Opinión
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Nosotros ya no somos los mismos

La Iglesia católica y el odio

Petición de mujeres al Papa

Enmiendas y aclaraciones

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“Dice el señor cardenal Norberto Rivera: ‘La Iglesia católica no fomenta el odio’”Foto María Luisa Severiano
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a columneta, tras su breve e inusual descarrío emocional, regresa a la brega con ímpetus adolescentes. Apuntad bien, pero sin odio, reza la hipócrita arenga falangista escrita en el Alcázar de Toledo durante la traición a la República y la sumisión al fascismo. Es decir: apuntar con tino, disparar con certeza y arrebatar una vida sin remordimiento ni culpa, pero, eso sí, con prístino amor al prójimo. Dice el señor cardenal Norberto Rivera: La Iglesia católica no fomenta el odio. Veamos dos párrafos que nos quedaron pendientes del decreto de excomunión a don Miguel Hidalgo, comenzado a comentar hace unas columnetas y emitido por un ancestro. Juzguen ustedes:

“Lo excomulgamos y anatemizamos y (...) lo secuestramos para que pueda ser atormentado eternamente por indecibles sufrimientos (…) Que el Hijo, quien sufrió por nosotros, lo maldiga. Que el Espíritu Santo, que nos fue dado a nosotros en el bautismo, lo maldiga. Que la Santa Cruz, a la cual Cristo, por nuestra salvación, ascendió victorioso sobre sus enemigos, lo maldiga. Que la santa y eterna madre de Dios lo maldiga. (¿La virgencita, la madre de Jesús, la fuente del amor y la ternura es convocada a sumarse al crimen de odio de este sicópata?)

“Que San Miguel, el abogado de los santos, lo maldiga. Que todos los ángeles, los principados y arcángeles, los principados y las potestades y todos los ejércitos celestiales, lo maldigan. Que sea San Juan el precursor, San Pablo y San Juan Evangelista y San Andrés y todos los demás apóstoles de Cristo juntos lo maldigan. (Por favor, si alguien se quedó afuera de esta retahíla, que se apunte o cierre la puerta) (…) Que todos los santos, desde el principio del mundo y todas las edades, lo condenen. Y que el cielo y la tierra y todo lo que hay en ellos lo condenen.

Que sea condenado en su boca, en su pecho y en su corazón y en todas las vísceras de su cuerpo. Que sea condenado en sus venas y en sus muslos, en sus caderas, en sus rodillas, en sus piernas, pies y en las uñas de sus pies. Que sea maldito en todas las junturas y articulaciones de su cuerpo, desde arriba de su cabeza hasta la planta de su pie; que no haya nada bueno en él. Que el hijo del Dios viviente, con toda la gloria de su majestad, lo maldiga. Y que el cielo, con todos los poderes que en él se mueven, se levanten contra él. Que lo maldigan y condenen. ¡Amén! Así sea. ¡Amén! ¡Ah, pero eso sí, sin asomo de odio y con pleno amor a Dios!

En ese orden de pensamiento el cardenal Corripio, fatigando la doctrina (octavo mandamiento: no falsear la verdad), dice que la dignidad de un ser humano merece respeto desde el momento de la concepción hasta su muerte natural. (Menos mal que la de Hidalgo no fue precisamente natural: fusilamiento, posterior degüello y macabra exhibición). En otra de sus atinadísimas y veraces afirmaciones, don Corripio se duele: “A la Iglesia se le tacha a veces de que no es democrática…” Y yo me pregunto… ¡no, rectifico! Claro que no me pregunto, pregunto urbi et orbi: ¿conoce alguien (la contestación puede ser en cualquier idioma) una institución de todo tipo que sea más antidemocrática, absolutista, vertical, autoritaria, totalitaria, intolerante, opresiva, inflexible que la Iglesia de Corripio? Inútil contestar que el KKK, la Cosa Nostra, el Club de Toby o el HaMossad LeModi’in ule Tafkidim Meyuhadim. La pregunta es en serio. Y no hemos siquiera rasguñado, ni por descuido, ese detallito de las relaciones humanas que se denomina misoginia, en el que la Iglesia insiste en mantenerse, desde la prehistoria, en el cajón superior del podio olímpico.

