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Ver día anteriorDomingo 10 de julio de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Los migrantes y el Brexit
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ara muchos ingleses la razón fundamental para dejar la Unión Europea ha sido la supuesta inmigración masiva de extranjeros. Esa vena populista, nacionalista y xenófoba ha sido explotada con notable éxito por los partidos de derecha, no sólo en el Reino Unido, también en Alemania, Francia, Austria, Holanda, Dinamarca y otros países.

No así en la Europa del sur: España, Italia, Grecia, Portugal, que posiblemente tengan más fresca la memoria de haber sido países de migrantes y que forman parte de la frontera externa de la Europa continental y reciben los embates de la migración subsahariana, africana y del Medio Oriente.

Nigel Farage, líder del Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP), colocó su foto en espectaculares con una multitud de refugiados atrás y la frase Breaking point (Punto de quiebre). El objetivo del Brexit era detener la invasión.

Pero no sólo era la derecha ultranacionalista la que pensaba así. El mismo David Cameron, partidario de seguir en la Unión Europea, planteaba cerrar el paso al ingreso de ciudadanos de otros países europeos.

Hemos dado muchos pasos para controlar la migración de fuera de la Unión Europea. Pero también tenemos que ser capaces de ejercer mayor control en las llegadas de ciudadanos de los países miembros.

Y para avivar más el fuego, proponía que los futuros nuevos miembros de la Unión Europea no participaran de la libre circulación, mensaje especialmente dirigido a Turquía y a otros de Europa del Este: tenemos que asegurarnos de que en el futuro, cuando nuevos países sean admitidos en la Unión Europea, la libertad de circulación no se aplique a estos estados miembros, hasta que sus economías se acerquen más al del resto de países miembros.

Su concepción sobre las causas de la migración no deja ser simplista y pone el énfasis en lo económico y en la pobreza. Lo que no explica por qué, por ejemplo, miles de migrantes en territorio francés no quieren quedarse en Europa continental y arriesgan su vida para llegar al Reino Unido, atravesando el canal de la Mancha en condiciones de alto riesgo.

Pero incluso fue más allá, al plantear un diferente trato a los ciudadanos europeos con respecto a ciertos beneficios sociales, lo que minaba el principio de igualdad y reciprocidad: hemos propuesto que la gente que viene a Reino Unido desde otros países de la Unión Europea debe vivir aquí y contribuir durante cuatro años antes de que puedan recibir prestaciones vinculadas al empleo o vivienda social.

El país colonial por excelencia, que poseía, controlaba millones de kilómetros cuadrados a lo largo del todo el globo terráqueo y explotaba millones de súbditos, exigía un trato preferencial en asuntos migratorios, con respecto a los otros países de Europa. Pero era incapaz de ver que las causas fundamentales de los flujos migratorios hacia las isla estaban precisamente en su pasado colonial y su entorno regional. Un pasado y un compromiso firmado del cual no quiere hacerse responsable.

Según el Banco Mundial, en 2016, los 10 países que enviaban más migrantes a Reino Unido eran en orden de importancia: India, Polonia, Pakistán, Irlanda, Alemania, Bangladesh, Estados Unidos, Sudáfrica, Nigeria y China (Hong Kong). Ocho ex colonias y dos naciones europeas.

Es más, el saldo migratorio entre los 5.1 millones de los británicos que viven fuera (8 por ciento de la población) y los emigrantes 7.8 millones (12 por ciento) es relativamente bajo (4 por ciento). El saldo migratorio de Alemania es del doble (8.7 por ciento).

Al igual que en Estados Unidos, en Europa se ha desatado una verdadera obsesión con el tema migratorio. El racismo y la discriminación se disfraza de nacionalismo y de legalidad. El Reino Unido, la punta de lanza de la primera gran globalización del siglo XVIII, se recluye en su isla y pone mar de por medio. Literalmente se aísla.

Peor, estas decisiones tienen que ver con cálculos electoreros de corto plazo y son incapaces de ver a largo plazo. Pero, paradójicamente el Brexit ha puesto en evidencia lo que será el futuro a mediano plazo y no resulta nada promisorio.

En torno a la migración y sus cifras existen pocos datos duros y mucha especulación y demagogia. En 2010 la Comisión Europea (http://www.gla.ac.uk/media/media_147171_en.pdf ) encargó un primer estudio sobre la migración irregular en Europa y los resultados fueron sorprendentes. La conclusión principal era que en todo el continente se estimaba una población migrante irregular entre 1.9 y 3.8 millones. Un margen, por decir algo, demasiado amplio para ser útil y entender la realidad y menos aún para definir políticas públicas.

Y en el Reino Unido se calculaba que había entre 417 mil migrantes irregulares y 863 mil. Es decir, no había a ciencia cierta la menor idea de cuántos migrantes irregulares radicaban ni en Europa ni en el Reino Unido. Pero la prensa sí sabía y especulaba que en Europa habrían probablemente 8 millones de migrantes en esa condición.

Pero lo más preocupante es que incluso en el supuesto de tener datos duros certeros, como es el caso de la migración México-Estados Unidos, la retórica y la demagogia antinmigrante sigue siendo un argumento electoral relevante para conseguir votos. La migración indocumentada mexicana tiende a la baja desde hace ya siete años, es una tendencia clara, pero nadie hace caso de las cifras y los think tank de ultraderecha acusan al Pew Hispanic de falsear los datos.

Como diría Barack Obama, al corregir a Enrique Peña Nieto, en toda campaña política hay planteamientos populistas, pero detrás de todo esto, y que no se ve, está el racismo y la xenofobia. Hay que ver al fondo, al corazón y a la historia personal de cada político, incluido al crítico del populismo, para descubrir si hay datos que confirmen tanto amor y solidaridad con el pueblo.