al cuerpo. De confirmarse esta pista, Estambul sería otra ciudad víctima de atrocidades de estas dimensiones, después de las perpetradas en París (13 de noviembre de 2015) y Bruselas (22 de marzo de 2016), pese a la ambigüedad con la que el régimen turco ha hecho frente al surgimiento de esa organización islámica radical que, a pesar de todo, mantiene aún el control de extensas zonas en Irak y Siria: aunque en el discurso el gobierno de Erdogan se manifiesta en contra del califato fundado y dirigido por Abu Bakr al Bagdadi y colabora con las potencias que lo combaten en territorio sirio, Turquía ha sido acusada de comprar petróleo a ese grupo y de ser laxa y omisa en el tráfico de armamento y equipo destinado al EI.

Sin embargo, tal inconsistencia no ha librado a la nación bisagra entre Europa y Asia del accionar criminal del grupo integrista, el cual había matado ya, por medio de atacantes suicidas, a 32 personas en la localidad de Suruç (julio de 2015) y a 12 turistas en el centro de la propia Estambul (enero de 2016).

Las acciones de la organización extremista sunita se suman, para colmo, al desbarajuste interior causado por la histórica persecución de Ankara en contra de los kurdos que habitan en el territorio turco y que han tenido como respuesta cruentos ataques atribuidos a organizaciones que reivindican la independencia de las regiones de esa nacionalidad, como el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) y Halcones de la Libertad de Kurdistán (TAK). A ello deben sumarse los atentados preparados desde una oscura zona de ultraderecha, posiblemente enquistada en la administración gubernamental, como el que tuvo lugar en octubre de 2015 en Ankara en contra de una marcha por la paz y que dejó más de cien muertos.

Tras la masacre en el principal aeropuerto de Turquía es meridianamente claro que las estrategias de Estados Unidos, Rusia, Europa y Arabia Saudita en contra del EI no han funcionado y que, por el contrario, han multiplicado los riesgos de acciones terroristas de represalia. Es dolorosamente seguro, también, que el integrismo volverá a golpear con ataques de envergadura similar en alguno de los países que buscan erradicar al califato por medios bélicos.