Ya comentaremos, si Dios nos presta vida y salud, este asuntito. Sólo adelanto: ¿sabían que un grupo de mujeres que sostienen relaciones amorosas y erótico sexuales con sacerdotes han solicitado al papa Francisco que el celibato sea opcional y no obligatorio para quienes, ellas y ellos, quieran dedicarse a servir y amar a Cristo, sin tener que renunciar, contra natura, a las exigencias y reclamos de su organismo? ¿Conocen que Jean Baptiste Douville de Franssu, director del Banco del Vaticano, declaró que ahora ya no es posible lavar dinero, actividad que lo mantuvo exitoso toda la vida? ¿Están enterados de que la Arquidiócesis Primada de México considera que por su cualidad de homosexuales al adoptar niños los convierten en objetos o mascotas?

Y muy importante: ¿se enteraron del agudo, ingenioso, perspicaz y, sobre todo, respetuoso y cristiano comentario del obispo de Culiacán, Jonás Guerrero, sobre el presidente Enrique Peña? Para analizar el despropósito, olvidemos la investidura de Enrique Peña y veámoslo como un simple ciudadano. ¿Existe la mínima justificación para que fuera públicamente tratado de esa burlona, sarcástica manera? Luego volteemos la mirada hacia quien expresó su taimado comentario. ¿Tenía el derecho a hacerlo? ¿Cuenta con información sustentable, comprobable y, por supuesto, que no fuera violatoria del secreto del confesionario? ¿Por qué la insidia, la gana de dañar, descalificar, poner en entredicho? No hay más que una respuesta: el fanatismo, que no tiene límite ni medida. Mentes enfermas, obnubiladas: ¡guerra, guerra contra Lucifer! ¿Denunciar a Peña Nieto como homosexual o bisexual reprimido fue una simplona maniobra de sacristía o un perverso conciliábulo a nivel de episcopado?

Es evidente: ¡con la Iglesia estamos topando! Afortunadamente, Dios está con los buenos… si somos más que los malos.

En mi breve intento por imitar a doña Yolanda Vargas Dulché o a doña María del Socorro Tellado (Corín Tellado) me fue como en feria. Romeo Vázquez, Luis Sierra y Ángel Pestaña González me hicieron ver que a los amantes ( ad vitam), de los que García Márquez nos convierte en devotos, me tomé la libertad de entreverarles el nombre. Aquí ni modo de echarle la culpa al tráfico, las manifestaciones o a la lluvia. Bueno, ni siquiera a la desmemoria, porque enfrente tenía el libro. Gracias por los coscorrones y por la lectura que los origina. Como muestra de reconocimiento, agrego otros emotivos datos: Juvenal Urbino, el amoroso y fiel marido, al morir (un poquito antes, por supuesto), dice: Fermina: sólo Dios sabe cuánto te quise. Florentino Ariza, por su parte (a quien se le atribuye la expresión El que porfía mata venado, aunque la autoría se la disputan desde Miterrand y Lula hasta Andrés Manuel), un tanto fuera de lugar (pero explicable después de 10 lustros de porfiar), a la primera oportunidad se aventó y dijo: Fermina, he esperado esta ocasión por más de medio siglo, para repetir una vez más el juramento de mi fidelidad eterna y mi amor para siempre. (Entras cañón, ese rollo no lo resisten ni la reina de Saba, Madonna o la madre Teresa de Calcuta o de Andorra la Vieja. Me refiero, por supuesto, a la capital de la República de Andorra y no a la reverenda madre).

Humberto Musacchio, Alejandro Olmedo, entiendo su enojo. Se preguntarán: ¿qué caso tiene perder tiempo con este pupilo, si no avanza? Ciertamente escribí Stranford en lugar de Stratford. Piqué una tecla en lugar de otra, pese a que no están ni siquiera en el mismo lado del teclado. Al queso cambozola le agregué indebidamente una n, pese a ser un insumo frecuente en mis ensayos culinarios. Profesor Olmedo, reconozco que al transcribir el decreto excomulgatorio del padre Hidalgo me causó extrañeza que la condena se extendiera a las acciones escatológicas de orinar y cantar (aunque yo he padecido siempre problemas gastrointestinales y, no está usted para saberlo, pero cuando se resuelven uno canta el Himno a la Alegría). Después de su rotunda aclaración, comprobé que los diccionarios que tuve a mi alcance registran el sustantivo mingitorio, pero no la acción de mingir. Obsesivo compulsivo, di con este dato, mingiendo: orinando. Cancando: excretando. Ahora sí quedaba claro: esas acciones suelen darse juntas, y al piadoso antecesor de don Norberto, por repetitivas, no se le iban a escapar para expresar su odio puntual a quien calificaba de auténtico enemigo de México (o sea, un precursor, porque México estaba apenas en gestación). Si hay más reconvenciones, las asumiré a plenitud. No están los tiempos para no ver ni oír a las multitudes.

Twitter: @ortiztejeda